Para Alona, la historia de lo ocurrido la madrugada del 24 de febrero en distintas ciudades de Ucrania no es algo nuevo, sólo se convirtió en una versión más violenta del historial de enfrentamientos de los que ha sufrido su tierra natal desde su independencia.
Hoy, frente a una explanada en los límites de los municipios de Puebla y San Andrés Cholula, junto a cientos de hermanos ucranianos, rusos, bielorrusos, armenios, estonios y moldávos, no imaginó que tuviera que congregar a la comunidad de Europa del este que radica en el estado para alzar la voz en contra de una guerra, en la que no pidieron participar pero que el interés de un sólo hombre ha desatado.
Ella, junto a su familia cercana, dejaron su tierra natal Lviv, Ucrania, en el año de 1995, justo cuando la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se encontraba en plena desintegración tras la caída del oro de Berlín. Crecer en medio de un conflicto internacional no es fácil, pero Alona lo vio como una oportunidad para volverse alguien resiliente ante la situación y fortalecer valores como el respeto a los demás, aunque para su suerte, su salida no se derivó por problemas geopolíticos, sino por una oportunidad laboral para su padre en México.
“Es complicado (crecer así) pero te vuelves resiliente, tienes que comprender mucho el valor del respeto, y también como inmigrantes no importa que estemos aquí, lo que importa es nuestra unión y lo que queremos difundir, y que nos conozcan, a nuestras familias y nuestras historias verdaderas”, comenta.
La historia de Alona no es tan diferente a la de Yan, aunque los separa 19 años de su salida de Ucrania, las razones de ello son casi idénticas: la guerra y ambición del presidente ruso Putin. Originario de la ciudad de Lugansk (que hace poco declaró su independencia y fue reconocida por el gobierno de Rusia), se vio forzado a dejar su lugar de residencia cuando las tropas rusas invadieron a la región.
“Estaba muy sorprendido cuando escuchaba a Putin decir que no había ejército ruso y yo desde mi ventana hablaba con ellos, desde ahí yo dejé Lugansk, dejé mi casa, mi oficina, mi apartamento, mi trabajo, y decidí venir aquí a México”, relata Yan, viendo en México una nueva oportunidad para comenzar de cero, invirtiendo en una empresa.
Aunque él, su esposa y familia dejaron Ucrania hace ocho años y se mudaron a Puebla apenas en 2021, no dejan de tener comunicación con los que se quedaron en su ciudad, sus hermanos y padres se encuentran en pleno foco rojo de la intervención militar y lo único que oye de ellos es la propaganda que transmiten desde el Kremlin a Lugansk y Donetsk.
Para Yan, toda la campaña mediática de Putin en las zonas que detonaron su invasión son clara evidencia de la visión del presidente, su negativa a reconocer a los ucranianos y su libertad e intención de reformar la URSS. Recuerda los bombardeos en su ciudad como si fueran los mismos que él escuchaba en 2014, estruendos que le quitan el sueño al igual que a los cientos de ucranianos residentes en Puebla que deciden tomar el micrófono y enviar su mensaje al gobierno de Rusia, en especial a Vladimir Putin, para frenar los ataques.
Al igual que Yan, Alona y decenas de ucranianos y rusos en Puebla, Daria ha perdido la capacidad de dormir, tranquilizarse, estar en paz consigo a cientos de kilómetros de su tierra natal, lejos de su familia que se encuentra en una de las ciudades del centro de Ucrania.
Ella, doctora en ginecología obstétrica, lleva dos años viviendo en México por una relación sentimental y sigue pendiente de la situación en Krivoy Rog, región del centro de Ucrania que, aunque no se encuentra bajo el asedio y la tensión como Kiev, se han visto en la necesidad de esconderse bajo tierra en los bunkers, en una época del año donde el clima y temperatura llega hasta los -10 grados bajo cero.
“Esperemos que la cuestión diplomática vaya a ganar porque ya mataron a muchos niños, muchas personas civiles porque las bombas caen no sólo en los lugares militares, sino directo a varios civiles en casas que no tienen armas en sus manos. Por eso les pido rezar por mi patria y paz para Ucrania”, cuenta Daria esforzándose porque la voz no se le quiebre.
Por el poco tiempo que lleva fuera de su país, Daria tiene muy en mente toda la intervención militar que ha llevado a cabo Vladimir Putin en su tierra, siendo la incursión en Crimea la más reciente y recordada, aunque asegura que lo sucedido en Lugansk y Donetsk llegó a otro nivel.
Anastasia, por su parte, además de lamentar el número de heridos y muertos en Ucrania, recomo lamentable y preocupante la guerra sucia que ha levantado el gobierno de Rusia a través de sus embajadas en internet y redes sociales para cambiar la narrativa a su favor.
El último ataque de este tipo que vio fue la difusión de propaganda falsa en la cuenta de Twitter de la embajada de Rusia en México, donde se ha divulgado la idea de que grupos radicales nazis han sido los provocadores del conflicto armado en tierras ucranianas.
“Yo soy de Ucrania, de una región ruso hablante y no tenía ningún problema con nazis, es como funciona la propaganda rusa. Hacen poco a poco mentiras, paga publicaciones a influencers, y ahora estamos en un conflicto donde nadie sabe que está pasando realmente”, reprochó Anastasia, que al igual que Daria solo lleva dos años fuera de su tierra.
Ella conoce las mentiras que ha desatado la guerra digital Rusia, pues uno de sus puntos para desacreditar fue la ciudad de Lviv, donde ella creció y donde el gobierno ha dicho que es zona predominante de nazis, “información” que busca ocultar las operaciones en distintas ciudades de Ucrania.
“Me da mucha tristeza ver noticias porque ayer vi que pusieron bombas en las calles donde yo viví hace dos años (en Kiev), se puso una bomba a un parque memorial del holocausto, donde nazis reales mataron a judíos y se pusieron bombas, en mi cabeza yo no puedo entender esta locura de cómo puedes bombardear lugares así, y se pusieron bombas a museos y lugares históricos”, lamentó.
Aunque conoció de primera mano toda la guerra sucia y las campañas de odio y desinformación, además de vivir las intervenciones rusas, Anastasia no dejó su casa en Ucrania por cuestiones políticas, pues las coincidencias de la vida la llevaron a conocer a su pareja en Macao, China, con quien decidió viajar a México sólo por un año, pero la pandemia del covid-19 en 2020 prolongó su estadía en el país, y un año después decidieron mudarse a la entidad poblana.
Anastasia, al igual que Daria, Yan y Alona, han visto en Puebla un recibimiento igual o más cálido que su clima al final del invierno, la hospitalidad de su gente, y la belleza natural y arquitectónica de ella.
Todos, además de hermanarse por lo sucedido en Ucrania desde el 24 de febrero, se han unido por su amor a una ciudad que les ha abierto las puertas y que les ha permitido enviar su mensaje de paz al mundo.