Ahora entiendo la razón por la que los Fúas y los Yunques (parecen lo mismo, pero no lo son) aman a José Ramón Fernández:
Porque habla como abarrotero español —pese a haber nacido en Puebla—, porque es necio como Emilio Maurer y porque usa como patiño a un tipo que quiere ser como él: David Faitelson.
Como todo buen borrego Dorper —de esos de cabeza negra—, me he dedicado a ver todo lo que tenga que ver con el mundial de Qatar de unos días para acá.
Entre las cosas que me he encontrado es que Televisa le está haciendo un homenaje de despedida al Perro Bermúdez, fallido imitador del mejor cronista mexicano en la historia: Ángel Fernández.
Éste narraba los partidos como nadie y gritaba los goles como si estuviera en el mercado.
Esto último es lo que le han imitado todos los locutores deportivos que le siguieron.
(En la televisión italiana, si no me equivoco, hubo un cronista que cuando alguien metía gol —por ejemplo Mazzola o Gigi Riva—, se limitaba a decir, sin gritar, simplemente la palabra gol.
Tal cual.
Gol.
Sin signos de admiración.
Gol.
No “¡Goool!”.
(Lástima que, en México, del Perro Bermúdez a Martinoli, todos gritan como señora principiante en pleno parto.
Parto largo, doloroso, agónico.
En el homenaje al Perro Bermúdez —“Perro del desierto”, le dice de cariño un compañero suyo— participa también Denise Maerker, quien se ha vuelto la Joaquín López Dóriga de Televisa.
Y es que ya comenta de todo con una emoción cristalina en la garganta: de la muerte de la reina Isabel, del fallido parto de la Baronesa de Eastwick y del último gol de Messi en el París Saint Germain.
Sólo falta que llore cuando muera el Papa Francisco o se crucifique cuando haya un nuevo milagro en el Tepeyac.
Regreso al fúa José Ramón.
No hace mucho lo vi platicando con Maurer en un restaurante.
Me recordaron a los muñecos de fieltro de los Muppets.
Aquéllos que están en un palco y discuten de todo.
Con ellos estaba una chica profundamente aburrida.
Es la chica más aburrida con un whisky en la mano que he visto en los últimos años.
Hay que tener hígado para soportar a Maurer y al fúa futbolero.
Por si esto no fuera suficiente, a la mesa llegó Faitelson con su nuevo tinte Miss Clairol o Koleston 2000.
Lo supe porque una mancha negra bañó ligeramente su camiseta blanca.
(En efecto: usa saco de vestir con camiseta).
Faitelson, por cierto, llegó como diciendo: “Sí, soy yo, David Faitelson: el patiño de José Ramón”.
Pobre mesa.
Estos dos señores tienen un programa sobre el mundial de Qatar con Luis García —el exfutbolista que golpeaba a Kate del Castillo— y Christhian Martinoli.
Los cuatro se disputan la palabra, pero el patiño y su amo terminan por ganarla inevitablemente.
Martinoli, en tanto, da muestras probadas de que el “doctor García” es su patiño.
Telcel patrocina el engendro.
Más tarde, me dispuse a ver Polonia-México muy en el estilo Ibargüengoitia de “¡Qué emoción! ¿Quién ganará?”.
En el minuto 90 me arrepentí de haberlo visto.
Como siempre, el equipo mexicano falló todas las oportunidades de gol pese a que dominó el partido.
Es la historia de este país:
Ya que estamos frente al arco descubierto, se nos mete el síndrome del Jamaicón y nos acordamos de nuestra madrecita y sus chilaquiles verdes.
¿Resultado?
Volamos la pelota con unas ganas inmensas de regresar en el primer avión a Mexiquito.