Publicado originalmente por Iker Seisdedos en El País, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico:
La norma tiene que ser aprobada ahora por el Senado y firmada por Trump, que lleva meses oponiéndose a la divulgación de los materiales del millonario pederasta, que fue su amigo.
La pregunta no era si la Ley de Transparencia con los Papeles de Epstein saldría este martes adelante en la Cámara de Representantes, sino cuánto apoyo republicano recibiría la norma, que exige al Departamento de Justicia la desclasificación de los documentos relativos al caso del millonario pederasta, a la que Donald Trump y su Administración llevan meses oponiéndose. También quedó por resolver, una vez hubo superado ese primer trámite, la incógnita de cuántas zancadillas recibirá en su camino a través del Senado hasta la mesa del presidente de Estados Unidos, que ha prometido que la firmará.
La respuesta a la primera pregunta fue: todos menos uno, Clay Higgins, representante republicano por Luisiana. ¿La explicación a ese apoyo aplastante? Tras semanas de presiones en sentido contrario, Trump, que durante 15 años fue amigo de Epstein, dio permiso el domingo pasado a los congresistas republicanos para que votaran en favor de la ley. Aunque no fue tan lejos como podría: está en su mano ordenar la divulgación sin necesidad del permiso del Capitolio de esos archivos, que podrían desvelar la implicación en la red de tráfico sexual del pederasta de decenas de hombres ricos e influyentes, así como la complicidad de instituciones financieras e instancias judiciales o los fallos de las autoridades que lo dejaron actuar impunemente.
En cuanto a la segunda pregunta, aún es pronto para contestarla. Aunque el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, cuya decisión de mantenerla durante 54 días en receso retrasó el proceso legislativo mientras duraba el cierre de la Administración más largo de la historia de Estados Unidos, aventuró este martes por la mañana que la Cámara alta introducirá enmiendas en el texto. Johnson puso pegas a la ley porque, dijo, “no contiene provisiones para proteger la identidad de las víctimas”, pese a que decenas de ellas acudieron este martes al Capitolio para presionarle a él y a los suyos en busca de la aprobación.
Al speaker también le preocupa que la reputación de quienes formaban parte del círculo de influencia de Epstein ―que cometió sus crímenes entre principios de los noventa y su muerte (un suicidio, según el forense) en 2019 en una celda de máxima seguridad en Manhattan, mientras esperaba de un juicio como cabecilla de una red de tráfico sexual de menores de alcance internacional― se vea dañada con la publicación de esos materiales, en el caso de finalmente resulten no ser culpables.
“La legislación presenta graves deficiencias. Y los republicanos deben trabajar para subsanar esas deficiencias en el Senado si esta legislación llega a aprobarse”, afirmó Johnson poco antes del voto. Pese a lo cual, y pese a que los suyos han trabajado durante meses para evitar que ese momento llegara, aventuró que el apoyo sería unánime.
Si los republicanos de la Cámara alta optan por tocar el texto, eso promete dilatar, tal vez hasta principios del año que viene una travesía que empezó después de que en julio pasado la fiscal general, Pam Bondi, dijera que no iba a liberar los archivos de Esptein pese a que llevaba meses prometiéndolo.
Ese cambio de idea, que vino precedido por una reunión en la Casa Blanca en la que Bondi advirtió a Trump que su nombre estaba “por todas partes” en los papeles del millonario pederasta, puso a trabajar al Comité de Supervisión de la Cámara, que ha recibido unas 65.000 páginas de documentos −la última remesa, de unos 20.000 correos electrónicos, la pasada semana− mediante requerimientos judiciales a la familia de Epstein. Sus miembros también han pedido material al Departamento de Justicia, en cuyo poder obra una ingente cantidad de material, que se cifra en millones de páginas, pero la Administración de Trump se ha negado repetidamente a colaborar con sus pesquisas.
