26.9 C
Puebla
viernes, abril 19, 2024

Retrato de una aprehensión (y de una boda frustrada)

Más leídas

A eso de las 6 de la tarde de este sábado, hora en que sería el coctel de su boda en los hermosos jardines de Tres Marías, Arturo Rueda fue detenido por los ministeriales de la Fiscalía General del Estado (FGE) en las calles de Víctor Hugo y Leibnitz, colonia Anzures, en la Ciudad de México, donde se encuentra una propiedad de su socio Ignacio Mier Velazco. 

Ahí llegó horas antes para evadir la acción de la justicia, en espera de que el líder de la bancada de Morena en San Lázaro pudiera operar un eventual salvoconducto que culminara en el congelamiento de la carpeta de investigación y, en consecuencia, diera pie lo más pronto posible al retorno a su vida de periodista y jefe de prensa de Nacho Mier.  

El operativo tomó por sorpresa a Rueda y a su acompañante justo cuando tuiteaba sobre la ejecución de la valiente abogada Ceci Monzón. 

En su afán de lucro, planteó las cosas como si la situación de ambos fuera idéntica.  

Incluso llamó “hostigamiento judicial” a la legítima causa que desde hace siete años ha venido denunciando —con cuando menos dos bloqueos de Rafael Moreno Valle y Tony Gali— el diputado Jorge Estefan Chidiac. 

A las 16:22, Rueda ofreció a la FGE —vía Twitter— sus conversaciones de los últimos días con Ceci Monzón, al tiempo que admitía: “Me siento en peligro y recurriré al mecanismo de la Secretaría de Gobernación en defensa de periodistas”. 

En el segundo tuit fue cuando se dijo víctima de hostigamiento judicial por parte de Estefan y buscó culpar a éste del asesinato de la abogada. 

Ya montado en el lucro total, en sus siguientes tuits dijo cosas como “no le den vueltas (Estefan y Javier López Zavala) son sospechosos directos del feminicidio”. 

A las 17:29, veintiséis minutos antes de que fuese aprehendido, dijo que lo que se necesitaba era justicia y que la Fiscalía encontrara a los asesinos. 

Ocho minutos después (17:37), llamó “mi amiga” a quien en vida siempre descalificó y dijo que en su memoria “no podemos tolerar que la Fiscalía ejerza un último acto de violencia contra ella”. 

Fue su último tuit. 

Seguramente estaba escribiendo el siguiente cuando lo detuvieron, le leyeron sus derechos y lo condujeron a un auto blanco en el que lo transportaron a las instalaciones de la Fiscalía de la Ciudad de México. 

Detrás del convoy iba su acompañante, quien filmó parte del recorrido y tomó fotos. 

Era inútil: Rueda ya descansaba entre los peces gordos. 

Fue más tarde cuando empezó a trascender que no había sido la denuncia por lavado de dinero —interpuesta por Santiago Nieto, ex titular de la Unidad de Inteligencia Financiera— la que lo metió a la cárcel, sino el asunto que una y otra vez negoció Moreno Valle y Gali: el de la extorsión de la que fue víctima su odiado Jorge Estefan. 

 

** 

El plan de la boda era perfecto. 

A las 16:30, Rueda llegaría al altar en la Iglesia de la Virgen del Camino, donde se casan los españoles o los poblanos que se sienten españoles, o los tlaxcaltecas y guerrerenses que sesean como si fueran hijos de la Madre Patria. 

(Hay más de dos que estudiaron en universidades españolas y se sienten súbditos del rey Felipe VI.). 

A las 6 de la tarde —hora aproximada de la detención— sería el coctel y la pasarela política de Nacho Mier en Tres Marías. 

A las 19:15 sería la boda civil e iniciaría ese bonito ritual de los piquetes de panza, los abrazos de caguamo y los “cho gusto, licenciado”. 

A las 20:30 se serviría la cena y se multiplicarían los brindis por los felices novios y el inminente arribo como gobernador de Puebla de Nacho Mier, quien sería el principal orador del predestape camuflado en boda. 

