Cuando Javier López Zavala se incorporó con Mario Marín Torres a la subsecretaría de Gobernación estatal estaba muy lejos de imaginar todos los sinsabores y delicias del poder que le esperaban.
“Eficiente”, esa era la palabra con que el oriundo de Nativitas calificaba a su subordinado. Y eso lo llevó a convertirse en su secretario particular en la Secretaría de Gobernación y, posteriormente, en el Ayuntamiento de Puebla.
En esos tiempos, el grupo compacto de Marín Torres (Mario Montero, Javier García, Alejandro Armenta, Alejandro Fernández, Javier Sánchez Galicia, Valentín Meneses) no desperdiciaban cualquier oportunidad para hacerle bullying al nacido en Pijijiapan, una comunidad de colinda entre Chiapas y Guatemala. Una zona pobre como todo el sureste.
Al arribar al Palacio Municipal, el grupo marinista se dispuso a crear la estructura necesaria para competir por la gubernatura de Puebla. Los recursos estaban asegurados, a través de la Tesorería, mientras que los grupos resentidos con el melquiadismo poco a poco se hicieron visibles.
Una jugada resultó clave en la carrera rumbo a Casa Puebla: Desbarrancar la candidatura de Carlos Alberto Julián y Nácer, la verdadera carta fuerte de Melquiades Morales. Su caída en las urnas provocó que al Palacio Municipal llegara el locuaz yunquista Luis Eduardo del Sagrado Corazón Paredes Moctezuma, quien puso de cabeza a la ciudad y los círculos de poder por su histrionismo y corrupción galopante.
Con Julián y Nácer borrado del mapa, Mario Marín comenzó su gira para visitar durante tres años a todas las comunidades en las que tenía conocidos y podía sembrar aliados. Un hombre lo seguía de cerca y tomaba nota de los avances y garantía de respaldo: Javier López Zavala.
Zavalita, mote que le pusieron sus compañeros marinistas, era la síntesis del desdén y menosprecio de quienes se sentían con mayores credenciales.
La sucesión presidencial de 2004 llegó y las cartas estaban echadas. Melquiades Morales poco pudo hacer para impedir que Mario Marín fuera ungido.
Marín tuvo enfrente a Francisco Fraile a quien borró del mapa electoral pese a los embates de la ultraderecha poblana. Los resultados fueron tan contundentes que nadie se atrevió a impugnarlos.
Fue en ese momento que, para sorpresa de todos, Javier López Zavala dejaría ser Zavalita para convertirse en el delfín de Mario Marín para la sucesión de 2010. Así arrancó el sexenio, con un secretario de Gobernación estatal plenipotenciario que absorbió los principales problemas y conflictos, pero también la capacidad de operar política y electoralmente a diestra y siniestra.
Los meses pasaron y a los marinistas poco les duro el gusto del poder. Un audio en el que Mario Marín Torres y el empresario Kamel Nacif hacen referencia a la detención por encargo de la periodista Lydia Cacho, trajo la ruida del marinismo.
Y mientras muchos marinistas se tiraron al piso ante la debacle, López Zavala siguió su hoja de ruta. Es más, se convirtió en el co-gobernador. En su figura recayó la gobernabilidad y la estrategia para salir adelante en lo que se avecinaba: la elección intermedia.
Cuando todo mundo pensaba que sería enviado como candidato a la presidencia municipal de Puebla, la sorpresiva nominación de Blanca Alcalá Ruiz fue un duro golpe. Pero todo estaba fríamente calculado: Marín necesitaba de su mejor operador en tierra para garantizar el triunfo en los 26 distritos electorales y el mayor número de presidencias municipales.
Los resultados quedaron a la vista. El PRI arrolló y el PAN, en ese tiempo dirigido por el impresentable de Rafael Micalco Méndez, ni siquiera las manos pudo meter.
Zavala iría como diputado local por la vía plurinominal, pero los buenos resultados lo dejaron fuera. A eso se sumó una intriga palaciega de un grupo de marinistas que lo veían como el rival a vencer y pretendían descarrilar su proyecto.
El chiapaneco fue recompensado con la Secretaría de Desarrollo Social y la bolsa de casi 10 mil millones de pesos a su disposición para apuntalar su candidatura a la gubernatura de Puebla. Desde ahí, entonces, comenzó el despilfarro, los sueños guajiros, el futurismo y el proyecto transexenal debido a que Mario Marín había sido exonerado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Lo que Zavala tampoco sabía en ese momento es que un pacto entre Elba Esther Gordillo y Mario Marín había sellado la unción de Rafael Moreno Valle a Casa Puebla, todo a cambio de no perseguirlo y ofrecerle total inmunidad.
Zavala no lo podía creer. No perdió la oportunidad de acusar a su antiguo jefe de haberlo traicionado, venderlo al mejor postor. Luego vinieron meses de desesperación, dolor y la más profunda tristeza.
Poco a poco, Zavala se reinventó y no dejó de ser el operador de siempre. En pleno morenovallismo fue una pieza clave para darle la estocada al PRI que lo traicionó. En la elección de 2013, por ejemplo, a través de su partido Pacto Social de Integración le arrebató al tricolor valiosos triunfos en diputaciones locales.
El 24 de julio de 2013, el periodista Arturo Luna Silva publicó una reveladora columna basada en un informe que fue presentado ante el Comité Ejecutivo Nacional del PRI sobre los resultados electorales. “La operación zavalista fue literalmente catastrófica para el Revolucionario Institucional, pues provocó la pérdida de al menos 5 diputaciones, al tiempo de obtener 113 mil 958 votos en todo el estado en la contienda por las presidencias municipales, lo cual fue determinante para perder 22 municipios, en los cuales la diferencia entre PRI y la coalición Puebla Unida son los votos, precisamente, que sacó el PSI”.
Ahí estuvo la médula de la venganza. López Zavala siguió al frente de los municipios en los que impuso a sus compadres, siempre leales al morenovallismo.
Antes del deceso de Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, nuestro personaje buscó un cobijo en la 4T. Lo logró de la mano de uno de los hermanos de Andrés Manuel López Obrador, a quien puso a su servicio toda su estructura estatal. Esta ocasión, Zavala no pedía nada más que mantener su coto de poder municipal y logró.
El problema es que problema de índole estrictamente personal desencadenaron en una terrible historia en la que aparece una exitosa abogada Cecilia Monzón Pérez y una pareja (Zavala) incapaz de reconocer la paternidad de la hija que ambos procrearon ni hacerse cargo de la manutención.
Los detalles del cruento crimen solo los conoce la Fiscalía General del Estado.
Por lo mientras, Zavala ha sido detenido y recluido en el Centro de Reinserción Social de Cholula en espera de todo un proceso en su contra.
Ayer en la mañana, cuando Javier López Zavala salió a la calle a hacer sus actividades cotidianas estaba muy lejos de imaginar que sería la noticia de ocho columnas de todos los medios digitales e impresos.