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viernes, noviembre 22, 2024

Lalo Rivera y la costumbre de ganar perdiendo

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El alcalde Eduardo Rivera Pérez pensó que tendría una semana de plácemes. El domingo 23 de octubre recuperó para la Organización Nacional del Yunque el control del PAN que les había sido arrebatado desde 2006 cuando Rafael Moreno Valle Rosas se colocó por la puerta de enfrente y los convirtió en parias.

A eso se sumaría la visita a Puebla, efectuada este martes 25 de octubre, por parte de Claudio X. González, cabeza de la sediciente organización Sí por México, que financia a los odiadores de la 4T, además de agrupar a los ultraderechistas de clóset y ciudadanos que no los conocen ni en su propia colonia.

El objetivo era demostrar que el munícipe tenía todos los hilos en las manos para forjar un trabuco con miras a 2024. Hubo una especie de festejo inocentón porque el Yunque controla el Comité Directivo Estatal y el Consejo Estatal panista, mientras que el brazo guerrillero de Sí por México los acompañaría con la fuerza de las señoras gritonas de FRENA.

Para desgracia de Eduardo Rivera sus sueños cayeron en picada con un solo acto: el primer informe de labores de la bancada del PRI en el Congreso del estado. Solo fueron necesarias unas cuantas horas para que la realidad lo devolviera a su condición.

El lunes 24 de octubre, el priismo poblano se pintó con los colores de guerra para proclamar su independencia y ratificar su papel estratégico en la alianza Va por Puebla.

El tricolor evidenció la fragilidad del PAN en la contienda de 2024 y, a través de Jorge Estefan Chidiac, advirtió que no están dispuestos a ubicarse en el último vagón del tren, susceptible de ser canjeado, menospreciado o ninguneado por otras fuerzas políticas.

¿Puede el PAN ganar la elección de 2024 sin el PRI? La respuesta es un rotundo no. De ahí que la sorpresiva reacción del priismo este lunes pasado causó un doble impacto: El tricolor sepultó la idea construida por el panismo de que era los primos incómodos y puso en la mesa su capacidad para jugar como quieran y con quien quieran.

Una de las lecturas del encuentro organizado por la bancada del PRI, al que asistió el gobernador Miguel Barbosa Huerta, fue que la alianza Va por México entró en un coma inducido. El mandatario estatal abrió la puerta a los priistas para construir juntos, les dio su lugar como oposición y reconoció el oficio para sacar adelante reformas transcendentales para la entidad que han reconfigura el nuevo régimen.

Ese apapacho público nunca lo han tenido de su aliado el PAN. Por el contrario, han sido minimizados, pisoteados, acosados y hasta vilipendiados. El caso más ejemplar es Rafael Micalco Méndez, quien tildó al líder nacional del PRI como Alejandro dobladito Moreno (Por cierto, esta actitud de diablero de la Central de Abasto, será uno de los principales argumentos para que el PRI emita un veto para el diputado local y no sea candidato de la alianza en ningún espacio).

Ese golpeteo innecesario, sumado a la esquizofrenia de otros militantes que quisieran ver al tricolor como un peón más, terminó por generar el caldo de cultivo que derivó en la proclama de independencia priista y la ratificación de su posición estratégica en 2024.

Así pues, la lectura es que el PRI en Puebla puede hacer ganar o perder al PAN.

Como es de suponerse, esta declaración de guerra del tricolor cayó como un balde de agua fría a más de un panista, ya que se suma al desprecio público de Movimiento Ciudadano para cualquier alianza en la entidad.

El principal afectado fue Eduardo Rivera Pérez. Sin una alianza, el alcalde solo tiene dos opciones: Reelegirse como alcalde, lo cual incluso está en veremos porque este gobierno municipal ha sido un auténtico fiasco; o buscar una senaduría. Para este último caso, el edil tendrá que pelear con la diputada federal Genoveva Huerta Villegas.

Bajo este escenario, la recuperación del PAN a manos de Rivera Pérez y el Yunque no fue sinónimo de fortaleza, sino que hasta jugó en su contra: lo alejó de la candidatura a la gubernatura.

¿Podrá Eduardo Rivera impulsar una alianza local con el PRI? La posibilidad, a diferencia de otro tiempo, suena complicada. El tricolor tiene más incentivos y obtendría mayor fortaleza jugando solo que en compañía con el PAN, quien no ceja en su objetivo que convertirlo en su apéndice.

A eso hay que sumarle el errático comportamiento del presidente municipal y su enfermiza actitud de evadir cualquier costo político a cambio de dar rienda suelta al protagonismo. Cómo estarán las cosas que el alcalde exigió que se le abrieran un espacio en el programa del informe de labores de los diputados locales priistas para que tomara la palabra, lo cual nunca consiguió.

Tampoco hay que perder de vista que Lalo Rivera no es quien manda en el PAN, aunque sea su cara pública. El Yunque se manda solo, el alcalde es solo un peón. Impulsar una alianza no está en su naturaleza porque si algo detestan el munícipe y el Yunque es abrir espacios a otras expresiones.

La ecuación política que vive el panismo es compleja.

Su operación demostró que la sumatoria de Lalo Rivera + El Yunque + Sí por México da como resultado cero en términos de posibilidades reales de ganar si no llevan como compañero al PRI.

¿Quién iba a decir que la vida del panismo dependiera de su enemigo histórico y al que no dejan de considerar como un mal necesario?

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