Donald Trump volvió a minimizar el caso de Jeffrey Epstein durante una rueda de prensa antes de abordar un vuelo a Pensilvania, al asegurar que no comprendía “por qué sería de interés para alguien”. “Es sórdido pero aburrido”, declaró el presidente, quien además acusó a los medios de difundir información falsa y pidió que “la gente reciba información creíble”.
Las declaraciones reavivaron tensiones en el movimiento MAGA, luego de que el Departamento de Justicia y el FBI concluyeran públicamente que no existía ninguna “lista de clientes” a quienes Epstein extorsionara. Esta conclusión contradice años de afirmaciones por parte de aliados de Trump, quienes aseguraron que dichos archivos revelarían vínculos con el “estado profundo”.
La nueva postura de Trump desató molestia entre figuras clave del trumpismo, como Laura Loomer, quien pidió la renuncia de la fiscal general Pam Bondi. El general retirado Michael Flynn también expresó su desacuerdo, señalando que “el caso Epstein no va a desaparecer”.
El propio Trump negó haber sido mencionado en los documentos y elogió el manejo del caso por parte de Bondi, aunque también sembró dudas sobre la veracidad de los expedientes, sugiriendo que fueron manipulados por James Comey, Barack Obama o Joe Biden.
La falta de claridad ha causado divisiones internas. Según reportes de AP, la situación llevó incluso a un enfrentamiento entre Bondi y el subdirector del FBI, Dan Bongino, quien anteriormente había prometido que la lista de clientes “sacudiría al mundo político”.
Steve Bannon advirtió que esta decisión podría fracturar al movimiento MAGA y estimó que se perdería al menos “un 10 % del apoyo”. Mientras tanto, líderes demócratas en el Congreso han aprovechado la crisis para señalar la incongruencia de legisladores republicanos que en el pasado pedían abrir los expedientes de Epstein, pero recientemente votaron en contra de propuestas similares.
La polémica evidencia un punto de inflexión dentro del trumpismo, que durante años ha alimentado una narrativa basada en teorías de conspiración, muchas de ellas centradas en el caso Epstein como símbolo de una lucha contra las élites globalistas. La decepción entre sus seguidores crece, especialmente luego de que Trump les pidiera “no perder tiempo ni energía” en el tema.
Las consecuencias políticas ya se sienten. En la Cumbre de Acción Estudiantil organizada por Turning Point USA, el comediante Dave Smith acusó a Trump de “encubrir una gigantesca red de violadores de niños”. El público, compuesto en gran parte por simpatizantes de derecha, aplaudió y vitoreó.
Trump, que en el pasado alimentó las teorías conspirativas sobre la muerte de Epstein, ahora parece ser víctima de las expectativas que él mismo ayudó a construir. El giro en su postura ha sido interpretado por analistas conservadores como una señal de que existen presiones desde estructuras aún más poderosas, entre ellas agencias de inteligencia estadounidenses e israelíes.
El gobierno de Israel respondió negando cualquier vínculo entre Epstein y el Mossad, pero reconoció que el nombre de ex primeros ministros como Ehud Barak y Ehud Olmert sí aparece en documentos relacionados con el caso.
Para muchos dentro del movimiento MAGA, Epstein se había convertido en el símbolo máximo del mal a combatir, y su historia, en una llave para exponer al supuesto sistema oculto de corrupción global. La falta de revelaciones no solo representa una traición política, sino una grieta profunda en la estructura ideológica del trumpismo.
Trump se enfrenta ahora a una encrucijada: cumplir con la narrativa o enfrentar el costo de una decepción masiva entre sus seguidores más fieles.