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jueves, noviembre 21, 2024

A tapar el pozo con un periódico

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Qué tristes acontecimientos el pasado 5 de marzo en el estadio corregidora de Querétaro, fecha que quedará grabada en el fútbol mexicano. 

Qué triste fue la forma de afrontar el acontecimiento por parte de las autoridades de La Liga. A destiempo, sin rapidez, en demagogia total, copiando declaraciones que cualquier político en desgracia tomaría. 

Qué triste fueron los castigos. Un millón y medio de multa, 5 años de inhabilitar a directivos, entre ellos, Adolfo Ríos, director deportivo del Querétaro, quienes tienen la responsabilidad de todo lo deportivo y de nada de la organización del evento. 

Qué triste que los equipos no han querido desarticular las barras –que, por cierto, pomposamente les quieren llamar grupos de animación y que siempre se les llamó porras locales, habitando en el mismo inmueble con los grupos de porras visitantes, con problemas entre ellas en alguna ocasión, pero con el colorido que le dan al espectáculo indispensable en un juego de fútbol–. 

Menciono que no han querido desarticular a estos grupos de choque, afectando de antemano los intereses de los dueños de los equipos porque algún motivo oculto tienen. Es imposible que un grupo de no más de 500 animales puedan más que el orden público, la ley y, lo más importante, el entretenimiento de personas que van a los estadios. 

La solución que le dieron es lamentable: al minuto 63 se para el juego y se recuerda que todos los que están en el campo por la paz. Se reduce la entrada de los porristas o aficionados de equipos o, lo peor, se juega a puerta cerrada. Se invita a un grupo grande de niños, con camiseta blanca, refresco y una golosina, más propios que una invitación a un bautizo; claro que es bueno que los niños acudan al estadio, pero por favor no los utilicen para tapar lo que de tajo pudieron evitar. 

El mejor o más grande activo que tienen los equipos no son sus jugadores, no es su entrenador, no es su estadio; su mejor activo es su AFICIÓN. A ellos se deben y ellos hacen parte de sus vidas al equipo de su preferencia. Este activo cada día lo devalúan más: si no van estadio, mejor, así se evitan problemas. Si no damos espectáculo, no pasa nada, ellos nos seguirán aguantando. Si quitamos ascenso y descenso con la mentira de afianzar y darle credibilidad financiera a las instituciones, no pasa nada; cuando le dan un certificado de propiedad para competir a un grupo de representantes y promotores de jugadores que, por reglamento no podría ser y que al final, se les da las gracias, si es que se las dieron y los desaparecen, pensando en un correctivo que ellos mismos apoyaron. Mientras tanto, hoy la afición de Querétaro sufre sin poder ver a su equipo en el estadio. Mañana puede ser la de Puebla o la de Aguascalientes o la de San Luis, total, en cualquier sistema de cable los podrán ver, plataformas que tienen por dueño a los mismos propietarios de los equipos. 

Los aficionados de estadio tienden a desaparecer porque pasarán de ser activos a ser cargas, pasaron de ser quienes dan color, sabor, alegría y desfogue, a ser problemas para la logística de los organizadores. 

Todo lo anterior, y más, es triste y no me quiero hacer a la idea. 

Dueños, jugadores, medios de comunicación, aficionados, gobiernos… no permitamos que el entretenimiento de más de 60 millones de mexicanos desaparezca en manos de 2 mil delincuentes enquistados en los equipos y en 14 propietarios que no quieren ver la responsabilidad social que adquieren al tener un equipo de fútbol. Dejen de tapar pozos con papel periódico porque, cuando llueva y se moje, el hoyo seguirá intacto. 

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