Ahora que ya está de moda decirse perseguido político del barbosismo, bien vale aclarar un punto: Cada una de las acciones emprendidas tenían una finalidad que distaba mucho de la persecución política. El mejor caso es Guillermo Aréchiga Santamaría, un profesor de medio pelo que fue dirigente de la sección 51 del SNTE y cuyo más grande mérito fue convertirse en un empleadillo más de la otrora poderosa lideresa del magisterio Elba Esther Gordillo Morales. Aréchiga se ganó el cobijo de la sindicalista porque fue una de sus más abyectas focas aplaudidoras. El mérito que tuvo no vino de una lucha sindical o su congruencia ideológica sino de su servilismo. Esa misma estrategia utilizó con Rafael Moreno Valle Rosas. Al formar parte del equipo sindical de Gordillo Morales, el “profesor” encontró un espacio en el morenovallismo, pero su desempeño fue tan mediocre que no le alcanzó para nada. A tal grado llegó que ya se sentía senador de la República y terminó siendo defenestrado de una forma inmisericorde. Todos sabemos que Elba Esther pactó con Morena y fue así que Aréchiga logró colarse en el equipo del entonces candidato a la gubernatura, Miguel Barbosa Huerta, lo que significó una traición al morenovallismo y una muestra evidente de su falta de integridad. Al cometerse el fraude electoral, Aréchiga comenzó a tender redes con el morenovallismo nuevamente, pero con la tragedia del 24 de diciembre de 2018 todo intento también murió. El exdirigente sindical no tuvo de otra que mantenerse en Morena, en donde fue encomendado a la tarea de mantener muy bien aceitada la maquinaria política-electoral que construyó Barbosa Huerta en toda la entidad y que al final le dio el triunfo. Con la gubernatura en la bolsa, fue designado secretario de Movilidad y Transporte. Pero nunca ofreció los resultados que prometió e hizo quedar al entonces gobernador como un mentiroso por aprobar el incremento a la tarifa a cambio de que se mejoraría el servicio y seguridad del sistema de transporte público, lo cual nunca ocurrió. Sin embargo, la verdadera desgracia del “profesor” vino cuando Barbosa Huerta se enteró, con pruebas en la mano, de que el funcionario había puesto en manos de uno de los enemigos de Casa Aguayo, la estructura política-electoral que había operado en la campaña. Esa fue la traición. Eso es lo que se castigó. Aréchiga no fue un preso político, fue un sujeto que recibió un castigo equivalente a su traición.
TRASCENDIDOS MUY CERTEROS
La apuesta del PRI estatal de poner “la pierna dura” en las negociaciones para la designación de las candidaturas del Frente Amplio por Puebla comenzó a rendir frutos importantes. La muy informada reportera Mónica Camacho, de La Jornada de Oriente, reveló que a cambio de que en el tricolor cierren el pico, en el PAN están dispuestos ceder las dos candidaturas a la Cámara de Senadores. La primera fórmula es la más importante y, por eso, no está negociación por parte del PRI. La razón es sencilla: Si el PAN tendrá la candidatura a la gubernatura de Puebla, la segunda fuerza en importancia en la coalición debe garantizar un espacio en la Cámara alta. No es si les gusta a los panistas, los pesos y contrapesos son la mejor fórmula para llegar a buenos acuerdos. Lo interesante de la filtración periodística es que el panismo confirmó que, pase lo que pase, se quedará con la gubernatura, en el nivel de candidatura, es obvio, porque de que puedan ganar en este momento es impensable. Pero eso ya se sabía. La negociación para el PRI debe dar más resultados y eso tampoco está a discusión. Las dos candidaturas al Senado no son una graciosa concesión y todavía falta mucho trecho. Si en el PAN no lo saben, de una vez se los adelantamos en este espacio: en el PRI no cerrarán el pico porque hay todavía mucho por definir. ¿Acaso creen que están hablando con sus empleados del Yunque?