
El genetista norteamericano, quien junto con sir Francis Crick aclaró en 1953 la estructura tridimensional, helicoidal, de la cadena del ADN, falleció el 6 de noviembre de 2025 a los 97 años de edad. Debido a su brillante trabajo en colaboración con el mencionado Crick, obtuvo el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1962. Ese galardón lo compartieron con otro personaje fundamental en la creación del campo que ahora conocemos como genética molecular, Maurice Wilkins.
Genios de la química como Linus Pauling (también premio Nobel) andaban detrás de dilucidar dicha estructura, pero nadie había encontrado su verdadera disposición espacial. Fueron contratados muy jóvenes para investigar en el prestigioso Medical Research Council (Cambridge, RU) por el también premio Nobel, Max Perutz (puede verse la charla con él en Mercurio Volante 40, junio de 2025). Su asombroso talento para deducir enigmas de la biología y su contexto químico–físico los hizo ganar la carrera. La leyenda cuenta que, luego de varias pintas de cerveza en el pub Eagle, localizado muy cerca del laboratorio donde Crick y Watson trabajaban, un buen día regresaron con un ¡Eureka! El trabajo independiente de Wilkins corroboró su hallazgo.
Es importante señalar que esta brillante deducción no hubiera sido posible sin el trabajo de otros biólogos moleculares interesados en la genética, quienes ahondaron en este novedoso campo de la investigación científica apoyándose en las placas de rayos X que Rosalind Franklin había obtenido con gran detalle, arriesgando su salud. De hecho, ella perdió la vida en forma prematura debido a la agresividad de tales rayos.
Por desgracia, la personalidad frágil de Watson, genial e irascible, lo llevó a opinar con muy poca fortuna de asuntos que, en efecto, conocía, pero dejándose arrastrar por la soberbia y un oscuro atavismo racista. Sus provocaciones, ironía e ingenio se vieron manchados por su neurótica manía de defender opiniones ideológicas embarradas de argumentos científicos. Eso le ganó el desprecio de la comunidad, por lo que le fueron retirados sus títulos y puestos en centros de enseñanza e investigación. Siempre promovió nuevas generaciones de gente interesada en ciencia; por desgracia, sucumbió a la confusión y perversidad del supremacismo blanco.


