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jueves, marzo 28, 2024

Sobre los Títulos Universitarios en el país de los Licenciados

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No hay nada más patético que ver a un grupo de parias analfabetos —funcionales, pero analfabetos— crucificar a alguien que admite públicamente que carece de título universitario por decisión propia.

Es el caso de un buen número de tuiteros y analistas de lo profundo —es decir: de la Nada— que han criticado en las últimas horas al diputado Ignacio Mier.

Éste dijo en una rueda de prensa que no quiso titularse porque consideró que era un fraude obtener un papel que no lo representaba en ese momento.

En efecto: un título no garantiza nada.

Conozco auténticos asnos —con perdón de los semovientes— que tienen títulos de postgrados en universidades extranjeras y que son dueños de oídos de carniceros —con perdón de los matanceros.

Los conozco muy doctos, pero a la hora del debate son incapaces de articular ideas verbales y recurren entonces al pastelazo de opereta.

He conocido cada hijo de familia…

Sus títulos no les sirven de nada a la hora de garabatear sus sesudos análisis —que nadie lee— con una prosa porosa (más bien gelatinosa).

Salvo contadas excepciones, hay hombres sabios sin título universitario que crecieron a la sombra de la lectura y el debate de las ideas.

Ejemplos hay muchos.

Juan Rulfo no terminó la primaria.

Juan José Arreola llegó a tercer grado y dijo “no gracias”.

Octavio Paz no concluyó carrera alguna.

Y los tres son, hasta la fecha, auténticos clásicos de la literatura mexicana.

Los leemos, y lo seguiremos haciendo, porque representan lo mejor de nuestras letras.

¿Qué se puede decir de algunos “licenciados” en el país de los licenciados?

No gran cosa.

¿Y los falsos doctores en derecho?

¿Qué hay con ellos?

Son un fracaso con título.

Yo soy un buen ejemplo de una educación trunca.

Mi pasión por la lectura y la escritura nada le deben a ningún título universitario.

Digamos que crecí de espaldas a las aulas.

Por eso da risa que en el país de los licenciados levantacejas haya quienes se horroricen ante la reivindicación del autodidactismo hecha por el diputado Mier.

He disentido de él en varios momentos.

Han sido públicas nuestras diferencias.

Pero en esta trama coincido con él absolutamente.

Lo curioso es que las frases que generaron tanta polémica y críticas voraces tenían que ver con un tema que no tarda en sacudir a muchos.

Me refiero al caso Yasmín Esquivel, la ministra de la Corte que en apariencia plagió una tesis de licenciatura.

Cada día que pasa parece quedar en claro que fue ella a quien plagiaron.

Hasta el columnista Raymundo Riva Palacio ya dejó entrever que el supuesto plagiado es un mar difuso de contradicciones.

Y esas contradicciones están evidenciando sus mentiras.

¿Qué hará la horrorosa sociedad antiAMLO cuando se entere que la ministra fue la plagiada?

¿Se horrorizará y ocultará su horrorosa cara?

¿O simplemente hará mutis —como acostumbra— y cambiará de tema?

¡Adiós, licenciados Malagón!

¡Adiós, doctores que no curan ni un pulque!

Están a tiempo de leer algo más que las solapas de un libro.

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