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viernes, noviembre 22, 2024

El poeta y el miserable señor X (o relato del tiempo donde, si pasa lo que no pasara que está pasando)

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Crónica |Aldo Báez

Cuando uno recuerda el poema de apertura del enorme y casi olvidado Ricardo Castillo —y es de mañana, un poco fría—, y la gente se reúne, porque algo no checa en su vida, algo ha cambiado, tal vez nada, pero cuando la vida es gris y solo los privilegios emergen rabiosos y se vuelcan contra uno mismo, en cuando se empieza a ver la necesidad de decir cosas vacías.

Cuando el predicador levanta la voz y desde su propio eco descubre que solo mentiras salen con alegría y desafía las tristes instituciones para respetarlas porque nadie cree en ellas (ni, por supuesto, sabe lo que son). Y levantó la voz al escuchar lo triste de la descendiente de la lucha por el voto de la mujer y que ahora solo tuitea y (reconoce que tuitera no sirve, (sic) mentiras el señor X, la mira de reojo) y pide que su hija no crezca o no descubra lo triste que puede ser la vida.

No sabemos si toman o protesta, pero levantan la mano algunos distraídos de la primera fila y se toman la foto y se toman la selfie. Será entonces cuando todos descubren que se agotaron las palabras sin que emergiera una sola protesta, más allá de las consabidas mentiras repetidas hasta el cansancio por las redes sociales e Internet.

Es cuando la voz suena diferente y el pobrecito, Señor X, parece no querer hablar y piensa

Jamás he servido para nada.

No he hecho sino cronometrar el aniquilamiento.

Como alguien me lo dijo alguna vez: Valgo Madre.

Para remendar lo que sucede, el hijo del mormón, Moroni, el que algún día, ángel le hicieron creer que era su vida. Y que su mensaje debería ser escuchado por el mundo desde lo más alto de la iglesia de sus parientes de mientes, y trata de exaltar a la concurrencia, que lo miran con curiosidad esperando el mensaje que de antemano saben, no llegará.

El señor Esquivo (Roberto por nombre y a su sabio entender experto en las inseguridades de la vida), a su lado, el Monsieur Corvo que, por cierto, estaba en el lugar correcto (donde se juntan los cuervos), más atrás y al fondo, el Fraile los miraba como pidiendo que lo descubrieran, entre  tanto, la señora en el pódium recomendaba que: algo tenían que hacer para que no pasara lo que estaba pasando pero que si pasaba entonces sabrían que no habían hecho lo que tenían que hacer para que no pasara. (así se oyó, aplausos, de los desaforados)

El señor X pensaba,

La realidad es una broma que ya me está poniendo nervioso

Y veía a los presentes con la idea de que

Todo hombre come un plato diario de confusión, (recorría a los organizadores, pensado en qué plato le daría a cada uno, al final esa es su Gracia, dar platos de confusión y pagarlos, of course)

Y quiso gritarles que

Todo esto es importante ahora que el mundo anda echando reparos

Claudio agacha la cabeza, no ve sino el inicio de su tercer fracaso (Unido, va por México, al carajo, Sí, al carajo) y comenta que su propia mujer le dice que: Claudio cada día estás peor. Tres fracasos son muchos, pero en el fondo lo que le emberrincha es que no sabe, como nadie de los asistentes, qué hace ahí.

Entonces, este rico empresario (a costa de las fechorías paternas), mientras lo abrazan, no piensa ni adivina que un poeta que, no conoce ni conocerá porque así es la vida y Claudio no sabe que Ricardo Castillo adivinó la tristeza, con que un día se marcharía de Puebla, diciendo

Jamás he servido para nada.

Valgo madre.

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