La tarde del viernes 4 de noviembre fue un día cualquiera, cuando el hoy preso Inés Saturnino López Ponce salió de la oficina del titular de Obras del Ayuntamiento de Tecamachalco, José Juan Gómez Luis. Lo había hecho antes tantas veces en este primer año del gobierno de Carlos Ignacio Mier Bañuelos, el vástago de Moisés Ignacio Mier Velazco, que no llamó la atención.
Tantas veces se pudo ver la camioneta del ex alcalde también de ese municipio del llamado Triángulo Rojo, en el que la gente vive harta y con zozobra por la delincuencia, estacionada cerca del Palacio Municipal, que con los meses se convirtió en postal cotidiana.
Inés y Carlos Ignacio son muy cuates. No se puede asegurar que amigos realmente, porque es una lealtad genuina que no tiene esa clase de políticos. Pero sí son cómplices, como los reconoce la vox populi tecamachalquense.
Inés Saturnino, el internacionalmente conocido violentador y misógino, fue arrestado por los agentes de la Fiscalía General del Estado (FGE), el 9 de noviembre, en un “inmueble sin número, ubicado en la calle 2 Oriente esquina con la Avenida Morelos, en la colonia El Calvario, frente a la Vinatería la Fundición”, de acuerdo con la ficha del Registro Nacional de Detenciones.
En la cabecera de Tecamachalco todos saben que ahí pasaba López Ponce casi todas sus tardes, plácidamente, para visitar a una persona de su más estrecha confianza y afecto. Lo hacía tan seguido, como quién necesita el aire para vivir.
Apenas unos días antes de su aprehensión, por haber presuntamente facilitado una de las dos fugas que protagonizó el año pasado el capo huachicolero Antonio Martínez Fuentes, alias El Toñín -en agosto y otra en octubre de 2021-, López Ponce había pasado unas horas con su amigo Carlos Ignacio, libando caros licores, por el cumpleaños del actual presidente municipal de Tecamachalco. Fue el 7 de noviembre y, tras recibir una llamada, el junior Mier salió inesperada y tempranamente. Fue hacia las 19:30 horas y se retiró solo y a media estocada (a media borrachera).
La narrativa popular cuenta que las reuniones entre ellos eran cotidianas, por asuntos de “gestoría”.
En Twitter, por la mañana del 4, el mero cumpleaños del junior, su papá Moisés Ignacio le dedicó un meloso, muy cursi, mensaje al cumpleañero, que sirvió para que muchos tecamachalquenses les metieran metralla de críticas por ineficientes en sus cargos, Carlos Ignacio como alcalde y papá Mier como diputado.
La noticia del arresto de Inés, el 9 de noviembre, fue tan escandalosa, que no le quedó otra a Diario Cambio, propiedad de los Mier y que dirigió hasta que fue apresado José Arturo Rueda, que publicarla. Antes nunca o casi nunca lo tocaron en sus páginas, pero no hubo más solución, para simular deslinde.
Muchas versiones corren en estos días, en las calles de todo el municipio, sobre los acuerdos que Inés Saturnino tuvo y mantuvo con el capo apodado El Toñín.
Lo evidente es que en el gobierno de 4 años y 8 meses que encabezó el panista López Ponce floreció ese delito federal, de modo exponencial.
También en ese tiempo fue cuando los análisis de las autoridades identifican que el otrora humilde cortador de zanahoria de los campos de hortalizas del Triángulo Rojo, Antonio Valente Martínez, se convirtió en un hombre muy rico, poderoso y de acciones sangrientas.
En las calles, en los cafés y en los WhatsApp de los habitantes de Tecamachalco, corre con mucha insistencia estos días una versión: Inés Saturnino es (era) el operador de Moisés Ignacio en la zona de Chalchicomula de Sesma, cuya cabecera es Ciudad Serdán.
Inés había pactado con Moisés y con Carlos Ignacio la candidatura, incluso de Morena, para la presidencia municipal de Tecamachalco en 2024.
La versión tiene mucha verosimilitud. Por supuesto también mucha posibilidad de que haya ocurrido.
La preocupante pregunta es:
¿En esta trama, que papel jugaría El Toñín?