El periodismo, el buen periodismo, es certificado por la confirmación de los hechos.
El 7 de marzo, quien esto escribe, publicó las siguientes líneas que este sábado —en el contexto del affaire Scherer-Gertz Manero— fueron confirmadas por dos de los tres personajes involucrados en la trama.
Vea el hipócrita lector:
“El conflicto que enfrenta Gertz Manero parece tener su antecedente en su naciente rivalidad con Julio Scherer Ibarra, el exconsejero jurídico de la Presidencia a quien López Obrador llamaba ‘hermano’ en público y en privado.
“Todo empezó cuando en septiembre de 2021, a los pocos días de la caída de Scherer, la revista Proceso publicó un reportaje sobre el patrimonio del fiscal.
“Irritado por la publicación, Gertz mandó traer a su oficina a Scherer y a Jorge Carrasco, director de Proceso.
“El diálogo fue áspero.
“Gertz acusó al exconsejero de estar detrás del golpe periodístico.
“Scherer lo negó.
“Gertz le dijo que como socio de la revista tenía una influencia natural.
“Carrasco dijo que en las decisiones editoriales nada tenía que ver el hijo del fundador de Proceso.
“Gertz no les creyó.
“Hoy está detrás de una investigación que involucra a Scherer y a un grupo de abogados cercano a él —encabezado por Juan Araujo— en una denuncia por supuesta extorsión, lavado de dinero, tráfico de influencias y asociación delictuosa.
“Hay carnita, señores.
“Hay carnita”.
La confirmación. Doce días después de mi columna—el sábado 19 de marzo—, Julio Scherer García publicó estas líneas brutales en el semanario fundado y dirigido por su padre:
“A finales del último septiembre un reportaje de Proceso despertó en el fiscal una ira que hasta entonces desconocía y la descargó contra mi persona. Publicado con el título La casa secreta de Gertz Manero, bajo la firma de la reportera Neldy San Martín, me atribuyó haber facilitado información para la elaboración del texto.
“Tras la publicación nos reunimos con Gertz Manero el director del semanario, Jorge Carrasco, y yo. No fue capaz de entender que existe el periodismo independiente y que nada tuve que ver con el trabajo editorial de un medio de comunicación en el que sólo intervienen sus periodistas.
“Cegado, el fiscal optó por repasar una y otra vez un malentendido que había nacido de sus propias ganas de malentender.
“Me acusó también de haber filtrado a la prensa un supuesto borrador sobre las reformas al sistema de justicia –al que comunicadores y analistas decidieron dar carácter oficial– cuando fue el mismo equipo del fiscal el que subió a sus redes sociales dicho trascendido. Habían transcurrido dos años de aquel episodio en el que fui yo el único funcionario que lo acompañó a presentar las reformas ante el Senado, donde fuimos duramente criticados.
“Entonces explotó el rencor que yo no podía imaginar y del que no ha habido vuelta atrás: vehemente, agregó a su lista de reproches que ‘sólo un favor’ me había pedido y que yo se lo había negado: impedir que su cuñada Laura Morán y la hija de esta, Alejandra Cuevas Morán, obtuvieran un amparo por la acusación del homicidio de su hermano Federico Gertz Manero, de lo que él las acusa. Lo pidió el fiscal, sí, a sabiendas de que era un acto ilegal. Colérico como es, desencajado el rostro, conforme avanzaba en los reclamos por sus asuntos personales le temblaban los labios, le temblaban las manos, le temblaba la voz.
“Al final de esa reunión, terminó desafiante: ‘Usted podía haber elegido entre un fiscal amigo o un fiscal enemigo’”.
Hasta aquí la larga, pero reveladora cita.
En otro texto, Jorge Carrasco, director de Proceso, confirmó también el adelanto que el hipócrita lector leyó desde el 7 de marzo.
Dejo algunos fragmentos claves:
“Jueves 14 de octubre de 2021. Mediodía. El entonces consejero jurídico de la Presidencia, Julio Scherer Ibarra, y el fiscal general de la República, Alejandro Gertz Manero, estaban en una sala dispuesta en la oficina del fiscal.
“El saludo del fiscal fue frío, muy distante al de las otras dos ocasiones en que lo vi en el extenso salón de techos altos con ventanales que dejan ver el poniente de la ciudad desde el piso 21 del edificio de la FGR, en la glorieta de los Insurgentes.
“Áspero, duro, su saludo de mano pareció un gesto por años practicado para alargar su figura y poner distancia. Se sentó, cruzó las piernas y entrelazó los dedos de las manos. Guardó silencio.
“Sin preámbulo, Scherer Ibarra intervino y me preguntó: ‘¿Te acuerdas la última vez que conversamos?’.
“(…) En septiembre siguiente, en la edición 2343 de Proceso, el fiscal volvió a aparecer en la portada con un hallazgo de la periodista Neldy San Martín: ‘Gertz oculta residencia que le cobró a la UDLA’, decía nuestro título de llamada.
“(…) A mediados de octubre Julio Scherer Ibarra me llamó para decirme que el fiscal general nos invitaba a conversar con él. Cuando llegué, a la hora acordada, el fiscal ya estaba con el entonces consejero jurídico. Se encontraban en la sala instalada en una esquina del salón, en un extremo de su mesa de juntas, de más de 20 plazas, con micrófonos de mesa cada una. Su traje y corbata negros acentuaban la rigidez del fiscal. Ceñudo, apenas y contenía el enojo. ‘El fiscal dice que yo estoy pasando la información que Proceso ha publicado sobre él’, me dijo Julio.
“–La información que hemos publicado la hemos investigado los reporteros de Proceso –le dije al fiscal, quien seguía callado desde el saludo–. Entiendo que usted le haya llamado a Julio, por la relación que puedan tener ustedes, y a mí no me interesa afectarla. Pero le digo claramente que la familia Scherer no interviene en la línea editorial del semanario. Las decisiones de lo que publicamos las tomamos en Fresas 13 y yo soy el responsable.
“‘Como personaje público que es usted y por la posición que tiene en la vida pública, es lógico que los medios nos ocupemos de usted. Es claro el interés público’, expliqué.
“‘Yo ya los escuché a ustedes. Ahora me toca hablar’, dijo. Empezó a enumerar lo que consideró agravios en su contra por parte del semanario:
“(…)
“–Yo a usted –le dijo–, sólo le he pedido un favor: que me ayudara en el caso de mi hermano.
“–Y le dije que no podía –le respondió Scherer, sin abundar.
“–¡Ustedes me han maltratado y no se vale! ¡Ya, es demasiado! –dijo–. A usted, don Julio, le digo: usted puede tener un fiscal amigo o un fiscal enemigo.
“Julio se levantó. Le dijo: ‘No doctor, no es así’.
“—Esto es un asunto entre ustedes. No de Proceso. Nuestras publicaciones no tienen nada que ver con su relación –le dije al fiscal.
“Gertz Manero se levantó del sillón. Extendió la mano, aún más rígida. Julio Scherer y yo caminamos hacia la puerta de la oficina que da hacia los elevadores”.
Es cuanto.