
Juan Tonda Mazón
En 1986 pasaría el cometa Halley cerca de nosotros y había que ir a observarlo, porque lo hace cada 76 años. En la Ciudad de México la contaminación de las luces de la ciudad impedían verlo. Había que salir a las faldas del Ajusco para poder admirarlo. En esa época trabajaba en la revista Ciencia y Desarrollo, del Conacyt e hicimos un número especial dedicado al Cometa con un “cinito” para entender cómo era la trayectoria del mismo. Al final de la carrera de física llevé a materia de Introducción a la astronomía, con la astrónoma Julieta Fierro Gossman, quien nos había dado la mejor explicación de lo que era un cometa: una bola de hielo sucio de varios kilómetros de diámetro que se acerca periódicamente al Sol y se derrite un poco para formar la vistosa cola que observamos desde nuestro planeta.
Después de cursar la materia de Introducción a la astronomía con Julieta Fierro al final de los años 70 del siglo XX, mis amigos Francisco Noreña y Antonio Ortiz “el Gritón”, quedamos maravillados por la astronomía que más tarde se complementó con José de la Herrán, Christine Allen y Arcadio Poveda.
En 1986 fundamos un grupo pequeño de divulgadores la Sociedad Mexicana de Divulgación de la Ciencia y la Técnica (Somedicyt), y al poco tiempo de fundada se incorporó Julieta Fierro que fue secretaria de la misma de 1989 a 1991. Julieta le aportó de inmediato muchas actividades. Recibimos gracias a ella un curso de ciencia planetaria en el Museo Tecnológico de la CFE que daba el Jet Propulsion Laboratory de la NASA a un nivel bastante elevado para los principiantes.
Poco a poco mi interés por la astronomía crecía. Y a pesar de ser divulgador era visitante frecuente del Instituto para ver a Julieta Fierro, Christine Allen, Miguel Ángel Herrera, Silvia Torres, Irene Cruz, Luis Felipe Rodríguez y, posteriormente, a José Franco, quienes siempre me ayudaban con información de primera mano para mis artículos y libros.
Julieta Fierro además de colega era mi vecina en Residencial Copilco 300. Cuando mis hijos bajaban a jugar al patio, frecuentemente se encontraban a Julieta que les regalaba dulces, cosa que no hace un vecino común y corriente. Yo la visitaba de vez en cuando para que me consiguiera transparencias o me explicara algún fenómeno astronómico.

Al final del sexenio del presidente Miguel de la Madrid, gracias a Jorge Flores se pudo construir en la Estación La Raza del Metro, el Túnel de la Ciencia, en el que con la participación de Julieta Fierro, Mauricio Fortes, José de la Herrán y yo, se montó una exposición con un mapa que hizo Julieta con la trayectoria del eclipse de 1991, a lo largo del túnel de 800 m se puso la exposición de Potencias de 10, para entender las dimensiones desde lo más pequeño y lo más grande el Universo, se montó gracias a José de la Herrán un planetario para conocer las constelaciones y yo me encargué de los hologramas. En ese entonces el Túnel de la Ciencia era uno de los museos más visitados en el mundo, dado que circulaban diariamente 80,000 personas.
Julieta explicaba los fenómenos astronómicos de manera accesible. Siempre tenía un pequeño planetario portátil en el que mostraba las constelaciones. Con frutas explicaba los eclipses de Sol y de Luna o con un pequeño dispositivo giratorio cuyas esferas representaban el Sol, la Luna y la Tierra. Explicaba desde la posibilidad de que hubiera vida en otros planetas hasta la teoría más aceptada del origen del Universo.
En su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua, en agosto de 2004, Julieta escribió Imaginemos un caracol del que he tomado un fragmento:
“Imaginemos un caracol, un caracol de jardín. Recorramos con la mente la espiral que decora su concha. Pensemos en la manera en que disfruta la humedad después de la lluvia. Parecería que le entusiasma tanto como a algunos de nosotros cuando retozamos entre las olas del mar gozando de las caricias del agua salada.
“Tanto humanos como caracoles tenemos ancestros que surgieron del mar. No solo los primeros organismos vivientes se originaron dentro de lodo salobre y emprendieron la conquista de la emergida; nosotros vivimos nuestros primeros meses dentro del agua y poseemos un mar salado en el interior de la bolsa que es nuestro organismo. De allí nuestro gusto por la sal y el agua.

“Los caracoles y las personas nos adaptamos para vivir en grandes urbes. Anualmente ellos gozan al devorar rosales, los chilangos encontramos en nuestra ciudad sorpresas como las jacarandas en flor; gozamos la libertad para pensar y crear.”
Julieta Fierro, además de ser mi maestra, mi colega en la divulgación de la ciencia, mi jefa en la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, mi coautora en El libro de las cochinadas, mi directora de tesis, fue sobre todo una gran amiga con la que comía de vez en cuando.
Julieta era una persona muy generosa y divertida. Estar con ella suponía pasar un rato agradable y reír frecuentemente. Cuando fue nuestra directora en la DGDC se encargaba de hacer reuniones especiales para felicitar y premiar a quienes habían tenido un éxito. Frecuentemente, te regalaba postales con mensajes muy bonitos. Sus conferencias eran épicas, no solo explicaba los fenómenos astronómicos y físicos de manera comprensible, sino que hacía experimentos caseros para entender algún concepto. Para explicar la tercera ley de Newton y la fricción, jalaba rápidamente un tapetito que tenía un florero encima y este no se caía. Iba en patines en las ferias de ciencia. Diseñaba muchos experimentos caseros para entender las leyes científicas que en muchas ocasiones estaban en los Libros de Texto Gratuitos, de los que era autora y asesora. Las maestras de educación básica la adoraban y llenaba enormes salas de conferencias. Cuando terminaban sus pláticas, abría varios libros y salían decenas de mariposas de papel, después regalaba decenas de libros y dulces a la asistencia. Y había colas interminables para firmar sus libros. Sin lugar a dudas, era una gran conferencista, una excelente maestra para niños y grandes, una escritora destacada con alrededor de 50 libros, al parecer uno inédito, una persona de izquierda y feminista. Sólo una mujer mexicana ha obtenido el Premio Kalinga, la distinción de divulgación internacional más importante para una divulgadora: Julieta Fierro Gossman. Ah, como extrañaré a mi querida Julieta.
Juan Tonda Mazón
Físico, editor y divulgador de la ciencia. Obtuvo el Premio Nacional de Divulgación de la Ciencia en 1996. Actualmente es jefe del Departamento de Libros (DGDC-UNAM).


