La respuesta es sencilla: No. En su esencia llevan el estigma. Esa formación radical, violenta y transgresora les impide asumir una postura de negociación y acuerdos, por más malo que resulten. Hay otros que pueden crecer, pero su carrera quedará truncada por la mala fama, imagen o historial que traen a cuestas. “Ese que ves ahí, fue un porrazo en los 70”, es la frase que estigmatiza a aquellos que creyeron que sus andanzas nunca les cobrarían factura. Son, por decirlo de alguna forma, la tenebra de los viejos tiempos. Equiparables a los viejos sicarios, estilo Chizin. Porro por excelencia, Carlos Talavera logro hacerse del control de mercados, tianguis, organizaciones a palos y fuego, así como varios muertitos. Prestó servicios a quienes lo requirieran. Célebre es su imagen portando un palo de cebo persiguiendo a cenecistas por las calles de la Ciudad de México que se oponían a Jesús Morales Flores. Los hermanos Méndez Romero, del barrio del Alto, en su fama de violentos fraguaron sus negocios. Rompe huelgas, rompe movimientos sociales, lo que se necesitara para tener control a base de golpes y catorrazos. Guillermo Nares Rodríguez, a lo que pudo aspirar fue a convertirse en el cacique de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la BUAP. Formó una especie de cogobierno con los rectores en turno por una sencilla razón: Los tiempos de pugnas y violencia tenía a todos cansados. Aunque muchas veces quiso jugar en la sucesión para rector nunca fue tomado en cuenta seriamente. Su última andanza fue buscar la Sindicatura con José Antonio Gali Fayad, pero más dilató en enviar sus papeles en que el morenovallismo lo diera de baja por su turbio historial. Jorge Méndez Spínola es un caso singular, ya que pasó de repartir karatazos a estudiantes a hacerlo con grupos de choque y aliarse con lo más ruin del PRD: René Bejarano y Dolores Padiera. El primero, como recordará, fue exhibido en cadena nacional a través de un video en el que aparecía metiéndose fajos de billetes en las bolsas de su saco, producto de un soborno del empresario argentino Carlos Ahumada. A partir de ahí se le conoció como El Señor de la Ligas. ¿Qué ha hecho en todo este tiempo Méndez Spínola? Lucrar con el PRD, pactar con gobiernos en turno y disfrazarse de izquierdista, pero responder como buen soldado del sistema. ¿Cómo olvidar que su hijo David Méndez Márquez fue uno de los consentidos del morenovallismo y que acompañó en muchas de sus aventuras al panista Eduardo Rivera Pérez siendo alcalde en su primer periodo? Por cierto, Jorge Méndez fue la avanzada de su hijo para quedarse con el control del tianguis de San Martín Texmelucan, un lugar donde confluyen líderes de la peor relea y delincuentes que se pueda imaginar. Un caso más: Germán Molina Carrillo. Fue éxito más importante es haberse convertido en el rector del Instituto de Ciencias Jurídicas, pero nunca pudo brillar en la escena política. Llegó al extremo del surrealismo en buscar la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Puebla pese a su pasado universitario. ¿Ahora entiende por qué Jorge Méndez no puede negar la cruz de su parroquia y es capaz de sorrajar una cachetada a un diputado local, acción que está tipificada en el Código Penal? No es que Jorge Méndez sea un rijoso, simplemente su condición de porro universitario nunca la puede dejar de lado. Sin eso, no sería nada.
LA DESFACHATEZ EN MORENA
Por cierto, en el acto de apoyo a Claudia Sheinbaum del pasado sábado destaca la mano de la exalcaldesa Claudia Rivera Vivanco. Su empleado, el diputado Iván Herrera Villagómez fue uno de los azuzadores para que corrieran del lugar del encuentro a cinco de sus compañeros legisladores de Morena. ¿Cómo se le puede calificar a esa acción? ¿Traición a la bancada? Tome nota, así es como la expresidenta municipal quiere ser dirigente estatal de su partido. ¿Qué viene: juicios sumarísimos contra sus enemigos?