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miércoles, abril 24, 2024

Miguel Barbosa Huerta

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En este escrito todo nace por el futbol. Como todo en mi vida, el deporte me da la oportunidad de vivir y conocer personas. Recibí mil consejos de mi papá. De todos, solo uno pude llevar a cabo: el de ir de frente y reconocer los errores, asumiendo las consecuencias, pero de frente sin buscar revanchas ni justificaciones, simplemente reconocer y al perjudicado darle una explicación de tu proceder.

En este escrito y para ser coherente a lo antes mencionado, solo aparecerá el nombre del señor Miguel Barbosa Huerta.

Esta es una historia entre dos y por ningún motivo pretendo desvirtuar los hechos.

Para darle un contexto a esta lectura, nos remontamos a 2009 y quizá a 2010. El Gobierno Federal instaló a nivel nacional un programa cívico-deportivo, llamado Glorias del Deporte, en las 20 colonias más conflictivas del país. Al estado de Puebla le tocaron dos: Bosque de Amalucan y una en el municipio de Tehuacán.

En dicho programa, tuve la fortuna que me asignaran las dos en el tema deportivo.

Una vez seleccionados los niños-jóvenes de dichas colonias, 30 en la mañana y 30 en la tarde; recibían, por medio de profesores, temas enfocados en civismo y después pasaban a una cancha de futbol y practicábamos el deporte. Esto duró tres meses y hace poco me entrevisté con ocho jóvenes que egresaron de dicho programa, con familia, trabajo y agradecimiento por pertenecer al mismo.

Cuando se inauguró en Tehuacán fue la primera vez que saludé a Miguel Barbosa, en esos tiempos Senador de la República. Yo sabía quién era y quizá, él también sabía quién era yo. Estaba acompañado por el gobernador del estado de esos años. Pasó el tiempo y a la postre fue electo gobernador del Estado de Puebla.

En plena pandemia, marzo del 2019, por medio de una secretaría de estado, se instaló un programa llamado “Preparémonos”, al cual fui invitado junto con seis deportistas del estado y que consistía en agrupar a la sociedad civil mediante donativos de muchas especies y ayudar a la gente más necesitada.

En la presentación de dicho programa, en Casa Aguayo y sentados en un salón, la secretaría le explicaba al gobernador los puntos del programa. El señor gobernador estaba sentado en la cabecera y a su derecha estaba yo. Después de la presentación, tuve la oportunidad, en representación de la sociedad civil, de dar unas palabras sobre el trabajo que se tenía que realizar y el apoyo que tendríamos que dar.

Por parte de la secretaría se trabajó muy duro. Casi todos los días recibía una invitación para acudir a alguna donación de particulares, fundaciones, asociaciones, etc.

En varios eventos di testimonio que los artículos llegarán a la gente necesitada. No puedo opinar de otras muchas obras que se realizaron, pero esta que me tocó vivir, considero que tuvo mucho éxito.

A partir de ese hecho, mi relación con el señor Miguel Barbosa se hizo más grande. La primera fue cuando murió mi suegro, en situación difícil de explicar. Le marqué por teléfono y en una hora me hicieron llegar el acta de defunción, cuando la funeraria no podía lograr que se la dieran y la caja con el cuerpo lo tenía en la sala de mi casa.

Dado los acontecimientos de la muerte de mi suegro, el Gobernador me ayudo a solventarlos y poderle dar sepultura.

A partir de esos días, mis reuniones con el señor Barbosa se dieron muy seguido. Venían tiempos de elecciones y varios partidos políticos se acercaban a mi persona para ofrecerme participar con ellos en cargos públicos con el afán de conservar su registro electoral.

Yo acudía a su oficina de Casa Aguayo y, sin previa cita, me daba entrada y le platicaba las diferentes peticiones que me hacían.

Él, en la cabecera de su mesa principal, en el mismo salón de la presentación del programa Preparémonos, con la paciencia del santo Job, me daba pelos y señales de los protagonistas de mis reuniones. Así pasaron 4 o 5 pláticas. La última fue cuando al final de su explicación me dijo: ‘Chelis, tú no hagas nada hasta que recibas un mensaje mío’”. En ese momento entendí perfectamente sus palabras: no te muevas.

Pasaron una o dos semanas. Un grupo de militantes importantes de Morena me llevaron a la Ciudad de México a una entrevista con el líder del partido Morena, mismo partido del señor Miguel Barbosa. Fui y no platicamos de nada de candidaturas ni cooperaciones de campaña ni nada trascendental. Simplemente me conoció en persona y yo a él.

Después, a los dos o tres días, se aparecieron en mi casa, el señor que me había llevado a la Ciudad de México y otras personas que trabajaban en el partido en la Ciudad de Puebla con la finalidad de ofrecerme la candidatura para la presidencia municipal, amparados en estadísticas, en la cuales yo estaba muy arriba de los supuestos contendientes dentro del partido y de los supuestos contendientes de otros partidos.

En ese momento, se gestó mi error al pensar que ese era el mensaje que me había mandado el señor Gobernador en nuestra última plática. Ante su discurso, me invitaron a presentarme dentro del partido al día siguiente. Fui a las oficinas del partido y en una rueda de prensa me presentaron. Como había pandemia, las preguntas venían por medio digital y mis respuestas se basaban en que las encuestas dirían si estas me favorecían para el cargo.

Así pasaron otros tres días, antes, el partido me asignó a una decena de jóvenes con diferentes cargos dentro de mi supuesta campaña, mismos que me reuní con ellos cinco o seis veces.

También por esos días, me entrevisté con una persona que venía de la presidencia para darme temas a resaltar dentro de las entrevistas que se avecinaban. Pensé que estaba siguiendo el mensaje inicial, pero mi sorpresa llegó cuando me mando a un emisario a mi casa para decirme que había metido la pata, que toda la gente con la que me había reunido eran enemigos de él y que, por lo mismo, lo había traicionado en lo pactado, entre él y yo.

El emisario me dijo todo. En ese momento entendí mi error: no haber confirmado personalmente el supuesto mensaje que estaba recibiendo, simplemente se me hizo normal que, al ser del mismo partido político, yo tendría que saber que, al buen entendedor, pocas palabras. Pero en política no tiene efecto ese refrán; demasiado tarde.

Desde la visita del emisario nadie volvió a saber de mí. Seguí en mis programas deportivos y no tomé ninguna entrevista de tipo político; simplemente me hice a un lado, pero el error ya estaba hecho y las consecuencias tendría que pagarlas.

Quise por muchas vías y muchos medios entrevistarme con él y darle esta explicación real. Las vías y los medios se cerraron, muchos me quitaron el saludo y otros no se arriesgaron o en su momento no pudieron hacer esta entrevista.

Al final, el castigo, la reprimiendo, el pago o como le quieran poner a los hechos que hace un año sufro, no me importa: son situaciones que se pueden resolver, o no, de muchas formas.

Lo que no se podrá resolver, nunca, en esta vida, es que Miguel Barbosa Huerta, de mi propia voz, así como platicamos muchas veces, hubiese sabido el cómo se dieron los hechos. Sin importar mi persona, el señor, por la deferencia que siempre tuvo a mi persona y a mi familia, me hubiera encantado decirle de mi error y que, de política y manejo de la misma, a esos niveles, no tengo ni idea.

Hoy, ante su ausencia, estaría tranquilo, sin buscar el mínimo perdón, simplemente hablarle de frente y decirle lo estúpido que fui, a un personaje que lo único que recibí fueron consejos.

Sr. Miguel Barbosa Huerta, gracias por haberlo conocido.

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