El anuncio de que Liliana Ortiz Pérez fue incluida en el tercer lugar de la lista de candidatos del PAN a diputados plurinominales por la Cuarta Circunscripción desató un debate entre los actores políticos locales que derivó en denuncias de misoginia y violencia política por razones de género, pero ese argumento es más falso que un billete de 35 pesos.
Liliana Ortiz, como todos lo sabemos, es cónyuge de Eduardo Rivera Pérez, candidato de la coalición Mejor Rumbo para Puebla (PSI-PAN-PRI-PRD, ese es el orden de importancia) y la crítica que se hace por su inclusión no tiene nada que ver con su condición de mujer, por ser la “esposa de” o su capacidad política.
El debate está centrado en la absoluta falta de transparencia y antidemocracia que existe en el PAN para elegir a sus candidatos, lo que permite entender que todo se trata de acuerdos cupulares y para privilegiar a unos cuantos, precisamente, por formar parte de un selecto grupo en el poder.
Liliana Ortiz ayer justificó su nominación como candidata plurinominal al hecho de que su partido reconocía su trabajo de 25 años como militante, pero al explicar en qué consistía ese trabajo se concretó a afirmar que, a parte de ser politóloga, como presidenta del Sistema DIF Municipal había puesto en marcha políticas públicas que se convirtieron en referentes nacionales.
Fue titular del DIF municipal en los periodos 2011-2014 y de octubre de 2021 a diciembre de 2023, un cargo para el que no fue elegida por el voto popular, sino que llegó por designación del presidente municipal, su esposo.
Hay un antecedente muy cercano de que ser la esposa del titular del Ejecutivo en los tres órdenes de gobierno no te obliga a ocupar ese cargo honorario y es el de Beatriz Gutiérrez Müeller, quien prefirió mantenerse unida a su profesión como investigadora y docente.
En el ámbito de la política partidista ha quedado claro que las posiciones plurinominales están reservadas para los acuerdos cupulares de las dirigencias locales y nacionales. No cualquiera puede entrar. No son cargos para premiar los años de militancia, el trabajo o el esfuerzo. A un político se le incluye a ese selecto grupo por la afinidad al grupo en el poder de ese momento, como parte de una negociación política o porque es el pago de compromisos políticos. A veces, el arribo es parte de los pesos y contrapesos políticos al interior del partido.
En el caso del PAN, la Comisión Nacional Permanente avala esas propuestas realizadas por el Comité Ejecutivo Nacional, pero de ahí a que sea un proceso democrático dista mucho ya que las sillas de los comisionados son para el grupo que domina el partido. La disidencia es mínima y en la historia reciente de ese instituto político, se puede decir, casi inexistente.
Hay, por el contrario, el caso de una mujer panista que ha forjado su carrera política pese a ser incluso presidenta del Sistema Nacional DIF: Margarita Zavala Gómez del Campo. Una militante plenamente identificada por la base, que ha hecho carrera política propia y competido por la vía de la mayoría relativa y plurinominal a diferentes cargos de elección. Lo que ha tenido es suyo, muy a pesar de que su esposo, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, fue presidente de la República.
Su propia luz, tesón y carrera política convirtieron a Margarita Zavala en una candidata presidencial y una voz con la solvencia moral dentro del PAN. Nadie le atribuye ese mérito a su esposo, por ejemplo, o porque ha sido la primera dama.
En el caso de Liliana Ortiz nadie duda que sea una militante de cepa del PAN, pero tampoco ha buscado construir una carrera política propia a la distancia de Eduardo Rivera. No ha sido, por ejemplo, candidata por mayoría relativa, no ha ganado una sola elección constitucional y la ocasión que ha sido nominada a un cargo de elección es por la vía plurinominal.
Tampoco decidió, por ejemplo, separarse del DIF para buscar en las urnas el apoyo popular ni privilegió su propia carrera. Ella misma lo ha dicho: Es un equipo con Eduardo Rivera.
¿Acaso hacer énfasis estos puntos significa juzgarla por su condición de mujer, por ser “la esposa de” o su capacidad? Claro que no, por el contrario, su inclusión en la lista de la Cuarta Circunscripción solo evidencia que existe un acuerdo político y que forma parte de una élite con el poder suficiente para negociar puestos.
LOS ESCUPITAJOS DE JOSÉ JUAN
Todavía no se nos puede quitar de la cabeza la imagen de José Juan Espinosa Torres colgado de la puerta de hierro del hotel MM, con la camisa abierta, desacomodada y vociferando con un semblante locuaz.
Cosa curiosa: Esa imagen forma parte de una revuelta realizada por Morena tras descubrir una mapachera de la candidata del PAN, Martha Erika Alonso, en ese recinto.
Hoy, que José Juan Espinosa ha sido recibido de brazos abiertos por el PAN de Eduardo Rivera Pérez, ya nos hizo saber cuál será su papel a cambio de ser rescatado políticamente: Ser el golpeador, el fajador, el bravucón de la oposición.
Y para eso ya no necesita salir a ofrecer una conferencia de prensa. Para eso tiene las redes sociales.
Ayer, por ejemplo, salió a despotricar en contra de todos aquellos que criticaron la unción de Liliana Ortiz. Los acusó de misóginos y violentadores. Aquí unos sus tuits: “Este sujeto @agustingc2012 traído por Barbosa en el 2018, como buen heredero del barbosismo saca su lado #misógino. Ejemplo vivo de la mediocridad de quienes usaron el poder para saquear a #Puebla y convertir a @PartidoMorenaMx en el viejo PRI. En unos días verán a una candidata en #Tehuacan y se habrán mordido la lengua. 😂😂😂😂”.
Otra cosa curiosa: Eduardo Rivera recurre para la defensa de Liliana Ortiz por temas de género, a un político que fue enviado a tomar un curso de sensibilización por incurrir en violencia política por razones de género, al decirle a una representante partidista en el Consejo General del Instituto Electoral del Estado que le hacía falta tener sexo, de ahí su comportamiento público.
Con esos amigos, para que necesitan enemigos.