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miércoles, mayo 1, 2024

Se dicen cosas horribles de ti / 15

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ENTREGA XV

Todos los nombres de los personajes son reales.
Todos los enredos de los personajes son ficticios.

 

49

Jovita Jáuregui abordó al candidato Peña Nieto a su paso por la FIL. Gracias a Carreño Carlón y a Marco Levario logró aplicarle el Cuestionario Proust. Así lo publicó, mediante prudente correción a cuatro manos, en el Noroeste de Culiacán:

1. ¿Principal rasgo de su carácter?
R: Dadivoso.
2. ¿Qué cualidad aprecia más en un hombre?
R: La lealtad.
3. ¿Y en una mujer?
R: La entrega.
4. ¿Qué espera de sus amigos?
R: Amor por México.
5. ¿Su principal defecto?
R: Mi exacerbado amor por la patria.
6. ¿Su ocupación favorita?
R: Ser presidente de Mexico.
7. ¿Su ideal de felicidad?
R: Un país sin fronteras.
8. ¿Cuál sería su mayor desgracia?
R: Que a los Estados Unidos se le ocurriera
poner un muro.
9. ¿Qué le gustaría ser?
R: El mejor presidente de México en la historia.
10. ¿En qué país desearía vivir?
R: En México—Tenochtitlán.
11. ¿Su color favorito?
R: Verde, blanco y colorado.
12. ¿La flor que más le gusta?
R: La mandrágora.
13. ¿El pájaro que prefiere?
R: El pájaro carpintero.
14. ¿Sus autores favoritos en prosa?                                                                                        R: Enrique Krauze, Gaby Vargas y Yordi Rosado.
15. ¿Sus poetas?
R: López Velarde y el vate López Méndez.
16. ¿Un héroe de ficción?
R: Miguel Hidalgo.
17. ¿Una heroína?
R: Josefa Ortiz de Domínguez.
18. ¿Su compositor favorito?
R: Richard Clayderman y Barry White.
19. ¿Su pintor preferido?
R: Leonardo Nierman.
20. ¿Su héroe de la vida real?
R: Adolfo López Mateos.
21. ¿Su nombre favorito?
R: Enrique.
22. ¿Qué hábito ajeno no soporta?
R: El populismo.
23. ¿Qué es lo que más detesta?
R: A los populistas.
24. ¿Una figura histórica que le ponga mal el cuerpo?
R: Hitler.
25. ¿Un hecho de armas que admire?
R: La conquista de Tenochtitlán.
26. ¿Qué don de la naturaleza desearía poseer?
R: El don de acabar con la pobreza.
27. ¿Cómo le gustaría morir?
R: Gritando “viva México”.
28. ¿Cuál es el estado más típico de su ánimo?
R: El positivismo.
29. ¿Qué defectos le inspiran más indulgencia?
R: La soberbia y la fatuidad.
30. ¿Tiene un lema?
R: México, creo en ti.

 

50

Cristóbal Pera, alto directivo de Random House en Madrid, presentaba junto con Andrés Ramírez, Emiliano Monge y Benito Taibo el libro más reciente de Fabrizio Mejía: Nación TV. Todo iba muy bien —lleno de elogios para el autor, como son todas las presentaciones— hasta que Pera tomó la palabra y dijo que el libro era una basura, y que el autor se había dedicado a copiar y pegar lo que se fue encontrando en Google acerca de los señores Azcárraga.

Mejía, metido en un abrigo largo y polvoso —lleno de ácaros—, le dio un codazo a Ramírez como diciéndole “¿qué pedo con este güey?”. El hijo de José Agustín, editor de literatura de la empresa en México, alzó las cejas como diciéndole: “no sé, güey, te lo juro que no sé nada, güey”. Monge, en tanto, miraba al público que a su vez miraba a Pera y a Mejía.

La cosa estalló cuando Pera dijo, con su inconfundible acento sevillano, que el gran responsable de que esa basura se publicara en Random era Banchik, Robert Banchik, CEO de Penguin Random House, quien había dado órdenes terminantes de que era necesario publicar a los amigos y aliados de López Obrador, pues se temía que sería el próximo presidente de México. Un representante de Raúl Padilla le pasó un papelito a Andrés Ramírez, moderador de la mesa, diciéndole que parara todo, pero cuando éste quiso tomar la palabra Cristóbal Pera levantó la voz más fuerte hasta provocar un auténtico motín a bordo.

Fabrizio Mejía, entonces, se puso de pie —aunque dio la impresión de que seguía sentado—, y con su pequeña estatura —siempre metida en el abrigo negro de ácaros— caminó buscando la salida. Pera lo llamó “cobarde” y “prosa floja”, al tiempo que Monge y Ramírez llamaban a la prudencia. “¡Calma tus carnes!, le pidieron. Los más felices eran los espectadores, pues no esperaban el sainete que tenían ante sí.

En otra sala de la FIL, a la misma hora, Jorge G. Castañeda había despotricado en contra de su amigo y socio Héctor Aguilar Camín, a quien llamó “mamador de la ubre salinista” e “intelectual de medio pelo”. Ángeles Mastretta no toleró las ofensas y empezó a manotearle a Castañeda soltando varias frases hirientes: “Estás borracho, Jorge”, “eres un malagradecido”, “Héctor te quitó el hambre cuando eras un paria del Sistema”.

