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jueves, noviembre 21, 2024

Ideas patriarcales, peligro para la salud mental de hombres

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*Texto difundido por la Dirección de Comunicación
Social de la Universidad Iberoamericana

 

 

*Docente del Departamento de
Psicología en la Universidad
Iberoamericana

 

Hoy en día escuchar y preguntarnos por las masculinidades se ha vuelto una práctica común que busca reflexionar sobre los privilegios, que en un sistema patriarcal son incuestionables, y las obligaciones que conlleva reconocerse como hombre. 

La masculinidad hoy no tiene sólo una forma de expresión, existen diferentes formas y posibilidades para expresarla y para vivirla, por esto se habla de las “nuevas masculinidades”, éstas que buscan romper con la impostura única y rígida que se instauró en un pensamiento que exige a los hombres sostener un papel en el que jamás pueden mostrarse vulnerables, aun tratándose de temas de salud.  

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2012, los hombres acuden con menor frecuencia al médico, por lo que cuando lo hacen su situación es más grave y en promedio requieren el doble de intervenciones quirúrgicas de emergencia en comparación con las mujeres, que logran prevenir a tiempo estas complicaciones. 

Si hablamos de salud mental o emocional, los datos estadísticos son difíciles de identificar porque en este tema el estigma de lo “masculino” está aún más arraigado. La forma social de elaborar una diferencia de género ha sido a través de los llamados “roles” que fomentan en lo femenino un mundo emocional que pareciera prohibido en lo masculino. 

Reconocer las emociones no es tarea fácil y menos si eso se asocia a una carencia o debilidad. Es decir que, el sistema en el que vivimos exige a las masculinidades mostrarse fuertes y “sin falla”, impactando de manera directa en muchos ámbitos, entre ellos, por supuesto, la salud mental. Pensar que existe una diferencia entre hombres y mujeres en términos de salud mental implica reforzar estos estereotipos de género de los que hablamos; no es que la diferencia y el impacto radiquen en algo del sexo, resulta evidente que las consecuencias vienen de lo social. 

Desde la década de los setenta, los movimientos y las pensadoras feministas han evidenciado que el sistema en el que vivimos se ha sustentado en la invención de lo que hoy conocemos como la diferencia de géneros. Hoy sabemos que lo masculino y lo femenino son imposiciones sociales que buscan perpetuar el pensamiento binario sin importar las consecuencias, que afortunadamente hoy podemos cuestionar. 

Cuestionar el género requiere discutir también otros conceptos que se vuelven imperativos epocales como la propia salud mental. Si no existe una masculinidad única, sino muchas formas de vivirse desde las masculinidades; tampoco existe una (sola) salud mental. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “salud” como el estado de completo bienestar físico, mental y social; lo que nos lleva a pensar en la salud mental como el estado pleno de bienestar emocional, psicológico y social. Si seguimos apoyando estos conceptos que hablan de completud o de falta de afecciones, convertimos a la salud mental en un imposible, en una meta inalcanzable. 

La salud mental es compleja y responde a la subjetividad de cada persona. Es decir, pensar en la salud mental requiere tomar en cuenta a cada persona desde su individualidad para entender su posición frente a este bienestar emocional, psicológico y social. 

Sin duda, la salud mental se encuentra relacionada con las condiciones que nos atraviesan y nos posicionan del lado de los privilegios o la opresión. Nuestras historias de vida nos determinan y colocan frente a los parámetros de salud. Por supuesto no podemos dejar fuera los factores biológicos, éstos se entrelazan con los factores sociales y así generan nuestras posibilidades de respuesta. 

Más que una situación que podamos generalizar, la salud mental requiere una apuesta por desdoblar lo individual y cuestionar de manera personal los parámetros que nos están determinando, de manera fisiológica, emocional, psicológica y social. 

Cuestionar las masculinidades genera una cascada que devela lo enmarañado de nuestro sistema basado en constructos imposibles, que lejos de generar bienestar, en ocasiones nos colocan en encrucijadas difíciles de resolver.  Buscar el bienestar se vuelve un trabajo de constancia y consciencia. La salud mental se vuelve una responsabilidad que se construye desde el poder cuestionarnos y actuar conforme a nuestras reflexiones. 

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