De la noche a la mañana se cayó una candidatura nacida en La Jornada de Oriente.
María Luisa Albores, secretaria de Medio Ambiente, nunca dio luces de que quisiera venir a gobernar el estado de Puebla.
Respetuosa de las formas, cuando vino a Puebla a actos oficiales nunca dio la nota que esperaban los reporteros.
Y ante el acoso sobre el tema, siempre se mantuvo ecuánime.
Pese a esa actitud, surgieron algunos matraqueros.
Uno de ellos, que despacha en la Consejería Jurídica de la Presidencia, en Palacio Nacional, resultó ser el más animado.
Su nombre:
René Sánchez Galindo.
Tras abandonar el equipo de Claudia Rivera Vivanco, junto con dos o tres decenas de colaboradores más, nuestro personaje se organizó con directivos de La Jornada de Oriente para hacer crecer a la maestra Albores.
Tras un desplegado en el que juraban que no había más ruta que la suya, organizaron una reunión pública de apoyo.
—¿Cómo están? —preguntó un matraquero a otros como él.
—¡De mil albores! —fue la estudiada respuesta.
Sánchez Galindo organizó desde su oficina en Palacio Nacional un conversatorio con la virtual candidata a realizarse el siguiente sábado.
De pronto, extrañamente, una voz paró a los búfalos.
Y todo se vino abajo.
No sólo se canceló el conversatorio.
Se canceló también la delirante campaña.
Un desplegado publicado en redes anunció el fin de la calentura electoral.
Sánchez Galindo guardó las matracas para otra ocasión.
(La duda mata: ¿Él y los otros traidores regresarán con Claudia y le pedirán perdón?).
El epitafio de esta historia apareció en la sección “La cornada” que se publica en La Jornada de Oriente: “Ya podrán controlar esfínteres los aspirantes a la gubernatura de Puebla”.
Nota Bene: mi querida y entrañable Lety Ánimas Vargas, coordinadora nacional del Programa de Becas Benito Juárez del gobierno federal, me presentó a María Luisa Albores en su casa de la calle Nigromante, en Huauchinango.
Los minutos que conversamos revelaron a una mujer inteligente, sencilla, clara y muy congruente.
Esa congruencia —enemiga a muerte del vulgar oportunismo— fue la que en la últimas horas frenó la feria de las matracas de un sector muy hipócrita de la izquierda poblana.
Aquel fraude de Marín. Durante su más reciente visita a Puebla, el presidente López Obrador habló de cómo, en las elecciones de 2006, Mario Marín Torres se alió a quien antes le sacó la tarjeta roja frente al Congreso del Estado: Felipe Calderón Hinojosa.
“Marín participó en el fraude electoral contra mí”, dijo el presidente.
Cómo olvidarlo.
Quien esto escribe reveló en abril de ese año —poco antes de que el entonces gobernador nos echara a patadas de la radiodifusora en la que transmitíamos— una componenda singular en la que participaron, entre otros, Marín, Calderón, Fox, Abascal y Manuel Espino, el mismo que hoy es funcionario del gobierno de López Obrador.
Espino, entonces, era el dirigente nacional del PAN.
(Actualmente es director general de Conalep).
Todo empezó en Los Pinos.
El presidente Fox, tras acordarlo con Calderón, instruyó a sor Carlos Abascal, secretario de Gobernación, que le advirtiera a Marín que tras el caso Lydia Cacho tenía dos sopas:
Cooperar en el fraude en favor del candidato del PAN o terminar en la cárcel.
Marín no lo dudó —Roberto Madrazo narró los pormenores de su traición en un libro publicado años después—, y aceptó reunirse en la habitación de un hotel poblano con Espino.
(La versión del encuentro me la compartió Pablo Rodríguez Regordosa, y nunca fue desmentida).
Ahí, en lo oscurito, el gobernador de Puebla aceptó sumarse a la operación panista.
Cuando lo revelé, los jefes de prensa del marinismo —algunos de los cuales están convertidos en periodistas— se me fueron encima.
Patalearon y lloriquearon, pero no lograron nada.
La versión de los hechos fue incluso reproducida a nivel nacional.
Hoy que AMLO recordó la historia, el viernes 5 de mayo, fue que caí en la cuenta de que uno de los actores de esa reunión en lo oscurito trabaja para él desde que inició su gobierno.
No estaría de más que hiciera que le diera más detalles de esa operación.
Por lo pronto, le dejo al hipócrita lector un breve pasaje de lo que publiqué en mi novela Miedo y Asco en Casa Puebla en 2017:
“En ese contexto se dieron las elecciones federales.
“Felipe Calderón, por el PAN, y Andrés Manuel López Obrador, por el PRD, realizaron sus campañas en medio de una singular guerra sucia. “En un gesto que le valió titulares en la prensa nacional, Calderón le sacó la tarjeta roja a Marín frente a la sede del Congreso poblano. Poco duraron las hostilidades, pues en un encuentro privado —realizado en una habitación del hotel Fiesta Americana de La Vista—, Marín y Manuel Espino, dirigente nacional del PAN, acordaron negociar el triunfo de Calderón en Puebla. A cambio le ofrecían al gobernador la exoneración en la Suprema Corte. Varios actores nacionales y locales estuvieron al tanto: el candidato a Los Pinos, el presidente Fox y Carlos Abascal, secretario de Gobernación. El último en enterarse de la traición fue el candidato priista Roberto Madrazo”.