Estamos viviendo una temporada singular: la del arte del engaño.
O el autoengaño.
Hay aspirantes a Casa Aguayo que se engañan hasta niveles clínicos creyéndose sus propias mentiras.
(Hay mentiras disfrazadas de encuestas. O viceversa).
Quienes tendrían que decirles la verdad no lo hacen por miedo a ser despedidos.
El arte del engaño, pues, se vuelve vertiginoso y enfermizo.
Ya descubrirán que vivieron engañados.
¿Cuándo?
Cuando llegue la hora de verdad —el lunes 30 de octubre— disfrazada de encuesta verdadera.
Por cierto: mal empieza la semana quien se ahorca en lunes.
O: lunes y martes, ni gallina eches, ni hija cases.
Es día de mal agüero, dicen los viejos.
Javier López Zavala vivió engañado por los suyos, pero, principalmente, vivió engañado por sí mismo.
“Ya venía enfermito”, dijo Javier Sánchez Galicia a la hora de su derrota.
(¿Quién será el “enfermito” en la trama que estamos viviendo?).
Aquí les dejó algunos pasajes reveladores de la elección que perdió López Zavala en 2010:
El Camino Real de La Vista estaba vacío.
Ahí llegó Javier López Zavala para entrevistarse con un operador electoral a dos días de los comicios.
Pidió unos huevos a la albañil al tiempo que bromeaba con su invitado.
Estaba de buen humor, optimista, seguro de ganar.
—¿Hablaste con el góber? —preguntó el candidato.
—Sí, señor. Pero creo que hay una confusión.
—Luego me la dices. Tu amigo Zavala quiere que te metas de lleno el domingo en la zona metropolitana de Puebla. ¿Cuánto necesitas para la alquimia? Échale toda la carne al asador, amigo. ¿En cuánto nos sale? Necesito todos los votos posibles.
—Pero es que Alejandro y Javier del Rosario me dijeron que yo me fuera a Tecamachalco, señor. Ésa es la confusión de la que te quería hablar. A estas alturas ya es imposible proyectar algo. Tengo armada la operación, pero en Tecamachalco.
—¿Cómo? ¿Entonces tú no estás armando el tema electoral aquí? ¡No me chingues, amigo!
—Javier del Rosario dijo que Alejandro me quería en Tecamachalco, señor. Pensé que tú estaba de acuerdo.
—¡No mames, Amigo! ¿Por qué no te metiste? ¡Son chingaderas!
Zavala hizo a un lado los huevos a la albañil y le pidió a Santi Bárcena que lo comunicara con “Alejandro” y Javier del Rosario. Estaba visiblemente molesto.
Mientras tanto, en Casa Puebla, el gobernador Mario Marín despachaba algunos pendientes con su amigo Pepe González, “Don Tomate”.
—¿Cómo va el yate, compañero?
—¡Precioso, compañero! ¿Cuándo nos vamos a dar una vueltecita?
—Deja que pase la elección, compañero, y con todo gusto.
—¿Cómo ves las cosas? ¿Gana Zavala?
—En democracia se gana o se pierde. Y el que pierde debe aceptar los resultados, compañero.
El sábado 3 de julio, a las seis de la tarde, el operador electoral que había desayunado con Zavala en el Camino Real recibió una llamada de Pepe Márquez. “¡Me urge verte en la casa de campaña de la 2 sur!”.
Ahí vio a Márquez, en un privado.
—¡Me pide el candidato que te prepares un grupo de choque! ¡Pero ya! ¡En fast track!
—¿Por qué todo se les ocurre a la mera hora, Pepe?
—Ya conoces a Javier. Desde hace tres semanas le vengo diciendo esto y me decía “luego lo vemos”. Ahorita se le acaba de ocurrir que hay que hacer varias acciones.
Quiere que vigilen el proceso y que además repartan propaganda negra contra Moreno Valle.
La madrugada del día de la elección inició temprano.
Los grupos de choque de los candidatos Moreno Valle y López Zavala se reunieron en distintos puntos de la ciudad.
Los primeros, por la zona del Mercado del Alto.
Los segundos, en la 25 poniente, a una calle del bulevar Atlixco.
Ambos contingentes llevaban chacos y bates de béisbol.
Algunos portaban varillas y armas blancas. Dos o tres llevaban pistolas.
El grupo de Zavala estaba integrado por unos trescientos “peludos” —ésa era la clave— del barrio del Tamborcito.
Ahí estaban algunos Pitufos y ex porros de la UAP.
Del lado morenovallista sobresalían pandilleros del Alto y de la colonia Popular: Los Metálicos.
