La Caja de Pandora que ha permanecido frágilmente soldada para permitir la convivencia civilizada, sin sobresaltos y sin guerra intestina, en el PRI estatal de Puebla, podría reventar en las próximas semanas, por la disputa entre los diputados locales Charbel Jorge Estefan Chidiac contra Néstor Camarillo Medina, por la candidatura de la primera fórmula al Senado de la República.
De acuerdo con la repartición de las candidaturas legislativas federales que definió el Frente Amplio por México (PRI, PAN y PRD), corresponde al tricolor poblano ocupar esa posición que se convierte, prácticamente, en un boleto seguro a un escaño en la Cámara Alta, para las LXVI y LXVII (2024-2030) legislaturas.
Hay que recordar que por cada entidad hay un mínimo de tres senadores o senadoras (dos de mayoría relativa y uno de primera minoría), sin contar la posibilidad de que haya también algún representante de Lista Nacional (plurinominal).
A menos que Movimiento Ciudadano, con Ramón Fernández Solana como abanderado, haga algo espectacular, esa primera minoría (quien entra como primera fórmula, a pesar de quedar su opción partidista en segundo sitio en votos), un priista tendrá ese lugar asegurado.
La circunstancia de ceder tan importante posición al PRI se dio luego de que el Partido Acción Nacional (PAN) se empecinó en quedarse con las dos principales postulaciones de la elección concurrente: a la gubernatura, con el alcalde capitalino Eduardo Rivera Pérez, el más fuerte y el candidato natural, y a la alcaldía, para el tan vulnerable diputado federal Mario Gerardo Riestra Piña.
De modo tal que el pleito interno en el tricolor entre estos dos personajes, que ha permanecido latente y contenido por al menos tres años, desde julio de 2020 cuando Camarillo Medina fue designado presidente provisional del Comité Directivo Estatal (CDE), tiene su momento más riesgoso de estallido en estos días.
El candidato lógico, por trayectoria, relaciones, experiencia y capacidades, debiera ser Charbel. Sin embargo, Néstor Camarillo ha sabido tejer bien y con precisión todos estos años, hasta convertirse en uno de los más cercanos y apreciados por el impresentable Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Cuentan que en los pasillos de la sede estatal del tricolor se rumora que la versión que ofrece Néstor es “voy seguro”, por la relación con el dirigente nacional, apodado Alito.
En tanto, la conversación de café en la sede nacional, en el vetusto edificio de Insurgentes Norte en la Ciudad de México, es que el campechano Alito suele decir que Charbel Jorge “incumplió” acuerdos.
Otra realidad de sobra conocida es que Néstor ha debido transitar estos años como dirigente estatal siempre a la sombra de Charbel Jorge Estefan Chidiac.
El también empresario, quien es coordinador de la bancada del PRI en el Congreso local, ha sido el interlocutor real de muchos de los asuntos de su partido, porque es quien tiene mucha más agilidad en la comunicación con los actores institucionales y políticos.
Charbel contra Néstor es la apuesta y Alito es un réferi en el que nunca se puede confiar.