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viernes, noviembre 22, 2024

Papá empresario molido a golpes por hijo empresario (Dos poblanos, dos)

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El señor X estaba ya metido en su pijama y en la cama, a punto de dormir, cuando de pronto, sin decir nada, su hijo (el señor Y) ingresó al dormitorio y se le fue a los golpes.

Golpes en todos lados: el rostro, la espalda, el cuello, los brazos.

(Sobre todo en la zona escapular de hemitorax: entre la pared torácica y el pulmón).

Uno de los primeros golpes fue en el rostro: a nivel de la región temporomandibular derecha, lo que genera en el señor X un brutal aturdimiento y una no menos brutal conmoción.

(El señor Y práctica boxeo con un entrenador personal desde hace tiempo).

Los golpes continúan y se diversifican, tanto en número y velocidad como en potencia.

(Al estilo de “Mano de piedra” Durán, el señor Y posee una gran pegada, siendo el recto largo de derecha su golpe por excelencia).

Golpes doblados de ofensas verbales, y un reiterativo “¡no te metas con mi madre!”.

(El señor X está civilizadamente separado de la madre del señor Y).

Viernes 20 de enero de 2023, cerca de las nueve de la noche.

Todo es paz y tranquilidad en una de las torres más exclusivas de san Andrés Cholula.

El señor X, de 82 años de edad, se prepara para dormir.

De pronto, alguien toca la puerta y entra al lujoso departamento.

Es Y, hijo del señor X, de cincuenta años de edad.

No le dice nada.

Sólo ingresa a la habitación y lo muele a golpes.

Los gritos asustan a la empleada doméstica, quien lo dejó entrar.

El señor X es un empresario importante de Puebla, y es un hombre respetado.

El señor Y también lo es, y ha recibido, gracias a la generosidad de su padre, una considerable herencia en vida que él ha ido multiplicando.

Ambos son, pues, personas importantes en la vida empresarial.

Tienen apellidos de alta gama provenientes de una buena reputación en la Puebla levítica.

Por eso es impensable, insensato, que el hijo mayor —el orgullo de la familia— ataque de esa forma a su señor padre.

La golpiza dura aproximadamente diez minutos.

Diez largos minutos.

No es cualquier cosa.

(Y todo está debidamente notariado y denunciado).

Cuando el señor Y termina la carnicería —sale de la habitación, primero, y luego del lujoso apartamento (azotando la puerta)—, el señor X —ensangrentado, lastimado, extremadamente dolido— logra hablar con tres personas por teléfono para narrar, entre lágrimas de horror y de tristeza, la pesadilla hiriente: con su hija, con su nuera (esposa del señor Y) y con su abogado.

Las secuelas son terribles, además de los dolores: humillación, angustia, intranquilidad, y una depresión que hasta la fecha carga.

Va, pues, con el médico al día siguiente al Hospital Ángeles.

Los estudios arrojan diversos hematomas y equimosis, entre otras lindezas.

Y qué decir de la región craneal: los golpes del corpulento hombre de 1.75 de estatura también hicieron su tarea.

Va también con el notario para hacer una declaración unilateral de voluntad, en la que participa una especialista en Geriatría y Gerontología.

Hace poco interpuso, además, una denuncia en contra de su hijo, el señor Y.

¿Qué es lo que busca?

Algo ínfimo realmente.

No un tlaco, no un castigo.

Algo que tiene su arreglo en la intimidad que guardan —o tendrían que guardar— padres e hijos.

Sólo eso.

No pide mucho el señor X.

Es un buen hombre y también un buen padre.

Fue un buen hijo, un buen esposo, y es buen amigo de sus amigos.

Un poco de dignidad, es lo que pide.

La dignidad recuperada.

Nota bene: mi fuente —que goza de una elevada reputación social— se guardó los nombres de los protagonistas en aras de no generar escándalos.

Pese a mi insistencia, no quiso revelarlos.

Lo único que sé es lo que acabo de compartir con el hipócrita lector.

(Ignoro quién es el señor X. No tengo la menor idea quién es el señor Y. Las referencias que tengo me las dio mi generosa fuente).

Soy lector de la Biblia no por temas religiosos.

(Sólo soy creyente de la virgen prieta).

Leo la Biblia por la gran épica y lírica que hallo ahí.

Algunos versículos son poesía pura que inspiraron en su momento a tres de mis poetas de cabecera: San Juan de la Cruz, fray Luis de León y Santa Teresa.

Le dejo al lector este versículo de Proverbios 20:20:

“Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en medio de las tinieblas”.

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