Dos constantes ha mantenido el presidente nacional de Morena, Mario Martín Delgado Carrillo, a lo largo de su apresurada carrera política: la traición a quienes le dieron oportunidades y su anhelo, enfermizo y obsesivo, de convertirse en el jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
El colimense, que en menos de seis años, entre 2006 a 2012, saltó de ser apenas un burócrata de medio pelo, a la primera fila de la política perredista, de la mano de Marcelo Luis Ebrard Casaubon, no buscará la reelección en la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) de su partido, sino que a partir de 31 de agosto de 2023, cuando entregue esa responsabilidad, se dedicará de tiempo completo apropiarse, con todas las argucias posibles, de la candidatura en la capital del país.
La meteórica carrera de Mario Martín ha estado sustentada, permanentemente, en la defraudación a sus amigos.
Marcelo Ebrard hoy es, en muchos sentidos, su adversario soterrado, a pesar de que antes fue su padrino y su principal impulsor, para sucederlo en la jefatura de Gobierno, en 2011, por el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Pero fracasó.
Mario nada más no creció lo suficiente en las encuestas, a pesar de que había sido secretario en dos carteras, Finanzas y Educación, de la administración de Marcelo y se le consiguió, como consolación, una senaduría.
Ya en su escaño en la Cámara Alta, formó parte del grupo parlamentario del PRD, que lideró el poblano Miguel Barbosa, y del que luego la mayoría de sus 22 integrantes se sumaron al lopezobradorismo y a Morena.
Aseguran que todos quienes fueron sus compañeros en el Senado de la República, entre 2012 y 2018, hoy lo desconocen.
Es como si se tratara de otra persona.
Un ser ambicioso, quien a toda costa busca ser siempre el beneficiario económico y político de todo lo que se le pone enfrente.
Tiene muchos negocios a su nombre y otros tantos a través de familiares, amigos y subordinados.
El poder público para Mario Martín es una vía para enriquecerse.
En cualquier otro partido se pudiera pensar que un dirigente que gana 11 de 15 gubernaturas, que ha disputado, ha tenido un gran éxito.
Sin embargo, no puede ser estimado así en Morena.
Los apenas cuatro descalabros que ha tenido el partido del Presidente de la República en elecciones estatales son muy reprochables y deben ser considerados descalabros graves.
El partido, hay que reconocerlo, gana por la popularidad de Andrés Manuel.
Casi nada importa quién sea el candidato a la candidata a un cargo de elección popular, siempre que sepa vincularse a la imagen del tabasqueño.
Por eso haber ganado la mayoría no puede ser un logro del dirigente partidista.
En cambio, las derrotas sí son directamente atribuidas a Mario Martín.
Es casi como fallar un gol tras tirar un penal y sin guardameta en la portería.
El 31 de agosto de 2023, Mario Martín dejará la dirigencia de Morena y, con seguridad, pretenderá imponer a un testaferro.
Tiene muchos socios de negocios y cómplices de sus andanzas políticas, que seguramente impulsará.
Sin embargo, su aspiración no es sencilla.
Primero, en la Ciudad de México los grupos políticos están muy claramente establecidos y sólidos.
Están el de la propia y actual jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo, el de los Batres, el del Grupo Iztapalapa, que quiere a la alcaldesa Clara Brugada Molina en la jefatura y otros tantos más.
Por ello no ha sido raro ver a los subordinados de Mario Martín, como el diputado federal poblano Moisés Ignacio Mier Velasco acercándose, en las últimas fechas, con estruendosa lambisconería, a Sheinbaum. Eso se seguirá repitiendo.
Pero además, en caso de conseguir la candidatura, tampoco hay seguridad de que ganaría. Actualmente, la Ciudad de México en las mediciones que se hacen mensualmente está perdida para Morena.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo es que se llegó a ese punto, en donde el partido de mayor relevancia, importancia y popularidad del país no puede afianzar la potencial intención de voto en la capital de la nación.
Por supuesto, si en algún lugar ha hecho bien las cosas la oposición, a diferencia de todo el país, es en la Ciudad de México.
Pero no solamente eso, sino que también Claudia Sheinbaum ha tenido descalabros y tropiezos.
Por eso no se puede contar con que Mario Martín pudiera ganar la jefatura de Gobierno, para concretar un obsesivo anhelo.
Lo más probable es que un personaje con tonos grises como el todavía hoy presidente de Morena llevé a su partido al fracaso.
Sin embargo, la ruta está trazada.
Mario Martín y sus súbditos, socios, cómplices e integrantes de su grupo, quieren la capital del país.