Humberto Aguilar S. —agudo comentarista de Twitter que está muy por encima de muchos que se asumen analistas políticos—, me compartió unas líneas: “Esta sucesión gubernamental me huele mucho a aquel año de sucesión de 2004”.
Tiene razón en términos generales.
Y es que en ese año hubo un candidato oficial (Germán Sierra) que esperó la “pinche señal” pacientemente mientras otros —Mario Marín y Rafael Moreno Valle— se movían con todo.
Germán, hay que decirlo, era el candidato de Melquiades Morales Flores.
En todas las mesas lo decía el entonces gobernador.
El factor que desató la unidad de los contrarios fue la confesión en ese sentido que hizo —en la mesa de un restaurante de Polanco— a Carlos Salinas de Gortari.
El diálogo, casi textual, fue así:
—¿Ya tienes candidato a la gubernatura, Melquiades?
—Ya, Carlos.
—¿En quién has pensado?
—En el doctor Germán Sierra, Carlos.
Un auxiliar del expresidente se enteró de inmediato de la conversación y se la compartió a Beto Ventosa —muy cercano a Enrique Doger en esa época—, quien me habló por teléfono de inmediato.
La publicación de esa charla en Intolerancia Diario generó algo que reconoció hace algún tiempo Fernando Manzanilla —en el programa de Enrique Núñez, Fernando Maldonado y Lety Torres—: la complicidad de Marín y Moreno Valle para impedir la imposición.
Juntos empezaron a trabajar y a operar.
Y hasta hicieron acuerdos fundamentales.
Uno en particular: que el ganador tuviera el apoyo del perdedor durante su gobierno.
De ahí se desprendió, entre otros acuerdos, que Moreno Valle se convirtiera en el presidente de la Gran Comisión del Congreso del estado.
(A quien Marín no le cumplió fue a Manzanilla, proyectado por Moreno Valle para que fuera secretario de Desarrollo Social).
Dos pudieron más que uno en 2004.
La interna de Morena en Puebla contiene a uno que jura tener el aval del presidente López Obrador: Ignacio Mier Velazco.
Como Germán Sierra, en su momento, sólo está en espera de la “pinche señal”.
Por lo pronto su frustrado destape ya está uniendo a los contrarios.
Qué peligroso.
Lo mismo le pasó también a José Luis Flores en 1998, cuando Mier Velazco consolidó su fama de perdedor, una vez que él coordinó la precampaña de quien fue en ese momento el candidato del gobernador Manuel Bartlett Díaz.
¿Y qué decir de Javier López Zavala?
Fue el candidato de Marín todo el sexenio, pero no ganó las elecciones.
Hay muchos ejemplos de cómo quienes juran tener la venia del poderoso en turno terminan por no ver cristalizado su sueño.
Por cierto: además de ser el candidato de Bartlett, José Luis Flores presumía tener el visto bueno de su “hermano” José Ángel Gurría, a la sazón poderoso secretario de Hacienda, y del mismísimo presidente Ernesto Zedillo.
(Gurría y otros funcionarios de Zedillo hasta vinieron a destapar a Flores —ante la sonrisa complaciente de Nacho Mier— en un salón ubicado en la Recta a Cholula).
Tiene razón, siempre, el gran Karl Marx, cuando al inicio de El 18 brumario de Luis Bonaparte dice (a la sombra de Hegel): “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”.
Quienes sepan leer, que lean.