Puebla, los poblanos y las poblanas, reflejaban una sintomatología social salpicada de venganzas, temor y polarización.
Esta no es una condición que asegure el éxito en una elección, aunque, todo indica que Morena y sus aliados tendrían todo para ganar la del 2024.
El arribo de Sergio Salomón Céspedes Peregrina cambió radicalmente esta patología en un esquema de identificación con el gobierno estatal y una estrategia de acercamiento y colaboración.
Un gobernador inteligente, honesto y agradable, además, consolidaría para Morena, el triunfo en estas elecciones.
En el ejercicio de su gobierno, Sergio Salomón Céspedes, da muestras claras de cumplir sus responsabilidades políticas, bien y a tiempo, en especial en la época de elecciones, la prueba de máximo riesgo para cualquier gobernante, cuando tiene que asegurar para todos que ejerzan sus derechos de elección, sin detrimento de sus compromisos partidarios personales.
Dice la sabiduría popular que se comienza en casa.
Siendo Morena, su partido y además el mayor, debe ser el primero en evitar que el electorado se divida y confronte en un mar de riesgos innecesarios. Al organizar al elevado número de aspirantes, a sucederlo y al lograr que el Comité Nacional de Morena, ampliara el número de participantes a encuestar, consolidó su unidad interna y multiplicó sus posibilidades de éxito.
Una vez que el comité nacional de Morena dio a conocer los 7 finalistas, el gobernador ha insistido, sugerido y convencido a todos, que, cualquiera que sea el resultado, se garantizará la unidad.
El diálogo y la atención han sido con todos los actores políticos, económicos y sociales de la entidad. Pronto a prevenir o resolver confrontaciones políticas y atender con respeto las necesidades de la población, demuestra su autoridad moral para conducirlos.
La historia política de una nación registra, como condición oportuna y suficiente, que, para la gobernanza y la gobernabilidad eficientes, los habitantes escuchen, entiendan y atiendan una “autoridad moral”.
Entender claramente que la ley da autoridad, como capacidad, pero su ejercicio depende de la cooperación de los ciudadanos y que, esta solo se logra, cuando el gobernante, promueve acatamiento, no sometimiento. Así se gesta legitimidad, es decir, reconocimiento del liderazgo que se funda en el respeto a toda la comunidad, que corresponde también con respeto a la autoridad y la considera indispensable como factor de mutuo entendimiento y conveniencia.
Lo moral es una autoridad que se gana con acciones lejos del odio. La ley no es un látigo, no es una mordaza, no es el uso inmoral, porque la ley tutela valores que permiten ejercer derechos para cumplir obligaciones. En ese orden.
No es fácil que un líder construya libertad, justicia y bienestar sin que el pueblo le reconozca valores, inteligencia estratégica y buenas intenciones en sus decisiones al ejercer la autoridad que la ley le confiere. Por eso, la “autoridad moral” concede al Gobernador, confianza, con la cual puede influir, sin obligar, en la organización social y en la conducta política de los habitantes.
No todos los gobernantes pueden presumir de “autoridad moral”, que es requisito necesario, inevitable y sobre todo, ineludible, para impulsar bienestar, en unidad, paz, armonía y solidaridad.
El gobernador Céspedes está haciendo bien su tarea y se nota. El ambiente es diferente.