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jueves, noviembre 21, 2024

Morena y la izquierda que era necesaria

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Primero fue la precisa disección que realizó el senador Alejandro Armenta Mier para explicar de qué va la operación cicatriz que urge en Morena después del proceso interno para elegir al precandidato a la gubernatura de Puebla.

Después fue la imagen de los siete aspirantes, incluido el ganador, junto con Sergio Salomón Céspedes Peregrina, el jefe político de Morena en Puebla. Una fotografía que desterró cualquier posibilidad de ruptura o escisión. (Fue el auténtico humo blanco, pues).

La conclusión: Morena, a través de sus principales actores, está en el camino correcto rumbo a 2024, al privilegiar la unidad y el oficio político en lugar de los intereses personales, el rompimiento y la guerra.

Ahora tendrá que venir forzosamente el equilibrio de fuerzas -de acuerdo con el peso específico de cada corriente- para terminar de consolidar al trabuco que, tal y como están las cosas, tiene todo para arrollar al Frente Amplio por México en las urnas.

Lo visto en las últimas 48 horas, desde la concentración de Ignacio Mier Velazco con su base de simpatizantes hasta la fotografía de la unidad, es algo inédito para la vida política de la entidad.

Y no es exageración.

En una clase política como la poblana, acostumbrada a la rebatiña, la carnicería, las traiciones, el rompimiento, el pataleo y la extorsión, ver a las principales figuras de Morena dar paso a la prudencia, a la institucionalidad -la que de verdad construye un Estado y no la rancia práctica del priismo de la década de los 70-, a la disposición de construir y alcanzar acuerdos, es una bocana de aire fresco.

Ignacio Mier tenía la opción de romper lanzas y lanzarse a la guerra, con todo lo que eso implica. O, bien, apostar por el boicot sistemático.

Alejandro Armenta y su grupo tenían el camino de la soberbia y la arrogancia tras la victoria arrolladora en el proceso interno. Aplicar la exclusión bajo la premisa de que ganaron pese a tener todo en contra.

Claudia Rivera Vivanco pudo montarse en una rebelión y exigir su cuota de género.

Olivia Salomón pudo ignorar a todos y regresar a sus actividades empresariales que le reditúan mucho más que la política.

Julio Huerta Gómez tenía la opción de aprovechar que es el depositario de la estructura político-electoral más grande en la entidad para boicotear cualquier acuerdo.

Liz Sánchez pudo exigir su derecho de veto a través de la dirigencia nacional del Partido del Trabajo.

Rodrigo Abdala también pudo dar una estocada mortal al proceso con una descalificación suya.

Pero nada de eso ocurrió.

El ganador de la contienda y los seis aspirantes estuvieron a la altura de lo que les demanda la historia de Puebla.

Todos confluyeron para privilegiar la unidad, cerrar filas y, entonces sí, mirar hacia adelante para construir lo que se necesita para la entidad siga siendo gobernada por la izquierda.

Y todos se aglutinaron a instancias del hombre que limpió el camino, generó las mejores condiciones para la sucesión e impuso como únicas premisas el piso parejo y no olvidar que lo más importante es Puebla.

Por eso Sergio Salomón es el líder político indiscutible de la entidad. Ya se lo demostró a la Federación y lo reconfirmó en la entidad.

Su estilo personal de gobernar es lo que Puebla necesitaba en estos tiempos tan convulsos.

A su vez, la actitud ejemplar asumida por los hombres más importantes de Morena en Puebla es un ejemplo para todos, principalmente para los integrantes de los diferentes grupos políticos que andan ansiosos por cobrar cuentas de ida y vuelta.

Es también un ejemplo para la ciudadanía de que la izquierda es el camino correcto, que pese a las diferencias hay capacidad y oficio para alcanzar acuerdos y ponerse de acuerdo. Que más allá de las diferencias y las discrepanciassiempre habrá cabida al consenso.

Es un extraordinario mensaje para la oposición y para elevar el nivel de debate. Dejar la politiquería y apostar por la visión de los estadistas.

El debate del proceso electoral debe ser el proyecto de Estado que requiere la entidad y la corriente de pensamiento, convicción e ideario político que puede concretarlo. La lucha no es el poder por el poder. Mirarlo así es una evidente miopía o mezquindad.

Por eso es que este ejercicio en Morena es un extraordinario mensaje de que los tiempos han cambiado.

Sería ingenuo pensar que no habrá diferencias al interior de Morena. Ya lo dijo Alejandro Armenta en su conferencia de prensa matutina, en la que desgranó su apuesta por la operación cicatriz: “La unidad no es incondicionalidad o uniformidad, es respeto mutuo, es incorporación… ¿Qué tenemos que hacer? Desterrar la soberbia, hacer a un lado la exclusión, la arrogancia, la prepotencia, abrir los brazos con los cuidados que corresponde, eso lo vamos a hacer, lo estamos haciendo”.

Lo importante es que los pesos y contrapesos están siendo construidos, que existe un jefe político que goza de la solvencia moral suficiente para garantizar que nada se descomponga y un precandidato que entiende la importancia del respeto y suma de todos.

La política es, entre otras cosas, el arte de caminar en medio de un campo minado y salir vivo.

La izquierda poblana ha demostrado estar a la altura de ese reto.

Hoy se puede decir que la nueva clase política que gobierna Puebla ha llegado a generar su propia condición de madurez.

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