Para quienes piensan que la sociedad mexicana está cansada de lo mismo y enojada por lo mismo, existen dos caminos para desfogar esos dos síndromes. Uno, la pluralidad efectiva y dos la venganza.
En ambos casos, la consecuencia es lógica, real y justa. Integran en cada uno de esos síndromes, enfermedades sociales, políticas y económicas, que, como se dice en Medicina, cursan con una composición diferente, para cada uno de los grupos sociales y en circunstancias diferentes, pero que afectan finalmente a todo el núcleo social.
La pluralidad existe, se le reconozca o no. El cansancio también.
Entonces el problema es el manejo y las tareas que en las decisiones públicas se les asigne. Por eso, son una responsabilidad política.
Muchos años de control y hegemonía de un solo partido político, por supuesto que han contribuido para la confección de esos síndromes. Muchos años de promesas incumplidas que se archivaron en el olvido o la postergación y corrupción también.
El enojo fue en las últimas elecciones presidenciales, sin duda, el motor que activó la búsqueda de la alternancia. Aprendimos que la alternancia por sí sola no era ni la respuesta pertinente ni la solución inteligente. Por eso llevamos ya 22 años y nadie puede decir lo contrario.
Romper la hegemonía de un solo partido no ha sido suficiente en los tres modelos de alternancia que hemos experimentado, porque no se ha logrado reactivar a la pluralidad, como circunstancia eficiente. Se ha cambiado tres veces de partido dominante, pero no se ha roto esa especie de sociedad entre los partidos que, por decisiones políticas antes que electorales, quedaron acostumbrados al reparto de condiciones, y “lealtades electorales” para repartirse los puestos públicos.
La incapacidad de los partidos es hasta ahora evidente. Dos de los partidos a los que en este siglo los electores mexicanos les dieron la oportunidad de alternar son ineficientes. Uno, el PRI, está al borde de la extinción; otro, el PAN, no pudo pluralizarse, lo está matando su preferencia de clase. De los pequeños, siguen siendo pequeños, por complicidad la mayoría, por incapacidad todos. Quizá de esa fatalidad se salve, un poco, Movimiento Ciudadano, que también sabe bien a qué le apuesta.
El cansancio persiste en los mexicanos y en las mexicanas. La alternancia solo ha cambiado partidos, pero no la realidad. La pobreza sigue siendo compañera de viaje de la mitad de la población nacional. La incapacidad pone en peligro lo poco acumulado en la clase media y la abundancia sigue concentrada en una minoría, por cierto, cada vez menor pero más dominante.
El enojo, por lo mismo, ha sido creciente. Ha sido reforzado por la poca intervención real de los ciudadanos reales, no los del discurso.
Manejarlo moral y eficientemente es el gran reto para el partido que está hoy, en el poder público. La propuesta de una enorme transformación radical apenas inicia sus operaciones contra lo que ha estado por muchos años, y que ya ha pasado por diferentes manos.
El enojo dominante en los mexicanos fue la herramienta inteligentemente utilizada por Morena para llegar al poder y sigue siendo la misma condición que tendrá que transformar para seguir quedándose en Palacio Nacional.
Las victorias políticas en los diferentes estados así lo indican. Mayorías le siguen invirtiendo su enojo a Morena, pero todos deseamos que el enojo no sea la base de las decisiones políticas y que reinventemos la pluralidad política que sigue siendo, hasta ahora, un pendiente de esta transformación en la que el que manda tiene que apoyar las expresiones diferentes, no cancelarlas.
Sí, también coincido con usted, muchos partidos no hacen ni el mínimo esfuerzo para actuar diferente; prefieren continuar buscando los acercamientos con el que manda para que sigan en el mercado electoral. A lo mejor es hora de que existan nuevos partidos y ahí está otro signo del cansancio y el enojo; ninguno cree en los viejos y apolillados de ahora, pero tampoco rompen el cerco de esa disciplina y sometimiento impuesto por la corrupción que todos los partidos políticos han mantenido, al pensarse y actuar como una sociedad de partidos que se entienden en lo oscurito para sobrevivir y seguir gastando el dinero de nuestros impuestos.