El gobernador Miguel Barbosa Huerta envió este jueves un poderoso e interesante mensaje en la toma de protesta de la nueva mesa directiva de la Canirac-Puebla, en donde dio por zanjadas las diferencias con la iniciativa privada poblana que se radicalizaron con el cierre de la actividad económica por la pandemia; inauguró una nueva etapa de diálogo (cuantas sean necesarias) con el sector y dejó en claro que su gobierno tomó al toro por los cuernos durante la emergencia sanitaria, y eso valió para que la entidad sea considerada como el mejor modelo de combate al virus todo el país.
Pero también aprovechó para corregirle la plana al presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez. Fiel a su estilo, se trató de un mensaje pulcro y no hizo falta mencionarlo por su nombre.
¿A qué se debió esta postura? A la poca asepsia e indolencia política del alcalde para abordar temas cruciales para la capital poblana. Al evento empresarial llegó como llega a todos los actos de su administración: con un discurso con el que pretende quedar bien con todos y, obvio, dando coba de lo que quieren escuchar. Por no salirse del guion –aunque sea anquilosado ni genere ninguna empatía–, el munícipe decidió replicar la cantaleta de los tacaños empresarios que ven en el victimismo una manera de exigir apoyos.
Por ejemplo, Rivera Pérez perdió la oportunidad de plantear un escenario realista, propositivo y sensible sobre el corte de caja de la pandemia y un sector clave en la reactivación económica: el restaurantero. En su lugar, prefirió repetir las manidas cifras y escenarios por la pérdida de empleos, negocios que cerraron sus puertas, la ausencia de una política de turismo, entre otras cosas.
Por el contrario, Miguel Barbosa aprovechó su oportunidad para sentar las bases de la nueva realidad post-pandemia o, por lo menos, post-cuarta ola. Dicho escenario parte de un análisis de lo ocurrió y da un paso para mirar adelante, aunque la reflexión permite, con el tiempo de por medio, medir las decisiones tomadas y actitudes asumidas.
Fue así, que el mandatario reiteró que su administración tuvo que hacer frente a la pandemia solo, con sus propios recursos y con medidas inéditas que nadie se atrevió a adoptar en todo el país. Los decretos emitidos fueron el mejor ejemplo.
Tampoco, dijo, hubo tibieza en la toma decisiones. Fueron acciones firmes. Y, aunque no lo dijo ayer, la gestión barbosista no apostó por el aplauso fácil sino por medidas de Estado y, como se sabe, ese tipo de ejercicio resulta impopular y poco comprendido.
En la apertura y confidencia total reconoció que todos aprendimos a salir delante de un virus inédito en la historia del mundo. Las autoridades aprendieron a hacer frente a una pandemia de estas dimensiones sobre la marcha. Hubo un momento, incluso, en que reveló que su gobierno se enfrentó a una grave disyuntiva: “Tan malo era abrir la actividad económica como no abrirla”.
Esa situación, como es de entenderse, lo llevó a confrontarse con los diferentes organismos, pero esa etapa ha sido superada. “Las diferencias quedaron atrás”, sentenció frente a la cúpula de la iniciativa privada que se congregó en el evento.
Sin pretensiones ni soberbia, el mandatario se congratuló en afirmar que las medidas adoptadas por su gobierno en todos los sentidos permitieron que Puebla se convirtiera en un modelo nacional de atención a la pandemia, tal y como lo reconocen las autoridades sanitarias.
Luego se dedicó a plantear lo que viene. Y fue ahí, donde cobró mayor sentido el desfase del alcalde de Puebla con la realidad. En un inicio, el mandatario estatal reprochó la simulación de los gobiernos municipales para sumarse a los esfuerzos de combate a la pandemia y demandó un apoyo real, efectivo, tangible.
Ante las quejas del edil de la falta de promoción turística, Miguel Barbosa hizo un recuento de las acciones emprendidas para hacer “una promoción real” que impacte positivamente a la economía poblana.
Una muestra de que estamos avanzando, dijo, es que el sector restaurantero y la entidad reportan las mejores recuperaciones económicas del país. Por eso habrá impulso a promover el turismo y ayudar a los restauranteros y diferentes sectores económicos. La Feria de Puebla, por ejemplo, será un evento que generará orgullo a los poblanos e irá aparejada con el incentivo del turismo de congresos.
Al final, los asistentes demostraron su empatía y entendimiento hacia el mandatario con un estruendoso aplauso. (Sin exagerar).
Fue una noche en que dos visiones quedaron fijas en la mente de la iniciativa privada: un gobernador en el que se pueden confiar, que dará resultados y tomará las decisiones que nadie está dispuesto, siempre y cuando sean en beneficio del estado y, al final, el tiempo le dará la razón. Y, por el otro, un alcalde engominado que, por no salirse del guion, es capaz de convertirse en un gran simulador.
Nota bene. Eduardo Rivera Pérez hizo enojar a muchos con la declaración que ofreció este jueves sobre las medidas de seguridad que se adoptarán para el partido de futbol entre el Club Puebla y Santos de La Laguna. El alcalde aseguró muy orondo que su gobierno pondrá a disposición 150 elementos de la Policía Municipal para consolidar el operativo en el estadio Cuauhtémoc.
Al escuchar la noticia, más de uno en la directiva del Club Puebla alzó la ceja pues los acuerdos pactados en las mesas de trabajo, en las que participó también el gobierno del estado, se estableció que el municipio enviaría 230 elementos. ¿A dónde quedaron los restantes 80? ¿Acaso el edil no está que la policía municipal de Querétaro quedó rebasada precisamente porque no había elementos suficientes?
Una nueva metida de pata del alcalde que llevó al epicentro del poder en la entidad a confirmar que, para Eduardo Rivera, lo suyo, lo suyo, lo suyo… es la simulación para quedar bien con todos… aunque no lo consiga.
¡Ay, Lalito!