La postura asumida por el gobernador Miguel Barbosa Huerta sobre las concesiones de recolección y disposición final de los residuos sólidos en la capital poblana debe interpretarse como un llamado más al edil Eduardo Rivera Pérez a que haga las cosas bien y deje de privilegiar el negocio antes que el beneficio de la ciudadanía. Ayer, por ejemplo, esta casa editorial le daba a conocer que el munícipe despertó las sospechas de diputados locales y el gobierno del estado por la velocidad con que querían que se aprobaran las propuestas de títulos de concesión. Resulta que no tienen siquiera la corrida financiera que justifique los 15 años que se pretende dar el contrato y hay la sospecha de que todo está dirigido para renovar la concesión a la empresa RESA. Pues bien, el mandatario estatal en su conferencia matutina delineó la postura de su administración respecto al tema y se reduce a uno solo: impedir que se vuelva a repetir el nefasto modelo de negocios al amparo del poder del morenovallismo, el cual derivó en que las arcas estatales fueran hipotecadas por 30 años para la realización de obras suntuosas que poco o nada sirvieron para la entidad. Ahora que el Ayuntamiento de Puebla pretende entregar un contrato por 15 años, el gobierno estatal vigilará que no haya canchullo y que sea en beneficio de la ciudadanía, así como del propio municipio. La gestión estatal es la responsable de enviar al Congreso del estado toda la documentación necesaria para la aprobación de la concesión y es justo ahí donde una mesa interinstitucional determinará qué es lo más conveniente e impedir beneficiar a alguien en particular. Esa sin duda es una muy mala noticia para los yunquistas Alejandro Fabre Bandini y Miriam Arabián Couttolenc que ya celebraban su gestión a favor de RESA. Así pues, Eduardo Rivera nuevamente está en una encrucijada, ya que por fin le amarraron las manos a su administración que actúa más como agencia de negocios a costa del erario que como gobierno.
Alito y el partido invisible
En los viejos tiempos del partidazo, la visita de un presidente nacional del PRI a la entidad era un acto partidista que no podía quedar fuera de la agenda periodística. Pero los tiempos han cambiado y la reunión que Alejandro Moreno Cárdenas, alias Alito, sostuvo el lunes pasado en la capital poblana paso prácticamente desapercibida para todos. Los reporteros que acudieron lo hicieron por el morbo de ver a un cadáver político que no sabe que está muerto. De hecho, Alito lleva dos visitas al hilo a la entidad: una con empresarios como José Chedraui Budib y la de esta semana. Ambas pueden definirse como los dos componentes de la física: incoloras e insípidas. Mario Delgado Carrillo, dirigente nacional de Morena no es santo de nuestra devoción, pero hace unos días dijo algo en lo que coincidimos: El mejor activo del partido en el poder, sin duda, es su presidente nacional. Y vaya que sí. ¿Qué hará el también insípido e incoloro dirigente estatal Néstor Camarillo Medina ante tal agente tóxico que solo le resta peso a su partido?