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jueves, noviembre 21, 2024

Moisés y su autorretrato de vulgar ambicioso

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Es la primera vez en la historia parlamentaria de México que las iniciativas de un Presidente de la República encuentran rechazo sistemático, a pesar de que sus bancadas tienen la mayoría simple y están en condiciones suficientes, con una oposición debilitada y susceptible de la cooptación —al menos con claridad el PRI— de lograr la mayoría calificada.

El responsable del fracaso legislativo del régimen es Moisés Ignacio Mier Velazco, el coordinador de Morena en la Cámara de Diputados.

Cuando desde la anterior legislatura, la LXIV, por su complicidad con el hoy presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de Morena, Mario Martín Delgado Carrillo, fue ungido coordinador de ese Grupo Legislativo, muchos olvidaron con el nuevo maquillaje y el oropel, lo minúsculo que había sido como personaje, además de la inexistente carrera política del poblano.

Moisés (Nacho Mier) fue siempre lacayo del expriista (nomás falta que lo expulsen) José Enrique Doger Guerrero. Nunca brilló. Su mediocridad y tonos grises fueron la constante.

Fue una rémora que comió las migajas que siempre dejó Doger. Nadie, más allá de la simpatía personal que le tuvo el entonces gobernador priista Manuel Bartlett Díaz, supuso nunca que Moisés pudiera sobresalir. Tampoco tiene mucha luz en sus ideas, ideales y capacidades.

Eso sí, los negocios siempre embetunados de un sospechoso contexto de ilegalidad, han sido lo suyo.

Por años, ha sido socio de José Arturo Rueda Sánchez de la Vega, actualmente preso en Tepexi por cuatro delitos y todavía director de Diario Cambio, del que Mier es dueño en 34 por ciento.

Otros de sus compinches, como Florentino Daniel Tavera Ramos, mano operadora de lavado de dinero por más de 427 millones de pesos, que se bautizó como Operación Angelópolis, en la que Moisés está mencionado, y Francisco Romero Serrano, también están encarcelados.

La trama parece incompleta sin que haya responsabilidades fincadas a Moisés, pero su complicidad con cabezas oscuras de la Cuarta Transformación lo tienen despachando todavía en el Palacio Legislativo de San Lázaro, en donde ha fracasado.

La derrota es su sistema y la lleva en su aroma y en su esencia.

Moisés Ignacio Mier Velazco ha echado a perder las negociaciones incipientes del secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, el verdadero coordinador de facto en San Lázaro, de las reformas Eléctrica y ahora también de la Electoral.

El office boy de Doger no tiene las tablas suficientes, ni es visto por los políticos con trayectoria, como par. No lo respetan y eso se refleja en estos naufragios legislativos.

En una entrevista con René Delgado, este miércoles, en su programa Entre Dichos, el poblano se enredó, entre las preguntas del periodista, su incapacidad comunicativa y cognitiva, y su falta de reflejos para una conversación que no le sea cómoda (como la que le han hecho sus amanuenses), y se refirió a la candidatura al gobierno de Puebla, a la que aspira ya sin posibilidades reales, y su trabajo legislativo sobre la Reforma Electoral.

Terminó en un galimatías que mezcló una cosa con la otra.

Se quiso desmarcar, cuando se sintió en arenas movedizas y dijo que no negociará la candidatura por la obtención de los votos para sacar adelante esa propuesta del Presidente de la República.

Como si tuviera algo que negociar, algo que ofrecer o algo que plantear.

La lengua lo hizo tropezar y ya no pudo levantarse.

Dejó en el aire la idea de que eso quiere, eso busca, eso pretende, aunque dijo que no es un “vulgar ambicioso”, citando palabras que ha dicho sobre sus adversario Andrés Manuel López Obrador, en el pasado.

Pero sí es Moisés un vulgar ambicioso. No tiene propuesta para Puebla, no tiene trabajo para Puebla, ha vuelto a ser un sirviente de Doger quien, ahora con Morena, busca lo que no obtuvo con el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Moisés pronuncia “vulgar ambicioso” y pinta un autorretrato.

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