Las renovaciones de las secretarías generales y comités del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, secciones 23 y 51, prometen convertirse en una auténtica pelea de puercos contra marranos.
Por primera vez, en sus más de 80 y 65 años de existencia respectivamente, ambas secciones magisteriales elegirán a sus dirigentes por la vía del voto universal, secreto y directo. Eso desató una nueva dinámica al interior de la organización.
¿Están los maestros preparados para democracia sindical? Sí y no.
Por una parte, son uno de los gremios más complejos, pero conscientes de la lucha política y laboral. Eso los ha llevado a buscar espacios democráticos de expresión, en los que han hecho pasar difíciles momentos a sus dirigencias. Pero, por otro lado, los maestros están muy lejos de actuar como demócratas. En su ADN se encuentra la verticalidad que les enseñó el ejercicio despótico del poder y la negociación como moneda de cambio.
¿Cuántos congresos estatales han pasado, los maestros se han rebelado contra las
imposiciones y no pasa absolutamente nada que ponga en riesgo a la institución?
Decenas -sino es que cientos de veces, pero el centralismo del Comité Ejecutivo Nacional se ha encargado de desactivar toda mancha de revuelta.
Bueno, hasta la disidencia, auténtica delincuencia organizada, aglutinada en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, coexiste al interior del SNTE. Nunca ha tenido el interés por dejar el charrismo ni independizarse. Eso los llevaría de inmediato a perder las canonjías que da el contrato colectivo de trabajo y, a través del cual, ha podido acceder a multimillonarias partidas del erario en estados como Oaxaca o Michoacán.
Por eso es difícil creer que la unción de las nuevas dirigencias de las secciones 23 y 51 vayan a cambiar algo en la vida de la organización. Se espera, eso sí, acarreo, mapacherías y todas las lindezas que los líderes magisteriales han desplegado en las elecciones locales y federales para hacer ganar, primero al PRI y después al partido que mejor les conviniera, pero disfrazados de Nueva Alianza.
El SNTE a estas alturas es un viejito achacoso, con alzheimer, que se niega a entender que la realidad cambió radicalmente y está condenada a la extinción. Los viejos maestros egresados de las escuelas normalistas, forjados en la concepción socialista y lucha sindical, que antes le daban vida a este sindicato, gozan de su retiro, han fallecido o están próximos a jubilarse.
En tanto, las nuevas generaciones nunca han entendido para qué sirve el sindicato ni la necesidad de cuidarlo, ya que su plaza no fue producto del esfuerzo sino de una transacción económica o fruto de la herencia —cual tierra de cultivo— de sus familiares. Esos mismos “maestros” se licenciaron en derecho, arquitectura, psicología y demás carreras alejadas de la docencia.
Las horas adicionales de trabajo que han conseguido después de adquirir la plaza ha sido por su propia inteligencia. Algunos, incluso, han tenido que luchar contra las mafias escolares, les llaman delegaciones sindicales, del propio SNTE para acceder a más beneficios.
Los propios dirigentes, de hecho, fueron los responsables de darle a su sindicato uno de los más potentes venenos que provocaron su muerte: la corrupción. Venta de plazas y horas, cobros por cambios de adscripción, ascensos producto del acoso sexual y el chantaje.
Lo peor es que la dirigencia nunca se interesó por la calidad hasta que vio que todo estaba perdido. Antes de proponer la Alianza por la Calidad de la Educación, el SNTE y Elba Esther Gordillo Morales crearon una clase media privilegiada de trabajadores de la educación, a quienes bombardearon con apoyos económicos y salariales de todo tipo a cambio de mantenerlos dentro del redil y calladitos.
Nadie dijo nada mientras la fiesta estaba en su apogeo, pero llegó el tiempo de las vacas flacas —llamadas evaluación— y todo colapsó. Los antiguos beneficiarios culparon a su sindicato de darles la espalda.
Hoy, el sindicato es un muerto que no sabe que está muerto. Fue arrollado y reducido a nada después de la reforma educativa de Enrique Peña Nieto y el encarcelamiento de Elba Esther —hoy ansiosa por regresar a sus fueros. Ese vacío lo llenó la CNTE, un cártel criminal que tiene secuestrada a la educación en México.
¿Hay una efervescencia democrática al interior de las secciones 23 y 51 para la renovación que dé indicios de que nuevos aires soplan en el magisterio? No, de hecho, ha habido más efervescencia en otros años.
Y, para colmo, está la mano del CEN del SNTE que ha tenido que remar a contracorriente en otros estados, en donde las renovaciones se convirtieron en
auténticas reyertas.
Acercarse al SNTE en estos días es oler a naftalina y descomposición.
El cadáver se murió hace mucho y algunos creen que puede hacerse un Frankenstein de lo que quedó.