En menos de un mes, en los careos demoscópicos, la presidenciable Claudia Sheinbaum Pardo ha acrecentado demoledoramente su ventaja sobre la candidata derechista opositora Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz.
Cuando estaban las competencias internas de cada trinchera, la ex jefa de Gobierno sacaba unos 15 puntos, en promedio y según cada medición, a la senadora afiliada legislativamente al Partido Acción Nacional (PAN).
En los datos más recientes, la morenista ya supera hasta por 25 puntos a la política de derecha y la ventaja sigue creciendo.
Cuando ocurrieron las competencias internas y la distancia era de solamente 15 puntos entre la morenista y la afiliada panista, Bertha Xóchitl vivía su mejor momento; pareciera que ese ya nunca se repetirá.
La falsa historia de vida, su supuesto origen indígena y la narrativa de que fue una infante que vendió gelatinas para subsistir, tenía en ese entonces un impacto en la opinión pública.
Era vista con simpatía cuando estaba ataviada en huipil y cuando andaba, con la torpeza de la falta de costumbre, sobre bicicleta. Era un personaje como arrancado de un libro de Eduardo Humberto del Río García, Rius.
Fueron la estridencia y la novedad los motores de la hidalguense, quien parecía caer bien a todos por las groserías que pronunciaba y pronuncia cada tres palabras.
Eso da la impresión de que se ha acabado.
La estridencia ya no tiene efecto; la novedad tuvo muy poca vigencia; las reiteradas groserías, “me apendejé, cabrón, no mames”, dejaron de ser simpáticas.
Además, de acuerdo con varios materiales periodísticos de medios que se editan en la Ciudad de México, la senadora se ha quedado sola.
En las últimas semanas, ningún dirigente partidista de la alianza opositora (PRI, PAN y PRD) la ha acompañado a los recorridos que da en tono de show humorístico.
Su supuesto coordinador de campaña, el panista Santiago Creel Miranda, se fue de vacaciones.
Están ella y su soledad, soportando los datos que han aparecido, como tormenta incesante, sobre el plagio en trabajos universitarios, los contratos millonarios con anteriores administraciones gubernamentales y el desproporcional costo de su mansión, que no corresponde con sus ingresos reportados.
No se ve cómo un “me apendejé” pueda ser un argumento válido y suficiente para que salga de ese fango.
En tanto, Claudia Sheinbaum ha seguido firme. Recibió el bastón de mando del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Retomó sus recorridos por el país para afinar la estructura de los Comités de Defensa de la Cuarta Transformación.
Ha movido el discurso a la construcción de una victoria arrasadora en las elecciones constitucionales, en la necesidad de conseguir mayoría legislativa calificada y muestra firmeza como líder.
Ahí están los números.
Para no agobiar con datos aritméticos, vale la pena traer un solo dato: Xóchitl creció en conocimiento, por supuesto, pero también abrumadoramente se incrementaron las opiniones negativas respecto de ella, de acuerdo con la encuesta que publicó el diario español El País, a mediados de septiembre.
La senadora es la que menos opiniones positivas tiene, 36 por ciento, y más negativas, 32 por ciento.
Los números están delatando que se ha esfumado la supuesta utilidad que representaba -en el papel- Bertha Xóchitl, para capitalizar el voto anti López Obrador.
Y esto ni siquiera ha comenzado.