Enterado por Marisol Schultz de lo que había pasado, Raúl Padilla inició una averiguación y le encargó la misma a uno de sus pistoleros. Luego convocó a su equipo más cercano y nadie supo explicarse lo que sucedía. Nuevos reportes llegaron de otras mesas de la FIL. En el Salón Antonio Alatorre, Pedro Ángel Palou dijo que Jorge Volpi era un oportunista voraz y que ya no iba a tolerar que se asumiera como el jefe de grupo del Crack. En la Sala Juan José Arreola, una novelista cubana se le fue a golpes a Rosá Beltrán y la acusó de ser una burócrata de la cultura. En la Sala Joaquín Pardavé, Esteban Moctezuma y José Antonio Meade ridiculizaron los calcetines de Andrés Roemer y denunciaron que era un acosador sexual irrefrenable.

“¡Esto ya parece una epidemia!”, gritó desesperado Padilla. Y no se equivocaba. Un extraño virus proveniente de Rumania, y traído a Mexico por una poeta apellidada Báthory, empezó a atacar sólo a editores y escritores. El virus era una especie de suero de la verdad que les hacía decir a las víctimas las cosas que realmente pensaban. Lo ocurrido ese día era una prueba de ello. Por supuesto, ese dictamen tardó tres semanas en conocerse. Mientras tanto, el desconcierto se había ido a vivir a la FIL de Guadalajara.

 

51

La noche de los desaguisados, la discusión se fue a vivir a los diferentes restaurantes de Zapopan y Guadalajara. En la cantina La Reforma Uno, Antonio Ortuño le dijo a Juan Villoro que lo que escribía era basura y que no entendía cómo es que lo publicaba Herralde. El siempre mesurado narrador le aventó una copa de vino al pecho y le escupió la cara. En el restaurante Il Duomo, Yuri Herrera y Daniel Herrera cenaban pasta como Dios manda hasta que el segundo de los Herrera le dijo al primero que su novela La Transmigración de los Cuerpos, publicada por la editorial española Periférica, era vomitiva. En respuesta, Yuri Herrera devolvió el estómago en el fetuccini al pomodoro de Daniel Herrera. En Santo Coyote, Fernanda Melchor, Valeria Luiselli, Verónica Gerber, Brenda Lozano (la Pañales) y Laia Jufresa protagonizaron una batalla campal por razones extra literarias. Presente entre el público, Alejandra Macchia les gritó feminazis y chairas. Finalmente, en el restaurante Los Arcos, Carlos Velázquez y Daniel Saldaña se ofendieron hasta llegar a los golpes.

Jovita Jáuregui, por órdenes de Raúl Padilla, no comentó el tema en su columna La Feria de los Libros pese a que el director del Noroeste de Culiacán le exigió una crónica puntual de lo que estaba ocurriendo. Ella, evasiva, dijo que las versiones de los desaguisados sólo eran eso: desaguisados, pero no pleitos. “Son debates intelectuales”, agregó. Su jefe le creyó al principio. Luego le dijo que tenía versiones fidedignas de que algo muy extraño estaba ocurriendo. Jovita le pidió a Padilla una versión para apagar el fuego. La nota de ocho de Noroeste de Culiacán fue en ese sentido: “Ni golpes ni pleitos, la FIL goza de cabal salud: Padilla”.

Por todos lados el virus hacía su efecto. Los editores hablaban basura de sus autores y éstos se quejaban del analfabetismo funcional de los primeros. En una mesa sobre periodismo, Carmen Aristegui se metió en una agria discusión con Lydia Cacho:

—Seamos sensatos, Lydia. Tu periodismo no existe porque no eres periodista. Gracias a Mario Marín te hiciste famosa, pero nunca has hecho algo memorable en los terrenos periodísticos.

—Bueno, qué risa, lo dice quien sólo es una locutora a sueldo de López Obrador.

—¡No te permito esa ligereza! ¡Ni a ti ni a nadie!

—¡Pues tú también mide tus palabras, Carmela!

¡Todos sabemos que quien te pasó la información de la Casa Blanca de Peña Nieto fue Marcelo Ebrard! ¡El periodismo de investigación tampoco es el sello de la casa Aristegui!

—¡Pues aquí todos sabemos que Zepeda Paterson movió sus influencias para los premios periodísticos que has recibido!

—¿Quieres hablar de parejas? ¡Perfecto! ¿Qué me dices de la Estafa Maestra en la que participó tu ex marido Emilio Zebadúa con Rosario Robles?

Aristegui se puso de pie y le dijo a Cacho: “¡eres una vulgar!”. Y abandonó la sala. El público, extasiado, empezó a aplaudir sin saber por qué. Presente en la conferencia, el klōn de Elena Poniatowska empezó a gritar “¡No ofendan! ¡No calumnien!”.

Ricardo Cayuela Gali, director editorial de Random House, se fue a comer con otros editores al Duomo. Ahí se encontró a Fabrizio Mejía, con su abrigo negro de ácaros, quien todavía no digería el ataque despiadado de Cristóbal Pera. Cayuela se levantó a saludarlo. Un golpe perfecto salido de un puño pequeño y blando tiró al director editorial de Penguin Random House. “¡Esto es por Pera y por todo lo que ustedes representan, bastardos del capitalismo judío!”, dijo al tiempo de sentarse y pedir un plato de gnocchis de papa.

Esa edición de la FIL de Guadalajara terminó con todos los intelectuales peleados entre sí. Los vuelos de avión fueron un desastre pues nadie quería viajar al lado del otro. Hubo que fletar aviones extras para poder sacar a los hombres de letras de Jalisco. Lo curioso es que ya en la ciudad de México, donde residía el 99 por ciento de los intelectuales, el virus se esfumó y todos volvieron a ser colegas y amigos. El síndrome de la Manita Caliente––como fue bautizado por Huberto Batis–– no volvió a aparecer jamás. No hasta hoy.

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