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jueves, octubre 23, 2025

El relanzamiento del PAN

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Publicado originalmente por Carlos A. Pérez Ricart en Reforma, compartimos este reportaje por su relevancia e interés periodístico.

Relanzar es uno de ellos. Se relanzan perfumes, refrescos, líneas aéreas al borde de la quiebra y teléfonos con mejor cámara. Se relanzan programas matutinos, juegos de consola y series de los noventa. Se relanzan Fey, Kabah, Magneto y Kairo, convencidos de que la adolescencia puede reponerse a fuerza de luces LED. Se relanzan revistas de chismes, noticieros con nuevo conductor y festivales “renovados” que repiten el mismo cartel de hace quince años. Se relanzan marcas de croquetas y cereales con “receta mejorada”.

Los partidos, en cambio, no se relanzan. O se reinventan o se extinguen. “Relanzar” pertenece al vocabulario del mercado, no al de la política. Su sola pronunciación delata la renuncia a la autocrítica y el refugio en la mercadotecnia. Sintetiza el intento desesperado de vender como novedad lo que hace tiempo dejó de tener vida.

La mención misma del verbo revela el extravío y la certeza: a Jorge Romero le importa más el envase que el proyecto.

Así comencé: hay verbos que delatan.

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Se relanzan, cómo no, también las mafias. Lo ocurrido el domingo no inaugura una nueva etapa del Partido Acción Nacional; consagra, más bien, con toda naturalidad, el dominio de su facción más opaca: la cofradía panista de la alcaldía Benito Juárez.

La palabra dirigencia queda muy grande. Lo que hoy encabeza Jorge Romero es una hermandad cerrada -compacta, compactísima- que ha hecho del poder un negocio inmobiliario, del partido en la capital una tapadera y de la política un sistema de cuotas y favores. A eso se reduce.

Para ellos, cómo no, relanzar sí es un buen verbo: la ilusión de movimiento que oculta la persistencia del mismo grupo en el poder.

La Benito Juárez es su emblema y su advertencia. Allí, hace no tanto, un grupo de jóvenes aprendió a convertir la política en urbanismo lucrativo: a negociar alturas, permisos y pisos.

Lo que empezó siendo un feudo local hoy aspira, sin pudor, a ser modelo nacional.

De todo ello no supimos por la transparencia ni por las auditorías, sino por la casualidad. El azaroso destino. Fue la explosión en un departamento construido fuera de norma la que abrió la primera grieta. Un estallido literal (y político) que dejó ver la estructura subterránea de favores, sobornos y autorizaciones amañadas.

Después vino la prensa, los reportajes de investigación, las denuncias ciudadanas. La verdad emergió, como siempre, desde abajo.

Y, aun así, lo que sabemos es apenas una sombra. Tan difuso, que el papel de Romero en la historia se adivina más que se comprende.

Durante la administración de Santiago Taboada, la bodega donde se resguardaban los permisos y expedientes de construcción -casi una década completa, de 2009 a 2016- se inundó. Un diluvio providencial que, por piratita coincidencia, cayó justo sobre los archivos que podían comprometer a sus aliados.

La historia mexicana tiene sus propios milagros. Suerte que en la Benito Juárez llueva a cántaros.

Solo el diluvio explica que la justicia avance entre sombras y silencios.

Y, aun así, a pesar de la desaparición de expedientes, los rastros persisten.

Hoy hay treinta y un exfuncionarios detenidos y cuatro sentenciados, entre ellos dos miembros del gabinete de Jorge Romero en la Benito Juárez.

Es cierto: el jefe político no ha sido imputado, pero su nombre flota obstinadamente en el expediente invisible de la ciudad.

Exactamente en el punto donde confluyen todas las tramas. Desde ahí, sin moverse un milímetro, pretende dirigir el relanzamiento del relanzado PAN.

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Grave error cometería Movimiento Ciudadano si viera en el relanzamiento del PAN un espejo donde reconocerse.

Durante años ha cultivado una identidad propia, una marca que -más allá de sus aciertos o extravíos- le ha permitido escapar del desgaste de la polarización partidista.

Entregarse ahora al grupo de Romero sería dilapidar ese capital simbólico en un pacto de corto aliento y poco futuro.

El PAN busca sobrevivir; MC, diferenciación.

Son propósitos distintos que solo la ansiedad del poder podría confundir.

Ojalá los dirigentes naranjas lo tengan claro.

El país ya carga con demasiados relanzamientos fallidos como para soportar uno más. No hay peor destino para una tercera vía que convertirse en sucursal del derrumbe ajeno.

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