De ambos partidos
La noticia de que la Administración de Trump no liberaría los archivos también forjó una alianza entre representantes de ambos partidos, Ro Khanna (demócrata de California) y Thomas Massie (republicano de Kentucky), para redactar la ley que se sometía hoy a votación. Esa iniciativa contó con el apoyo de todos los demócratas y de cuatro republicanos: además de Massie, que se dijo este martes “avergonzado de su propio partido”, las representantes Lauren Boebert (Colorado), Nancy Mace (Carolina del Sur) y Marjorie Taylor-Greene (Georgia).
A Boebert la citaron el miércoles pasado en la Casa Blanca para presionarla sin éxito y tratar de que no firmara la petición que hizo avanzar la ley tras la reapertura de la Administración. “Hemos tenido que luchar contra la intimidación durante meses”, dijo Greene poco antes de la una de la tarde (hora local). Lo hizo dese el lado demócrata y ante un hemiciclo en el que estaban presentes solo un puñado de representantes.
La congresista solía ser una de las caras más prominentes del movimiento MAGA (Make America Great Again) en el Capitolio, pero su defensa de las víctimas de Epstein la ha enfrentado a Trump, que la semana pasada la repudió en una serie de agresivos mensajes en los que la llamó “traidora” y que desembocaron, según denuncia ella, en amenazas y otras tácticas de intimidación por parte de simpatizantes del presidente.
Horas antes, Greene había hablado en un acto junto a decenas de supervivientes de Epstein. Fue una conferencia de prensa desafiante, en la que muchas de las víctimas, solo unas cuantas entre las centenares del millonario pederasta hablaron tras mostrar fotos de sí mismas de cuando conocieron a Epstein, “algunas tan jóvenes como a los 14 años”, según recordó la representante Mace cuando fue su turno de hablar en la Cámara baja.
Una de ellas, Haley Robson, habló por todas cuando le dijo a Trump durante su comparecencia ante las escaleras del Capitolio: “Estoy traumatizada, pero no soy estúpida”. Las que hablaron después insistieron en sus mensajes al presidente de Estados Unidos, al pedirle que no haga “política” con su sufrimiento. También le pidieron que dejara de referirse al intento de desclasificar los documentos de Epstein como un “bulo demócrata”. Durante el debate de la ley, ese grupo de supervivientes lo interrumpió con aplausos a las intervenciones demócratas desde la grada de invitados.
“¿Qué oculta Trump? ¿Qué oculta Bondi?“, se preguntó durante una apasionada intervención el congresista Robert Garcia, el miembro de ese partido de mayor rango del Comité de Supervisión, mientras, del otro lado, Jim Jordan (Ohio) quería saber por qué durante la Administración de Biden ni se liberaron los documentos. Jamie Raskin (Maryland) contestó recordando a sus rivales que durante parte de esos cuatro años había un caso abierto en marcha, contra la cómplice de Epstein, la conseguidora Ghislaine Maxwell.Esta cumple ahora una condena a 20 años de prisión en una prisión de mínima seguridad, beneficio penitenciario al que accedió tras reunirse en julio con un enviado del Departamento de Justicia, Todd Blanche, durante nueve horas, en dos días diferentes.
La ley estadounidense prohíbe la divulgación de los materiales de un sumario de un juicio mientras esté permanezca vivo, y los demócratas se temen que la Administración de Trump se agarre a eso para seguir negándose a publicar los archivos. Trump pidió el viernes pasado a Bondi, en un gesto que viola el principio de la separación de poderes en este país, que abriera investigaciones solo contra demócratas prominentes cuyos nombres han aparecido en las sucesivas liberaciones de documentos. Citó a tres: el expresidente Bill Clinton; Larry Summers, exrector de Harvard; y el megadonante demócrata Reid Hoffman.
Bondi puso a trabajar a un fiscal de Nueva York. De prosperar los casos, eso serviría al Departamento de Justicia como excusa para no divulgar los papeles que este martes le pidieron miembros de la Cámara de Representantes de ambos partidos, junto a decenas de víctimas de quien un juez definió en cierta ocasión como “el mayor depredador sexual de la historia de Estados Unidos”.

