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jueves, noviembre 21, 2024

Assange y la libertad de expresión

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La liberación de Julian Assange, el fundador de WikiLeaks, pone otra vez el tablero la discusión sobre la libertad de expresión en el mundo contemporáneo. Assange ha sido una figura polarizadora, vista por algunos como un héroe de la transparencia y por otros como una amenaza para la seguridad. Sin embargo, su caso trasciende su persona y toca temas fundamentales sobre el derecho a la información y el papel del periodismo en la sociedad democrática. Sus 15 años de lucha, asilado, preso, a punto de ser extraditado y su fuerza y coraje nos deberían mover a pensar.

Hace casi 15 años, cuando WikiLeaks comenzó a publicar documentos clasificados que exponían acciones gubernamentales y corporativas, el periodismo estaba entrando en una era de transformación digital. Los medios tradicionales empezaban a enfrentarse a la competencia de nuevas plataformas en línea, y la capacidad de Assange para revelar verdades incómodas demostró el poder de estas nuevas herramientas digitales. WikiLeaks aprovechó la velocidad y el alcance de internet para compartir información a una escala sin precedentes, desafiando a las estructuras de poder establecidas y ofreciendo una visión sin filtros de la maquinaria del estado y las corporaciones. Fue para muchos un héroe.

En estos años, el mundo del periodismo ha cambiado drásticamente. Las redes sociales han jugado un papel dual en este cambio: han democratizado la creación y distribución de noticias, pero también han abierto la puerta a la proliferación de noticias falsas. Plataformas como Facebook y Twitter han permitido que cualquier persona con acceso a internet pueda convertirse en una fuente de información, erosionando el control editorial tradicional y, en muchos casos, la veracidad de las noticias. Más aún, hemos entrado en lo que Christopher Hitchens llamaba periodismo de “lobby de hotel”, donde toda persona con un iPhone plagia y respostea noticias sin verificar.

Julian Assange ha sido liberado tras llegar a un acuerdo con los Estados Unidos, siendo sentenciado por un solo cargo y habiendo cumplido su condena con antelación, lo que le permitió regresar a Australia. Este desenlace ha generado una ola de beneplácito mundial, ante una injusticia resuelta tardíamente.

Jennifer Robinson, la abogada de Assange, destacó la importancia del final de esta terrible saga judicial, subrayando que el proceso judicial en su contra siempre tuvo una naturaleza política y fue un ataque directo contra la libertad de prensa. Robinson explicó que la decisión de Estados Unidos de no continuar con otros cargos muestra el reconocimiento de la injusticia y el peligro que suponía para los derechos de los periodistas y la libertad de expresión.

Por su parte, Stella Assange, esposa de Julian, expresó su alivio y agradecimiento hacia todos los que apoyaron la causa durante estos años. Resaltó el impacto personal y familiar de esta batalla legal prolongada, pero también reafirmó su compromiso en seguir luchando por la libertad de prensa y la protección de los derechos humanos. Pidió también que dejaran que su marido procesara todo el asunto antes de que declarase nada en público. El daño físico y psicológico padecido por Assange será seguro tema candente en los próximos meses.

A mi juicio, la batalla por la verdad no termina con la posible liberación de Assange. Las redes sociales, que en un principio prometían ser un canal de información transparente y accesible, se han convertido en un campo de batalla para la desinformación. Las fakenews se propagan rápidamente, y la capacidad de discernir entre hechos y ficción se ha convertido en una habilidad crítica en la era digital. Este problema se ha visto exacerbado por algoritmos diseñados para maximizar la participación, a menudo promoviendo contenido sensacionalista o polarizador en lugar de información precisa y bien investigada.

A esta ya compleja situación se suma el miedo a cómo la inteligencia artificial podría empeorar las cosas. Las IA avanzadas tienen el potencial de generar contenido falso con una precisión y realismo inquietantes, desde noticias fabricadas hasta videos manipulados (deepfakes). La capacidad de las máquinas para crear y distribuir desinformación a gran escala podría superar fácilmente la capacidad de los humanos para verificar y desmentir estas falsedades. Esto plantea serias preocupaciones sobre el futuro de la información y la capacidad del público para tomar decisiones informadas.

La liberación de Julian Assange puede servir como un recordatorio global acerca de la importancia de proteger a quienes se atreven a revelar la verdad. Sin embargo, también debe ser un catalizador para una reflexión más amplia sobre el estado actual del periodismo y la información en la era digital.

Es imperativo que desarrollemos nuevas estrategias para combatir la desinformación y garantizar que la verdad prevalezca en medio de una inundación de falsedades.

Deberíamos aquí mismo, hipócritas lectores, replantear cómo defendemos la verdad en un mundo cada vez más digital y complejo. La lucha por la transparencia y la veracidad en la información continua, y es una batalla que debemos enfrentar con determinación y creatividad. Los medios digitales, y los híbridos como este, también impresos pero cuya mayoría lectora se alcance en el internet, deberíamos propiciar ese debate pronto.

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