El contenido y el acto del Primer Informe de Actividades de la rectora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), María Lilia Cedillo Ramírez, fue muy distinto del artificial culto a la personalidad de sus antecesores, quienes sin pudor se lanzaban autoelogios y frases complacientes, vestidos con trajes y zapatos importados de precios obscenos. La inmoralidad de ese pasado no estuvo este martes.
La rectora, frugal y sobria, como ha sido, puso en el centro de su alocución a los universitarios.
Lamentó y evocó la ausencia triste de los 851 universitarios que fallecieron de Covid-19.
Detalló el respaldo a los estudiantes que perdieron a algún familiar en la pandemia, con cero cuotas, educación universitaria y titulación gratuita, apoyo emocional, equipos de cómputo y ayuda económica.
Con un sencillo abrigo rojo y con un vestido negro, María Lilia, la universitaria, se presentó a su comunidad y ante los invitados que, por protocolo, deben asistir.
Lejos del oropel artificial de los Esparza, los Agüera y los Doger, la rectora habló de algo inédito en la BUAP: ahorros.
Dijo que la austeridad de su administración, en su primer año, permitió el ahorro de 117 millones de pesos, que fueron aplicados para el nuevo edificio de la Facultad de Medicina y para más instalaciones para la Escuela de Comunicación.
La fatuidad y la frivolidad chocante de las autoridades universitarias de la época anterior no aparecen en Cedillo, quien es además la primera mujer en dirigir la Máxima Casa de Estudios del estado de Puebla.
“Hoy, después de 443 años de historia universitaria, una mujer ocupa la rectoría y esto implica una gran responsabilidad, un gran reto, pero espero que esto inspire a más mujeres BUAP”, dijo con ese tono cercano que proyecta.
A diferencia del pasado, la rectora no juega su suerte política, por encima de la comunidad universitaria. No se entusiasma ni se distrae con la falsa llamarada de la promesa de una “carrera política”.
La Universidad no es hoy, como antes, un trampolín hacia cargos políticos con más dinero y con fuero, para eludir responsabilidades, por actos ilegales y podridos.
“En la BUAP trabajamos por una nueva cultura, para ser mejores, creativos, resilientes, flexibles, imponentes y con respeto al entorno, juntos alcanzaremos ese futuro anhelado, conozco el terreno y es tiempo de apretar el paso para llegar a la meta”, dijo al referirse también a su gusto por el deporte de las carreras de fondo.
Junto a ella, el gobernador poblano Miguel Barbosa Huerta estuvo en el informe. No acaparó, luego de ella, la palabra, como hicieron otros, con franca descortesía.
Tampoco fue un día de culto a la personalidad. Eso la diferencia y la desintoxica del pasado. Rindió, efectivamente, cuentas despojadas de confeti y de simulaciones.
No hubo, tampoco, mensaje político, porque se privilegió la comunicación con la comunidad BUAP. A esa colectividad viva, pensante y reflexiva se rindió cuentas.
Este lunes, un día antes del informe que María Lilia ofreció en el Auditorio del Complejo Cultural Universitario (CCU), el gobernador la pintó de cuerpo entero con algunas frases:
“Ha sido un año parteaguas en la Universidad, en donde una científica, pero, sobre todo, una mujer honesta, honorable, está al frente de la casa de estudios más importante del estado.
“Se acabó la arrogancia, se acabó la opulencia, se acabaron todos los excesos que hubo en otros rectorados… Ahí están los que fueron rectores, viven fuera del país y aquí están enriquecidos enormemente.
“Qué bueno que llegó la doctora Cedillo, tiene todo nuestro apoyo… Qué orgullo para Puebla que la universidad esté encabezada por una persona de este nivel moral, ético, profesional”.
La BUAP vive una desintoxicación moral. Que siga y que no falle.