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jueves, marzo 28, 2024

Lluvia de cenizas en la Ruta 3

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Se conocieron en la Ruta 3, ese domingo la ciudad había amanecido cubierta de cenizas, por los estragos causados en cada uno de los escupitajos de fuego del Popocatépetl. La tarde caía, eran casi las 7 de la noche. Jimena, pese a las advertencias que había escuchado en la radio, fue a visitar a su mamá en la Colonia del Carmen e iba de regreso para la punta más alta de Analco, donde vivía.  

El horizonte se ponía de un gris sospechoso. Ramiro venía de trabajar porque en la taquería no perdonaban a nadie así se estuviera cayendo el mundo, además estaba muy familiarizado con las cenizas porque las limpias todos los días, luego de que el carbón hiciera su trabajo al cocinar la carne del trompo.   

Se subieron uno de tras del otro, en la avenida 13 con la calle de la 16 de septiembre. El cielo se puso pesado y una rara brisa fuerte acompañaba el ir y venir de los árboles. La miró de reojo y con su mano izquierda limpió las cenizas de los únicos asientos que quedaban. Cuando bajaban por la misma Av. 13, se escuchó un trueno muy fuerte, los dos se movieron del asiento, y en menos de 2 minutos empezó a caer un palo agua que nadie se lo esperaba. Jimena se asustaba en cada trueno, él le dijo que se calmara, que no pasaba nada excepto si uno de los rayos le caía a la ruta, y sonrió, ella se preocupó más.  

La lluvia y las cenizas formaban en el cielo pequeñas bolas invisibles que caían al compás de una música estruendosa que generaba la misma fuerza de la naturaleza, ¿hasta qué punto aquello que estaban viviendo dentro de la Ruta 3 era un hecho irreversible?  

A Jimena, que iba sentada del lado de  la ventana, se le iluminaba el rostro cada vez que la luz del rayo parpadeaba en el horizonte, una chica de 25 años, piel blanca, ojos claros, cabello liso castaño, estatura media, y Ramiro, de rasgos toscos, cabello negro rapado, ojos aindiados, de tez café, fueron testigos directos de una mitología moderna, donde el choque del fuego con el agua, del agua con la ceniza, de la ceniza con la tierra, de la tierra que soportaba a un volcán que regurgitaba y al mismo tiempo le caía un rayo encima parecía una película sobre el apocalipsis, o mejor aún, un lugar sagrado que venerarían nuestro antepasados.  

Jimena y Ramiro actores de una presencia infalible y milenaria, rodaban para sus casas, sobre unas llantas que pisaba la memoria vuelta ceniza y agua de la ciudad. La naturaleza infalible junto a la ley del caos moviéndose en la entropía de la Ruta 3, a un lugar de Puebla, a un espacio que los llevaba nerviosos, además de tener que seguir viviendo, cada uno por separado.   

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