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jueves, noviembre 21, 2024

El boicot de Lalo Rivera a Estefan

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Eduardo Rivera Pérez no supo lo que hizo. Bueno, en realidad, dudamos que sepa hacer muchas cosas. Por ejemplo, un buen político ya demostró que no lo es. Pero sus torpezas y desatinos van más allá de la lógica y atentan contra sus propios intereses.  

A estas alturas es de sobra conocido que Jorge Estefan Chidiac, coordinador del PRI en Congreso del estado y verdadero líder del tricolor en Puebla, no será candidato de la primera fórmula al Senado por la coalición Fuerza y Corazón por México (PAN-PRI-PRD) en Puebla.  

Ese lugar, por el contrario, será entregado al impresentable de Néstor Camarillo Medida, expresidente municipal de Quecholac, uno de los municipios con mayor actividad huachicolera en el país. Detrás de esa jugada se encuentra una historia de intrigas y ausencia de cerebro.  

Resulta que Eduardo Rivera estaba muy preocupado por la contienda interna de Morena, ya que dependiendo del candidato ungido definiría si buscaba o no la gubernatura de Puebla por la oposición.  

Contrario a sus deseos -siempre quiso que fuera Claudia Rivera Vivanco porque eso le garantizaría ir a un paseo electoral-, el partido oficial eligió al aspirante más competitivo y con la estructura más sólida: Alejandro Armenta Mier 

Lo que el panista no contaba es que desde el Comité Ejecutivo Nacional del PAN lo obligarían a ser el abanderado, lo que frustró cualquier intento de fuga. Con el ánimo hasta los suelos, el equipo de ineptos que rodean al alcalde, entre ellos Néstor Camarillo, le vendieron la idea que muchos cuadros de la oposición se la habían jugado con Alejandro Armenta y uno de principales auspiciadores era Jorge Estefan.  

Al escuchar la cizaña, dicen los que lo vieron, Rivera Pérez se compuso y dio paso a su hígado -un acto muy propio del abanderado. Así, montado en cólera, tomó la decisión de descarrilar a uno de sus principales aliados, el mismo que lo ayudó durante estos años a que le aprobaran en el Poder Legislativo cuanto capricho se le ocurría, limpiarle el camino para sus aspiraciones y allegarlo de cuadros valiosos que lo respaldaran.  

Primero, llevó la especie de la traición a las dirigencias nacionales del PRI, PAN y PRD, a quienes exigió el derecho de veto. Luego, se sacó de la manga que la mejor opción era hacerse de los servicios de Pacto Social Integración para ganar en la próxima elección sin que importara un comino las múltiples denuncias de presuntos vínculos del crimen organizado.  

En su enojo, Eduardo Rivera llegó a proponer a la senadora Nadia Navarro Acevedo, hija del dirigente del PSI, Carlos Navarro Corro, como la mejor abanderada a la primera fórmula del Senado. Obviamente, la idea fue un disparate de principio a fin, por lo que no se concretó. Sin embargo, Rivera Pérez pagó muy bien al PSI, que representa máximo el 1 por ciento de la votación estatal, con candidaturas a diputados locales.  

Ante escenario, el principal complotador contra Jorge Estefan, es decir, Néstor Camarillo vio la oportunidad de venderse como el candidato natural al Senado. La idea le encantó a Eduardo Rivera porque significaba poner a un aprendiz en el espacio que merecía su maestro.  

Hoy, tanto Rivera como Camarillo se ufanan de haber doblado a Jorge Estefan, pero no han reparado en un detalle importantísimo: el verdadero líder del PRI y quien garantiza la movilización efectiva de la estructura es quien defenestraron. Tanto el exalcalde de Puebla como el niño tricolor creen que grupos locales, como los impresentables de Chignahuapan, les garantizan el respaldo total de las estructuras priistas, pero están muy equivocados. 

Eduardo Rivera pudo construir un camino más amplio y sólido con Estefan, pero nunca le interesó a pesar de que desde el Congreso local recibió todo el apoyo. ¿Con quién trabajará el yunquista ahora que los principales liderazgos regionales del PRI se irán?  

¿Acaso Néstor Camarillo le garantiza a su patrón yunquista la competitividad que necesita al interior del estado, a pesar de que su dirigencia estatal está construida sobre el papel y siempre descansó en el liderazgo de Jorge Estefan? 

La nave de los locos, que decidió subir abordo a la oposición, zarpó.  

Eduardo Rivera es el capitán, siempre acompañado del lorito de Quecholac.  

 

LA DOBLE DERROTA DE MARKO CORTÉS

Corría el 14 de diciembre de 2022. Puebla a travesaba días aciagos por la muerte de Miguel Barbosa Huerta. El Congreso del estado era el epicentro de una feroz batalla contra la imposición de un gobernador sustituto desde la Ciudad de México.  

Uno de los principales interesados en cumplir con los caprichos de la Secretaría de Gobernación federal era Marko Cortés Mendoza, dirigente nacional del PAN. La jugada no tenía pierde: A cambio de respaldar la imposición, se abriría la posibilidad de borrar todo riesgo contra los involucrados en el Cártel Inmobiliario que operó en la Ciudad de México y en donde se encuentran los principales subordinados del panista.  

Pero esa misma tarde, Cortés Mendoza también estaba metido de lleno en las negociaciones para la elección de Coahuila. Hoy, ya se sabe, el líder panista y el entonces candidato Manolo Jiménez Salinas, se sentaron a negociar como viles mercachifles cargos, apoyos y demás lindezas a cargo de las arcas del estado norteño.  

En esa esquizofrénica jornada, Marko Cortés no lo sabía todavía, pero resultarían dos de las peores derrotas de su carrera política. Hoy, el panista se da de topes contra la pared debido a que los priistas, con Alejandro Cárdenas Moreno, alias Alito, a la cabeza, incumplieron con los acuerdos que negociaron en lo oscurito.  

En el caso de Puebla, ya se sabe que los panistas poblanos -salvo el otro impresentable de Rafael Micalco Méndez, que se dobló ante la exigencia de Marko Cortés- se comportaron como auténticos federalistas y dejaron en claro que en la entidad las decisiones las toman los poblanos y nadie más. 

Cortés Mendoza, tras el descalabro por no poder controlar a la bancada panista local, fue exhibido en su verdadera condición política y, de paso, se quedó al margen de la historia, sin interlocución con un gobernador ¡que se lleva bien con todos! 

Pobre Marko, quien iba a decir que terminaría siendo el mejor ejemplo del chiste del perro de las dos tortas.  

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