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martes, octubre 15, 2024

El dato y el relato

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La realidad se nos presenta como un orden estable en el que somos inyectados al nacer y que enmarca las circunstancias en las que actuamos; pero también se percibe como algo que construimos, deconstruimos y transformamos.

No es mi intención apostar aquí por una epistemología que defienda la objetividad del mundo, ni por un constructivismo radical, pues abundan los argumentos a favor y en contra de ambas perspectivas.

Mi interés es más bien recordar que estamos entre lo dado y la posibilidad. Nos guste o no. Conscientes o no, habitamos el cambio. Y, en ese sentido, somos testigos de lo que Byung-Chul Han define como “la transición de la era de las cosas a la era de las no cosas”.

Durante mucho tiempo, las cosas, de acuerdo con el filósofo surcoreano, han dado estabilidad a la vida humana. Esos constructos con los que tropezamos, esos objetos radicalmente subjetivos, esa maraña de activos tangibles e intangibles que nos preceden o suceden y cobran sentido cuando en la mente les damos forma, están quedando en segundo plano.

Ese ‘eso’ al que nos referíamos cuando hablamos de que “así es la vida” o de que “somos lo que somos y nuestras circunstancias”, o de que “aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire”, dio paso a la obsesión por los datos y la rapidez.

La verdad ya no está en la correspondencia entre las palabras y los hechos, sino en la estadística (cuando no en el meme), en la inmediatez y la emoción.

El dato sustituye al relato. Se pierde el contexto. Se reduce el significado. O como se lee en el libro No-cosas. Quiebras del mundo de Hoy (Taurus, 2021), “las informaciones son aditivas, no narrativas”.

Nos ha tocado ser testigos de algo más que el mero paso del papel al PDF, de la presencia a la virtualidad, así como del desarrollo de la inteligencia artificial y del aprendizaje supervisado. No es poco.

¿Qué pasa cuando el pensamiento que antes se dirigía hacia “algo” se topa, en su lugar, con un valor numérico? ¿Qué pasa con el Eros que antes se dirigía a la otredad y de pronto se encuentra con un conjunto de metadatos? “El selfi –apunta Byung-Chul Han- anuncia la desaparición de la persona cargada de destino e historia”.

Poco a poco, nos vamos quedando sin las cosas queridas.

Ese es el escenario. Aquí estamos, a sabiendas de que frente a la rapidez de los algoritmos que convierten todo en calculable, predecible y controlable, conservamos un cierto misterio, la creatividad y los sentimientos. Podemos resignarnos o reimaginarnos, repensar lo humano y, por qué no, reinventarnos.

Sobre eso versará esta columna. Una serie de aproximaciones sucesivas a nuestra época, explorando lo dado y lo posible, desde la literatura, la educación y la gestión.

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