Alejandro Carvajal Hidalgo y Claudia Rivera Vivanco, junto con los esbirros que los siguen por mero interés coyuntural, viven en la trampa de la autopercepción política que ha terminado por estrellarse con la única realidad. Ambos, por ejemplo, se auto perciben altamente competitivos electoralmente, pero en los hechos uno apenas si lo conocen los ciudadanos de la capital y la segunda si bien es sumamente conocida, eso no significa que la gente la quiera. Ahí están los sondeos en lo que seis de cada 10 poblanos le otorga una calificación negativa (deshonesta, opinión adversa y no votaría por ella), lo que significa veneno puro para un partido en una elección que asoma cerrada. Otro caso: Se auto perciben como militantes puros de Morena, es decir, que pueden presumir que son los “originales” simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador. De ahí que estén en una cruzada para contra el arribo de militantes de otros partidos políticos y su alejamiento a los principios de la 4T. La realidad es que ese purismo que tanto pregonan está manchado por las alianzas que han tejido en sus carreras políticas. Alejandro Carvajal, por ejemplo, tiene como aliado a David Méndez Márquez, hijo de la familia de antiguos caciques de la corriente conocida como Los Bejaranos, y siendo regidor del PRD durante el primer trienio de Eduardo Rivera Pérez, actual precandidato de la oposición a la gubernatura, fue un adversario muy cómodo para el panista. Ese cariño quedó de manifiesto cuando el experredista y ahora morenista ocupó la Secretaría de Gobernación estatal y metió a la nómina a cuanto panista-yunquista pudo. Al ser descubierto —como San Pedro— negó tres veces el cariño. El caso de la exalcaldesa es todavía más grave, ya que su gestión estuvo plagada de exfuncionarios de la administración de José Antonio Gali Fayad y los resultados que ofreció como primer gobierno de izquierda en la capital fueron tan deplorables que la ciudadanía impidió que se reeligiera. Esto último es otro ejemplo. Claudia Rivera se autopercibe como víctima de Miguel Barbosa Huerta y ahora declara que exgobernador infló urnas en favor de Eduardo Rivera. Es interesante que lo diga ahora que el exmandatario está muerto, porque cuando estuvo en vida ni pío dijo de las graves denuncias. En otras palabras: Es más fácil pegarle al muerto porque tienes seguro que no contestará. La lista de autopercepción versus realidad es enorme, pero no pretendemos aburrirlo con tanto detalle. Quede constancia del punto. Ah, por cierto, todo lo que se escribe sobre Claudia Rivera es en su calidad de política y no como mujer, por aquello de que se volvió maestra en denunciar a cuantos pudo por violencia política por razones de género. Háganos, usted el favor.