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domingo, noviembre 24, 2024

Una Sincera y Dolorosa Disculpa a Zeus Munive

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Zeus Munive y Beto Ventosa me avisaron, cada uno por su lado, que, a petición de Mario Marín, sería enviado a abrir Intolerancia Oaxaca.

Esto ocurrió allá por septiembre de 2004.

Arturo Rueda era, para entonces, columnista de Intolerancia Diario, del que yo era director editorial.

Era un tipo normal, alejado del poder, sin la prepotencia y la soberbia que fue adquiriendo con el tiempo.

¿Cómo fue que llegó a convertirse en el Mostro del Periodismo?

Aquí le cuento al Hipócrita Lector:

—¿Que te vas a vivir a Oaxaca, cabrón? —Me dijo Beto, a la sazón dueño del periódico Cambio.

—¿Quién te dijo eso? —le pregunté.

—Rodrigo López Sainz se lo anda diciendo a todo mundo.

—¿Qué es exactamente lo que dice?

—Que el pinche Marín le dio la orden de que te sacaran de Intolerancia, güey. Que el premio por echarte está de poca madre. Le van a dar el mejor convenio de publicidad cuando sea gobernador y negocios de todo tipo.

—Imaginaba que por ahí venía la cosa.

—Va a meter a Zeus Munive como director de Información o una mamada así que será equivalente de tu cargo.

—¿A Zeus? ¿En serio?

—Y tú mientras tanto te irás a morir de aburrimiento a Oaxaca, güey.

—Qué horror.

—A ver, cabrón, te propongo algo: vente a dirigir Cambio. Fernando Crisanto ya se va a ir a dirigir Milenio Puebla.

—Pero tengo algunos reporteros que van a querer irse conmigo.

—Que se vengan contigo, cabrón. Pero el Zeus no creo que se quiera venir.

Más tarde, mientras comía en la casa de Cuitláhuac Arroyo, me llamó Munive.

—Oye, cabrón, urge vernos.

—Quedé de ver a Rodrigo más tarde. Te tengo que platicar.

—Ya sé qué te va a decir. Voy saliendo de La Palma. Me acaban de ofrecer la Dirección de Información.

—No me lo vas a creer, mi querido Zeus, pero me da mucho gusto.

—Ni madres, güey. Les dije que iba a aceptar, pero no voy a aceptar.

—¿Por qué?

—¡Yo me voy con usted a donde me diga!

El gesto de Zeus me conmovió.

De Intolerancia nos fuimos, además de Munive, Héctor Hugo Cruz, Ulises Ruiz, Óscar Cote y el propio Rueda.

Una vez en Cambio, cometí un error fatal.

En lugar de nombrar como subdirector a Zeus, me fui por la opción de Rueda

¿Por qué lo hice?

Por imbécil.

(Esa imbecilidad que nos aflora a veces y que nos muestra lo erráticos que somos).

Hoy lo confieso: con el tiempo me sentí como Díaz Ordaz cuando se veía al espejo mañanero arrepentido de haber dejado como su sucesor a Luis Echeverría.

“¡Pendejo, pendejo, eres un pendejo!”, admite —en sus memorias— que se decía a sí mismo.

Al nombrar a Rueda cometí dos errores: fui desleal con el muy leal Munive y encumbré para mal a quien terminó enfermándose de los males del poder.

De entrada, Zeus Munive era un reportero nato.

Y como tal: olía la información.

Juntos reporteamos tramas brutales que nos hicieron brillar en nuestros respectivos espacios.

También conocimos el ayuno que provoca ir tras la nota.

Hay mil anécdotas que nos contamos cuando compartimos mesa.

Y eso es precisamente lo que Rueda no vivió.

Y al no vivirlo, se perdió lo mejor del periodismo.

Y algo más: no nacieron en sus cojones la pasión y la ilusión.

(Al hablar de ilusión pienso, por supuesto, en Lucien Chardon, personaje central de una de las mayores novelas de Balzac: Las Ilusiones Perdidas).

Sin eso, es imposible ser periodista.

Sin eso, se pervierte absolutamente todo.

Eso fue lo que le pasó a Rueda.

Cuando renuncié a Cambio, se exacerbaron las cosas.

Ya como director, Rueda se puso a hacer negocios.

Ése fue el huevo de la serpiente que culminó en lo que ya sabemos.

Sirvan estas delgadas líneas para ofrecerle a Zeus Munive unas sinceras y dolorosas disculpas.

No supe apreciar su gran gesto de lealtad y no le dí valor al reportero que sudaba periodismo.

¡Perdón, gran Zeus!

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