Fernanda Melchor acaba de declarar en Hay Festival de Querétaro al ser interrogada sobre la “nueva” escritura femenina en México -podemos ampliar la cuestión a América Latina- con inteligencia que no es que sea un nuevo tiempo de las mujeres, que siempre han estado allí, solo que ahora se les hace caso. El comentario me hizo pensar en la importancia radical de la obra de muchas de ellas, la propia Fernanda, y en cómo ha alterado no solo la representación, sino las sensibilidades y los lectores.
Una de las principales barreras que estas autoras enfrentan es la desigualdad de género que persiste en la industria editorial y en la literatura académica. Tradicionalmente, el papel de las mujeres en la literatura ha estado confinado a ciertos géneros o temas “femeninos”, limitando la variedad y el alcance de sus obras. Sin embargo, autoras como Valeria Luiselli, con obras como Los ingrávidos y Desierto sonoro, rompen estos moldes al abordar cuestiones complejas como la inmigración y la identidad nacional desde una perspectiva fresca y sofisticada.
Otra característica relevante de las nuevas escritoras mexicanas es la diversidad de voces y temas. Autoras como Guadalupe Nettel, con obras como Después del invierno y La hija única, exploran la psique humana y las relaciones interpersonales con una agudeza penetrante. Mientras tanto, escritoras como la misma Fernanda Melchor, en Temporada de huracanes, tratan la violencia y la marginalización en México de una manera que raramente se ha visto, tocando fibras sensibles pero necesarias para el diálogo social. Esta nueva generación de escritoras tiene una profunda disposición para experimentar con la forma y el estilo. Desde la narrativa fragmentada hasta la prosa lírica, estas autoras están aprovechando una amplia gama de herramientas literarias para contar sus historias.
Entre las voces más potentes que definen el nuevo panorama de la literatura mexicana, Daniela Tarazona se destaca por su capacidad para entrelazar lo cotidiano con lo extraordinario. El animal sobre la piedra es un excelente ejemplo de cómo abordar temas universales como la soledad, la identidad y la pertenencia, todo ello ambientado en escenarios que evocan la complejidad y la diversidad del México contemporáneo. Tarazona tiene la habilidad de transformar lo familiar en algo extraño, lo que provoca que el lector cuestione sus propias percepciones y prejuicios. Además, su escritura se distingue por una cuidadosa construcción de personajes, quienes a menudo enfrentan dilemas morales o existenciales que los hacen inolvidables. En un entorno literario que todavía lucha con el patriarcado y con representaciones unidimensionales de la feminidad, la obra de Daniela Tarazona emerge como un ejemplo de originalidad y profundidad.
Es importante destacar otros nombres como Fernanda Trias, Verónica Gerber Bicecci y Aura García-Junco, quienes están aportando una frescura innegable a la literatura contemporánea de México. Aunque su obra puede no haber recibido aún el mismo nivel de reconocimiento, estas escritoras están ganando terreno rápidamente tanto en el ámbito nacional como internacional. Trias, por ejemplo, aborda las dinámicas familiares y la soledad con una madurez que supera su edad. Gerber Bicecci mezcla textos con elementos visuales para explorar temas de identidad y memoria, una clara muestra del experimentalismo que la caracteriza. En el Museo Amparo tuvimos la oportunidad de ver algunas de sus instalaciones tremendamente literarias. Por su parte, García-Junco se adentra en el universo de la ciencia ficción y la fantasía, géneros que históricamente han sido dominados por figuras masculinas.