Ante lo leído ayer en tu columna, sin tener la información que comunicas, solo quiero escribir dos pasajes que me sucedieron y que le pueden dar más rumbo a tu escrito: son otros temas, pero al final desencadena en el mismo río.
Recuerdo dos hechos. Entrenábamos en los Olivos, alguna mañana de 2019, y existía intranquilidad por los pagos. Antes de empezar el entrenamiento, reuní a los jugadores en el vestidor de la instalación. Solo estábamos los jugadores y tu servidor. Les expliqué que por alguna razón financiera de la empresa que nos pagaba, el dinero de sus sueldos se había atrasado. Esta razón me la había comentado el señor Sosa, director deportivo en ese momento. Los jugadores, con alguna con cara larga y otros convencidos de la razón, salieron del vestidor al entrenamiento. Mi sorpresa fue que, al salir y checar mis mensajes en el teléfono, a dos pasos de la salida del vestidor, ya habías escrito por medio del Twitter lo que habíamos platicado cinco minutos antes, con pelos y señales. No es queja, es comunicar que de alguna manera te enterabas y te enteras de lo que sucede dentro del equipo. Tus formas y tus fuentes no son de ayer, por lo menos y que yo lo viví, tienen cuatro años.
El segundo hecho se refiere a una puja de poderes. Un grupo hace cosas para sacar al señor Saracho, enviado de la televisora por órdenes de Gustavo Guzmán, mano derecha y amigo personal del señor Salinas. En este grupo lo componen empleados de mayor o menor jerarquía, pero me brinca el nombre del señor Jiménez, que lo avala el título de propiedad del equipo Puebla ante la FMF. ¿Como un propietario, tiene que unirse a un grupo, se supone que de empleados de él y puestos, como debe de ser, por él, para quitar a otro empleado, que se supone, como dueño, fue puesto por el señor Jiménez?
Para darle fuerza a esta pregunta, tengo dos acontecimientos que también se dieron en 2019. El equipo, a la fecha 4, no ganaba puntos con el profesor Meza. En el medio tiempo de la jornada 4 y jugando y perdiendo contra Necaxa en el estadio Cuauhtémoc, recibo una llamada del señor Jiménez invitándome a platicar, con visos de tomar al equipo. Después me marcó el señor Sosa para acudir a una cita el lunes. En dicha reunión, me presentó a la gente que trabajaba con él y llegamos a un arreglo del contrato. Era por solo lo que restaba del torneo y se ampliaba en tiempo y el sueldo, una vez rebasados los 20 puntos. Solo comentar, por vanidad, que el equipo sumó 25 puntos. Una vez acordado los puntos, me pidió que subiera a la oficina del señor Jiménez para darle las gracias. Al subir, los pormenores del acuerdo con el señor Sosa, ya los sabía.
Al señor Manuel Jiménez lo conozco hace muchos años, seguro más de 25. Siempre él y sus hermanos, en Atlixco y luego en Puebla, se han distinguido por ser gente de trabajo y de éxito. En pocas palabras me comunico que él no avalaba lo platicado con el señor Sosa. Yo me levanté y le dije que no se preocupara y que seguíamos siendo amigos como siempre. Bajé el despacho del señor Sosa para recoger mis cosas y comunicarles la decisión del señor Jiménez. Sorprendido el señor Sosa me pidió que lo esperara en ese lugar y que él subiría a platicar con el señor Jiménez. En cosa de cinco minutos bajó y me dijo que todo arreglado y que al otro día me presentaba. En ese momento, me di cuenta que el señor Jiménez no mandaba en el equipo. ¿Cómo un empleado, puesto por gente de Azteca, era más que el supuesto tenedor del título de propiedad y no necesariamente dueño del equipo?
Después vinieron 16 partidos hasta que me dieron las gracias, 12 de una temporada y 4, ya con contrato por un año y subida de sueldo. En todo este tiempo, no menos de tres veces, el señor Guzmán hizo reuniones conmigo, en mi casa, para platicar del equipo y sacarme información del mismo. En su plática y en el apoyo que me daba, actuaba y ejercía como dueño. Cuando me despidieron, quise hablar con él y nunca me tomó la llamada, entonces hablé con el señor Jiménez y en su despacho me comunicó que eran órdenes de México.
Entonces, al leer tu escrito, confirmo quien es el dueño y quien toma las decisiones del equipo. Un dueño quita y pone al que quiera, sin necesidad de hacer complots y unirse con otros trabajadores.
Del técnico y su forma de actuar, él sabrá lo que hace y sus formas y maneras. A veces esas formas te resultan para bien y otras para mal. Yo lo tuve como jugador, en 2015, prepotente e engreído no era, era jugador, quizá raro e introvertido, con muy buena calidad, pero flojo en recuperar la pelota y difícil que su juego se adaptara a lo que juga.
Después de lo narrado, ustedes los lectores saquen su conclusión.
PD. Por lo menos y después del término de la temporada, hacía mucho tiempo que la noticia de la supuesta venta del equipo, por ahora, no se dio.