Abro en estos días de tribulación El dolor de los demás, de Susan Sontag, publicado en 2003. En él aborda una cuestión fundamental para la humanidad: nuestra relación con el sufrimiento ajeno. El enfoque es el de un prisma. La autora abarca la literatura, la fotografía, el cine y la filosofía. Partiendo de las imágenes icónicas de sufrimiento capturadas en la historia, como las fotografías de guerra, Sontag desafía al lector a considerar la ética y la estética del sufrimiento representado.
Uno de los temas centrales del libro es la representación del sufrimiento en las distintas formas artísticas. Sontag cuestiona si la exposición a imágenes del sufrimiento humano puede llevarnos a la comprensión real del dolor que experimentan los demás. ¿Puede una fotografía o una película capturar verdaderamente la complejidad del sufrimiento humano? Sontag sostiene que, aunque estas representaciones pueden evocar empatía y compasión, también pueden trivializar el dolor o volvernos insensibles a él.
Sontag argumenta que, a pesar de las limitaciones de la representación visual del sufrimiento, existe un imperativo ético de sentir empatía por los demás y actuar en consecuencia. En una era donde las imágenes del sufrimiento se transmiten con frecuencia a través de los medios de comunicación. La autora nos recuerda que la compasión y la acción son esenciales para contrarrestar la indiferencia y el cinismo.
El sábado pasado el mundo volvió a entrar en shock, debido al atroz ataque de Hamas en territorio israelí. Vimos imágenes de rehenes capturados en un festival de música o simplemente en la calle. Supimos de atrocidades brutales. El libro de Sontag también se adentra en las implicaciones políticas de la representación del sufrimiento. Examina cómo las imágenes del sufrimiento humano han sido utilizadas históricamente para justificar la guerra, la opresión y la violencia estatal. Sontag critica la explotación del sufrimiento ajeno con fines políticos y argumenta que debemos ser críticos con las narrativas que se construyen alrededor de estas imágenes. ¿Hemos llegado al punto en el que apreciamos el sufrimiento ajeno como una forma de entretenimiento estético? Sontag nos desafía a examinar nuestra propia sensibilidad estética en relación con el sufrimiento.
Otro tema que atraviesa la obra es la inevitabilidad del dolor en la vida humana. En su libro argumenta que el sufrimiento es una experiencia universal y que, en última instancia, todos compartimos la carga del dolor ajeno. Esta perspectiva nos llama a la reflexión sobre cómo enfrentamos el sufrimiento en nuestras vidas y cómo respondemos al dolor de los demás.
Ella también critica la tendencia de la sociedad a sentir compasión de manera selectiva, centrándose en ciertos tipos de sufrimiento mientras ignora otros. Aboga por una compasión que trascienda fronteras geográficas y culturales, y que no discrimine entre diferentes formas de sufrimiento humano.
Su obra nos recuerda la importancia de la empatía, la compasión y la acción en un mundo donde las imágenes del sufrimiento son ubicuas. Además, Sontag plantea preguntas cruciales sobre la relación entre el sufrimiento, la política y la cultura contemporánea. Nos insta a ser críticos con las narrativas que se construyen alrededor del sufrimiento y a examinar nuestra propia sensibilidad estética en relación con el dolor humano.
Cierro un libro que nos confronta con la inevitabilidad del dolor en la vida humana y nos llama a ser más conscientes de nuestra respuesta al sufrimiento de los demás. Relevante porque nos ofrece valiosas lecciones. En los días siguientes al ataque vimos también imágenes desoladoras de niños palestinos heridos, de hospitales en Gaza con morgues improvisadas. Decía Blas de Otero que la muerte de un ser humano nos priva de un argumento central y que por eso las guerras son estúpidas, porque nos privan de miles de argumentos centrales. Los invito a releer a Susan Sontag hoy más que nunca.