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viernes, noviembre 22, 2024

Pelos y señales de los perdedores en la trama del Dedazo en Cámara Lenta

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El exceso de conocimiento sobre la sucesión poblana hace imposible su biografía.

(Esta oración está inspirada en lo que escribió Lytton Strachey sobre la reina Isabel de Inglaterra, y que Héctor Aguilar Camín citó a su vez en La Guerra de Galio).

Si nos detenemos un momento, todo se detiene.

Si avanzamos, todo se nubla.

Este necesario descanso en la trama de la sucesión —el hecho de que el destape en cámara lenta se posponga hasta el viernes 10 de noviembre— nos da oxígeno a todos.

Hace algunos días recordé lo que dice el clásico: “Mal empieza la semana quien se ahorca en lunes”.

Había sido una pésima idea que el destape de Morena se diera este lunes 30 de octubre, justo en la antesala de la temporada de Todos Santos, Día de Muertos.

Más allá de que el lunes es el peor día de la semana —junto con el domingo, día de los suicidas—, el ritual del humo blanco en esta fecha nos hubiera metido a todos en una guerra de fin del mundo.

Y es que hubiese sido muy cruel mandar a los perdedores a celebrar a sus muertitos con ofrendas en las que tendrían que estar sus fotos, junto con sus platos favoritos, sus Coca-Colas, sus Faritos y demás lindezas.

(No es muy sano que los muertos entierren a sus muertos).

Imaginemos el escenario: X no gana la candidatura de Morena a Casa Aguayo.

Si X hubiese perdido solo, no hay tanto problema.

Y es que con X van decenas de colaboradores que dejaron sus trabajos para apoyarlo día y noche durante varios meses.

A esto hay que sumar a las esposas, parejas, novios o amantes del multicitado X.

Todo tiene que ver con el sexo, excepto el sexo. 

El sexo tiene que ver con el poder. 

Y tiene que ver también con el estrés, el insomnio, la neurosis. 

En fin, tiene que ver con toda la carga emocional que X transmitió —como se transmiten las enfermedades venéreas— a sus cercanos.

He sabido de parejas que lloran todo el día y admiten que ya están hartas —“verdaderamente cansadas”— de toda la parafernalia ligada a la trama de la sucesión.

He sabido, por fuentes de primera mano, de quienes hablan por teléfono al filo del agua metidas en un llanto profundo.

(He conocido a cada hijo de familia…).

Hay quienes disfrutamos la sucesión, sí, pero hay quienes la sufren.

No está mal lo segundo, pero es terrible vivir con la incertidumbre pegada al cuero.

“¡Ya que termine esto!”, dice, por ejemplo, la mujer de X.

Repito: Si X pierde —y pierde solo— no habría tanto problema.

El problema es que con X perderán también los empresarios que metieron millones de pesos en su sueño guajiro, los operadores nacionales y locales —expertos en la simulación y el arribismo—, los encuestadores a modo —a quienes X les debe hasta la camiseta—, los matraqueros —tan nerviosos ellos, últimamente—, las amantes —que crecieron como flores durante estos meses—, los parias de siempre —sumados a otros nuevos parias—, los patrocinadores —que piensan cobrar al triunfo de la revolución—, los que donaron camionetas, matracas, espectaculares y confeti…

Será una larga noche, pues, para todos estos neandertales y homínidos.

Que les sea leve la caída.

 

NOTA BENE. Los escenarios de periodismo ficción tendrán también unos días de guardar debido a que el destape en cámara lenta se pospuso.

Apelo a la generosidad del hipócrita lector.

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