El hombre del acordeón
Su música resuena por el largo y soterrado pasillo.
Bueno, un pianista que pasa por su lado no piensa así,
considera que no utilizar la mano izquierda ya le invalida, pero lo cierto es que con la derecha tampoco hace las notas que precisa.
Yo me acerco y le veo sentado, con el amplificador que le hace los bajos situado a su lado, y la gorra en el suelo, esperando nuestra voluntad.
Tengo prisa. Debo ir a recoger el turrón de crema. A las once, en “La Colmena”.
Su música aún resuena por el largo y soterrado pasillo.
Es la misma música de antes. No parece que sepa otra.
Tres personas se han detenido, y una de ellas le deja algo en la gorra.
Percibo que las notas que interpreta suenan aún más confusas.
Lo cierto es que me ha costado reconocer la melodía, y no es por el eco.
Seguramente, alguien tan poco diestro como él le enseñó este villancico.
Ahora tengo tiempo y le dejo la moneda. Mañana es Navidad.
Maestro roncador
Experto en psicoacústica y aprendiz de lo que sea menester.
