En las calles de Puebla no se deja de escuchar un nombre que no sea el de Miguel Barbosa. Desde sus exequias cerca de Cholula, hasta su reposo en su querido Casa Aguayo, en el barrio de El Alto, el nombre del mandatario estatal resuena en sus alrededores.
Al conocer la noticia del deceso del gobernador morenista, Alejandra Salamanca –originaria de Jalisco, residente en Puebla desde hace varios años– quedó conmocionada.
La noticia fue sorpresiva, en especial para ella, una semana antes fue una de las visitantes de la jornada del Martes Ciudadano y habló de frente con el mandatario poblano en su oficina de Casa Aguayo.
“Yo lo vi apenas la semana pasada, porque necesitaba ayuda con el cobro de una pensión, y vi que varias personas venían para que les resolvieran sus problemas; una salió con su asunto arreglado, a otro más, le entregaron una silla de ruedas, y a mí me mandaron a una dirección de Gobernación, pero sí me solucionaron lo que necesitaba”, narró Alejandra mientras esperaba en la fila para ingresar a Casa Aguayo.
Pero algo en el gobernador le preocupó, su gesto se observaba cansado, debilitado, a pesar de ello permaneció atendiendo a los poblanos desde su despacho
Para Alejandra, la actitud de Miguel Barbosa era algo nuevo para la entidad, los mandatarios en Puebla se caracterizaban por “creerse de sangre azul” y su cercanía con el pueblo era casi nula, los cercos de seguridad, la protección de los guardias era la costumbre que les impedía tener contacto con ellos.
Por eso el estilo de Miguel Barbosa era algo nuevo y refrescante para ella pues, al igual que estaba acostumbrada con gobernadores del norte del país, el mandatario morenista prefería tener el contacto de la gente para resolver sus problemas.
“Cuando me enteré de su muerte yo estaba durmiendo, vi las noticias y hasta me exalté, la verdad quedé muy sorprendida, no lo podía creer; él llegó a cambiar la forma de gobernar, de ser más cercano a los ciudadanos, y no, aún no creo que ya no esté”, expresó mientras avanzaba la fila.
Unos metros más atrás de ella se encontraba Carlos García, un señor de alrededor de 55 años, que iba solo con la intención de despedirse de alguien que consideraba un amigo desde sus tiempos como líder del PRD.
Para Carlos, Miguel Barbosa fue uno de los principales representantes de la izquierda de Puebla, y su cercanía con el ahora presidente Andrés Manuel López Obrador desde sus tiempos de lucha en el Sol Azteca hasta la actualidad en el morenismo es muestra de ello.
En su opinión, la gestión de Miguel Barbosa merecería un aceptable 8; pues, aunque tuvo atinos en la coordinación del estado durante la pandemia, no se pudo evaluar por completo el impacto que alcanzó su combate a la corrupción de los gobiernos del pasado.
“Fue una gestión fructífera, si me lo preguntas yo lo evaluaría con un 8 porque tuvo un buen manejo de la pandemia, el estado no se descontroló en ese tiempo, pero creo que faltó tiempo para que complementara su idea”, dijo con una mirada casi cerrada.
Pero Carlos García ve más allá del fallecimiento del gobernador morenista y se preocupa por el destino y la historia de Puebla, pues recuerda que Miguel Barbosa no ha sido el único gobernador que ha perdido la entidad.
“Me impactó porque Puebla sale de varias circunstancias que pasaron hace cuatro años, y en los últimos años Puebla tendrá ya casi ocho gobernadores en seis años, y Puebla tiene que llegar a la estabilidad que tenía para regresar a la que era hace muchos años”, consideró.
SE DESPIDEN LOS POBLANOS
La carroza viaja por las calles de la ciudad de los ángeles. A su paso, lejos del estilo tan hermético que se manejaba en otros gobiernos, los restos de Miguel Barbosa eran recibidos entre cánticos de gobernador.
Su paso iba lento, pero era para que cada uno de los poblanos que quería despedirse por última vez lo pudiera hacer.
A su llegada a Casa Aguayo, una hilera repleta de coronas de flores blancas tapaba la entrada del edificio, flores que dejaban cada uno de los poblanos, algunos acompañados de cruces y otros simplemente de ramos.
Por un extremo del edificio la fila avanzaba de forma paulatina, cada una de las personas entraba, rendía una oración, se persignaban y se retiraban del lugar.
Al otro extremo de Casa Aguayo, en la salida, se encontraba Martha Reyes, una docente de más de 25 años de carrera, caminaba sin rumbo entre las vallas que resguardaban las inmediaciones, aún se encontraba en estado de shock, asimilando lo que acaba de ver.
Hace unos momentos había entrado a Casa Aguayo y vio el féretro del gobernador de Puebla y aún no lograba aceptar y comprender que Miguel Barbosa se fue y que no lo volverá a ver.
Martha lo recuerda por el diálogo que sostuvo el mandatario con los integrantes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para resolver un conflicto con la entrega de salarios para el magisterio, conflicto que no le correspondía pero que se comprometió a atender y resolver.
Pero más allá de este tema, lo recuerda por su trabajo como diputado y senador, impulsando temas para la transparencia del país con un sentido de izquierda similar al del presidente López Obrador.
La noticia le cayó a Martha como un golpe seco de realidad, como si su mundo se viniera abajo que tuvo que ser rebajado por su familia.
“Yo regresaba de trabajar de la escuela y mis hijas fueron las que me dijeron ‘tenemos que decirte algo, pero queremos que te tranquilices’, y en ese momento yo ya me imaginaba lo peor, cuando me dijeron que el gobernador Miguel Barbosa había fallecido yo sentí que mi mundo se acababa, no lo podía aceptar que alguien tan bueno que trabajó por los poblanos se haya ido”, dijo consternada.
A la mañana siguiente de saber de lo ocurrido, Martha aprovechó su visita a la Unidad Deportiva Mario Vázquez Raña para recibir un premio por su participación en una competencia de maratón, con la intención de aprovechar para caminar, despejar las ideas y emprender el camino en su ropa deportiva hasta Casa Aguayo para despedirse del gobernador de Puebla.