A las 22 horas empezarían la fiesta y el vals de honor, y el consabido “a la víbora, víbora, de la mar”. 

Media hora después de las doce de la noche sobrevendría la tornamesa o la tornaboda. 

Finalmente, a las 2:30 de la madrugada se servirían los deliciosos tacos del Puente o de las Ahumaderas. 

¿Qué vendría después? 

La Luna de Miel a Europa (con duración de dos a tres semanas), y el feliz regreso para que Nacho se fuera con todo en búsqueda de la gubernatura. 

¿Qué mató todo esto (boda incluida)? 

Un reportaje de Víctor Hugo Arteaga y Néstor Ojeda sobre la denuncia por lavado de dinero —interpuesta por Santiago Nieto— puesto a circular en el primer minuto del lunes 16 de mayo, fecha en la que se celebra que a san Simón Stock se le apareció la Virgen del Carmen. 

(El 21 de mayo a las 17:55, en la calle del poeta Víctor Hugo, a Rueda se le apareció otra virgen: la del Calvario). 

Horas antes de la publicación del reportaje, nuestro personaje se apresuró a decir que se cancelaría la boda. 

 

** 

Jorge Estefan tuvo que esperar siete años para que se hiciera justicia. 

Su denuncia fue bloqueada primero por Moreno Valle en franca negociación con Mier y Rueda. 

¿Qué negociaron? 

Apoyos, prebendas y canonjías. 

De uno y otro lado. 

Lo mismo hicieron durante el breve periodo de Tony Gali. 

La impunidad le dio tal confianza a Rueda que en cuanto pudo orquestó varias andanadas en contra de Estefan hasta culminar con los tuits en los que lucra abiertamente con la terrible muerte de Ceci Monzón. 

Lo que negó fue lo que lo llevó a prisión. 

Sus cadáveres se salieron del clóset. 

Nota bene: al estilo de La Barbie, célebre narcotraficante, Rueda sonrió a la hora en que le tomaron la célebre foto que da pie al ingreso a prisión. 

La duda mata: 

¿De qué se ríe? 

  

En Memoria de Ceci. No fuimos grandes amigos. 

(Hoy todos juran que lo fueron). 

Pudimos llegar a serlo, pero nos faltó tiempo. 

Una tarde, comimos con su madre —que reside en Barcelona— en el restaurante Ciudad Sagrada. 

Hablamos de libros, de política y de las anécdotas del abuelo de Ceci, involucrado en el pasado reciente de los sindicatos regionales. 

Su mamá quedó de enviarme un libro suyo. 

Nunca llegó a mis manos. 

Ceci quedó de entregármelo en comidas pospuestas una y otra vez por la fuerza del destino. 

Antes, años atrás, participó conmigo en un programa radiofónico. 

De vez en cuando coincidíamos en los restaurantes. 

Su carcajada anunciaba pláticas generosas pero llenas de enjundia. 

¿De quién heredó ese carácter que a veces tocaba los extremos? 

Una mañana desayunamos para que le abriera espacio a una denuncia por violencia política de género en contra del hoy fugado José Juan Espinosa. 

Ceci nunca bajó la guardia en los años que la conocí. 

Otro día me habló por teléfono para contarme que Claudia Rivera Vivanco quería denunciarme por una supuesta violencia política de género. 

—¿Aceptaste el caso?, le pregunté. 

—Para nada. Somos amigos. Además, sus pruebas no configuran la violencia política —me dijo. 

Estaba en Zacatlán cuando su ejecución me cayó como de rayo. 

Antes de que empezara la ola tuitera, una amiga suya me narró los hechos. 

Urge saber quién mandó ejecutarla tan brutalmente. 

Una vida como la de ella, cortada de esa manera, merece justicia pronta y expedita. 

La tarde lluviosa de este domingo no tengo palabras para decirle cuánto la quise y cuánto lamentaré que no hayamos coincidido en una mesa con manteles y servilletas blancas. 

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img