A siete décadas de haber sido fundada, la Organización Nacional del Yunque pasó de ser una agrupación secreta a ser punta de lanza para la obtención de intereses políticos y económicos, a través de miembros suyos en los cargos públicos posibles en el país.
Sin embargo, la esencia de la cofradía sigue sin variación: La defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer, los “valores” de la familia tradicional y el desdén al derecho de las mujeres al aborto.
Tampoco ha dejado de forjar a sus militantes, quienes hasta 2002, todavía eran entrenados para el espionaje, el uso de armamento de todo tipo, la defensa cuerpo a cuerpo y el combate hacia los enemigos de la secta: agrupaciones lésbico-gay, organizaciones “socialistas” y enemigos de la fe.
Un amplio reportaje publicado por El País revivió el misterio que envuelve a la organización sectaria y reveló que entre sus reclutamientos de militantes incluye menores de edad, como es el caso de Diego Gil, quien ingresó desde los 11 años y durante su adhesión a la organización fue golpeado, torturado, sufrió agresiones psicológicas y fue entrenado físicamente para combates con enemigos de la secta.
El texto revela que las órdenes que recibió Diego Gil durante los años de oro en El Yunque, iban desde entrenamientos contra masones y miembros de la jurisdicción del Opus Dei, hasta infiltrarse en congresos estatales y federales para agredir a sectores de la sociedad con diferencias ideológicas: la comunidad LGBTTTIQ, los socialistas y organizaciones Pro-Aborto, por mencionar algunos.
“Gil pasó ocho años dentro de la organización secreta, la mitad de ellos dentro de ‘la rama radical’ de una secta de por sí con valores ultraconservadores y de derecha”, asienta en el texto la periodista Georgina Zerega.
El texto continúa con la cita textual de Gil: “La conclusión a la que llegué después de ocho años fue que lo que hacen contigo es abusar de tu mente. Te convierten en una máquina de guerra. Yo era una máquina de guerra que en nombre de Cristo podía hacer cualquier cosa. Hice cosas terribles. Cuando sales descubres que eres víctima y te descubres como una persona abusada, porque eso somos los orgánicos (como le llaman a los militantes), somos personas abusadas por una institución perversa”.
Tras haber escalado al cargo de secretario del Interior, Diego Gil -enrolado al Yunque través de la organización Boy Scouts en 2002- explicó que parte de los trabajos de la secta era el manejo de información secreta, divulgación de la enseñanza y ceremonias de iniciación, éste último proceso incluía controles del cuerpo desnudo del aspirante a fin de evitar alguna intromisión de alguien que no simpatizara con la causa. “Un judío infiltrado”, por ejemplo.
El caso de Gil es interesante porque El País logra recoger las conexiones entre la organización secreta y otras confesionales. Por ejemplo, que la “rama radical” del Yunque es ni más ni menos que los Cruzados de Cristo Rey, “una organización religiosa de derecho diocesano que contaba con reconocimiento del Vaticano, que también estaba presente en España y continúa activa en México”.
Allí, abunda el reportaje, “Gil estuvo hasta 2010 preparándose para ser sacerdote mientras trabajaba para el Yunque. ‘Éramos delincuentes’, recuerda, ‘muchos de los actos de violencia y sabotajes que me tocó hacer, los hice como cruzado, colgábamos la sotana, íbamos al Congreso a armar pleito y ahí se olvidaba que éramos religiosos’”.
En otra parte del reportaje, Gil describe cómo fue su quiebre paulatino.
“El último año de Gil en El Yunque fue el más difícil. Varias cosas le hacían ruido y sus cuestionamientos a superiores le habían valido duros castigos. ‘Un día no pude más, hice mis maletas y desaparecí’. A pesar de todo los abusos físicos que sufrió, mantiene que lo peor fueron los abusos psicológicos’”.
“Cuando tú sales de una organización secreta no tienes a quién acudir porque no puedes ir con tu vecino a decirle: ‘Oye, acabo de salir de una organización secreta radical que me enseñó a torturar. Ayúdame’. ‘Estás solo con el mundo’”.
LA VERSIÓN POBLANA
Algunos de los iniciadores de esta secta religiosa conservadora fueron Sergio Ruiz de Santiago, uno de los grandes amigos de Ramón Plata Moreno –principal fundador de El Yunque–, Gerardo García Golzarri, así como los hermanos Ramón López y Mario Alberto Pujol.
En la lista también destacan José Antonio Quintana y Heberto Rodríguez Concha, patronos de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP), aunque el segundo fue durante muchos años el encargado de la Junta para el Mejoramiento Cívico, Moral y Material de Puebla, un organismo que recibía dinero público y era manejado por la ultraderecha poblana.
En la actualidad uno de los más destacados integrantes del Yunque poblano es el alcalde de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, así como Heberto Rodríguez Regordosa, el principal marionetista del CCE, organismo que aglutina a 24 cámaras empresariales en la entidad y por el que se han traspasado el coto de poder a través de personajes como Fernando Treviño, Ignacio Taico Alarcón y Carlos Montiel Solana, todos adheridos a la ultraderecha.
En pleno 2023, la secta se encuentra más viva que nunca. De hecho, el año pasado uno de sus integrantes recibió un contrato multimillonario con el Ayuntamiento de Puebla, a cargo de Eduardo Rivera Pérez, para la operación del programa parquímetros.
El Yunque también se mantiene incrustado en las filas de la Comuna poblana. Un ejemplo es Carlos Montiel Solana, coordinador de Regidores de la bancada del PAN en el Cabildo y quien se ha encargado de concretar los puntos de acuerdo que más interesan al edil, Eduardo Rivera Pérez: parquímetros, multas, concesiones y todo aquel tema que convenga a los intereses de la administración municipal.
Los lazos del Yunque con el poder en el ejercicio de gobierno son visibles también a través del hermano de Pablo Montiel Solana, vocero y mano derecha del presidente municipal Eduardo Rivera y a su vez primo de Enrique Guevara Montiel, actual director de la Unidad de Normatividad y Regulación Comercial.
Entre los ilustres personajes del Yunque se encuentran también otras familias como Guadalupe Arrubarrena y Bernardo Arrubarrena, síndica y secretario de Administración, respectivamente.
Desde la dirigencia estatal del PAN, El Yunque también ganó posición el año pasado desbancando al extinto morenovallismo. Y es que, con Augusta Díaz de Rivera al frente del partido en Puebla, ahora la intención es ungir a Rivera Pérez para escalar a la candidatura del blanquiazul para 2024.
Lo anterior le ha costado al presidente municipal ser señalado por ser el “empleado” de los yunquistas, al favorecer intereses económicos de este grupo, a través de las arcas municipales. Incluso, el edil no ha dudado en mostrar abiertamente su cercanía con los líderes de las cámaras empresariales.