A las 12:30 inició el “brigadeo” de los zavalistas.
Por debajo de las puertas se dedicaron a repartir propaganda negra en contra de Moreno Valle.
Ahí se hablaba del despotismo del candidato del PAN y de los celulares que acostumbraba lanzarle a sus empleados.
“¿Quieres un gobernador déspota e intolerante? Vota por Moreno Valle”, decía uno de los carteles que pegaron por el Circuito Interior.
El “brigadeo” de los morenovallistas inició a eso de las cuatro de la mañana.
A bordo de camionetas inundaron la ciudad con carteles que exhibían al candidato del PRI: “¡Zavala, el guatemalteco que quiere ser gobernador!”.
Otra brigada más sofisticada había empezado a trabajar desde las diez de la noche del sábado 3.
Se trataba de un grupo de policías vestidos de civil expertos en seguridad personal y artes marciales.
Los operadores de Moreno Valle los enviaron a hacer secuestros exprés de mapaches priistas, quienes tendrían, además, que bajar los recursos para la operación del Día D.
Uno a uno, en los diferentes distritos electorales del estado, fueron sometidos los mapaches.
Y los mantuvieron en diversas casas de seguridad a lo largo de la jornada: incomunicados, sin el dinero que repartirían y llenos de pavor.
Del lado priista empezaron a ver que algo ocurría, pues no sólo no bajó el dinero: tampoco llegaron los taxis supuestamente contratados.
Los mapaches fueron puestos en libertad a la una de la mañana del lunes 5 de julio, cuando el triunfo de Rafael Moreno Valle se había consumado.
A esa hora buscaron a sus operadores estatales.
Nadie les contestó.
Unos estaban dormidos, otros curaban sus heridas en el potro del alcohol.
A bordo de su Suburban blindada, Rafael Moreno Valle llegó al Presidente Intercontinental.
Ahí estaban ya Fernando Manzanilla y Eukid Castañón.
Los primeros estudios demoscópicos se estaban cocinando.
Habían contratado cuatro casas encuestadoras.
Salvo Moreno Valle, todos sonreían en el búnker de la planta baja.
Javier López Zavala almorzó barbacoa con sus amigos de K-Paz de la Sierra en Valsequillo.
Luego se fue a instalar a la casa de campaña de la 2 sur.
Ahí lo esperaban sus operadores.
Zavala sonreía abiertamente y le decía a todo mundo que faltaban unas horas para que se convirtiera en el próximo gobernador.
Javier Sánchez Galicia nos invitó a Arturo Rueda y a mí a mirar encuestas en Casa Reina.
Ahí desayunamos y empezamos a ver tendencias.
Javier estaba involucrado en el equipo de campaña de Zavala, pero sus enemigos al interior lo habían marginado de algunas tomas de decisiones: las más importantes.
Desde que se sentó ante la computadora dijo: “El candidato ya viene enfermito”.
Mario Marín recibió a Julián Ventosa padre y Julián Ventosa hijo en Casa Puebla.
Era un domingo sin futbol pese a que en Sudáfrica se jugaba la copa del mundo.
La plática giró sobre este tema.
México venía de ser eliminado por Argentina, Brasil por los Países Bajos y la propia Argentina por Alemania.
Nadie pensaba que la selección de los Países Bajos llegaría a la final, como ocurrió, y que Alemania sería eliminada por España.
Marín se veía pleno, feliz, entusiasmado.
—¿Y cómo va la elección, gobernador? —le preguntó don Julián.
—Ah. No sé. Ahorita preguntamos… Pero volviendo al tema, qué lástima que ya eliminaron a Brasil y a Argentina.
Así transcurriría la tarde: hablando de futbol y ajeno al desarrollo de los comicios.
Desde las primeras encuestas el triunfo de Moreno Valle se vio como un hecho.
Sanchez Galicia mostraba los números y hacía comentarios técnicos.
En el búnker de Moreno Valle se crearon dos cuartos de guerra: en uno se mostraban los números reales y en otro los hechizos.
La idea de crear encuestas falsas era que Humberto Aguilar Coronado le pasara los números a Zavala.
Y así ocurrió.
En cada corte fueron creando la idea de que el priista iba arriba de Moreno Valle.
La información le llegaba a López Zavala puntualmente.
Y su ánimo iba al alza.
—¡Ya me habló mi amigo Beto Aguilar y dice que voy arriba por cinco puntos! ¡Y su fuente es el equipo de Moreno Valle! ¡Abran el whisky, señores! ¡Zavala va a ser gobernador! —celebraba ante los suyos.