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viernes, abril 19, 2024

Nuevos datos de una trama macabra

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Dos buenos amigos poblanos se sientan para hacer un trato.

Uno de ellos, Pepe Layón, es un empresario joven con futuro.

Otro —Tony Gali Fayad—, ni siquiera pintaba entonces para ser gobernador del estado.

(Él y su benefactor —Rafael Moreno Valle— no habían cruzado sus caminos)

Se sientan los dos amigos en los mejores términos.

Buenas cosas en común son las que los alientan.

Los abrazos de caguamo le dan paso a la parte seria.

Cada uno lleva a sus abogados.

Hay cordialidad en este ritual de negocios en el que uno será el arrendatario y otro el arrendador.

Se sientan, pues, y hablan de los puntos finos del contrato.

Estamos por ahí de 2004.

Gali tiene un terreno en lo que hoy es Vía Atlixcáyotl, muy cerca del fraccionamiento La Vista, y lo quiere arrendar.

En un terreno liso y llano sin un solo metro de cemento.

Pepe Layón quiere ser su arrendatario para montar ahí dos agencias automotrices.

Se ponen de acuerdo en la renta mensual y en los términos.

Y firman el contrato por quince años.

El tiempo transcurre y pasan los tres lustros.

Antes de eso, hacia 2013, Tony Gali tiene que presentar su declaración patrimonial pues todo indica que será el candidato del morenovallismo a la alcaldía de Puebla.

Hay un problema:

El terreno que le arrendó a Pepe Layón ya cuesta cerca de 200 millones de pesos —hoy anda en cerca de 300— y no es conveniente meterlo en la declaración patrimonial.

Decide entonces donarlo a sus tres hijos: Tony, Edy y Dinorah.

Al vencerse el contrato original, Pepe Layón se sienta ahora con Tony Gali junior para la firma del nuevo trato.

(Gali padre venía de ser alcalde y microgobernador de Puebla).

Y en ese contexto aparece una cláusula —la quinta— que hoy está en el centro de la polémica:

“Quinta. Destino. El ‘Predio Arrendado’, con las agencias ya construidas, opera actualmente como dos agencias de automóviles y el arrendatario podrá destinarlos a otros tipos (de) usos, destinos o actividades en el futuro, si por algún motivo terminare una o ambas de dichas ‘concesiones’”.

La cláusula es muy clara y no hay forma de distorsionarla.

Tiene una lectura única.

Y esa lectura establece que el arrendatario (Pepe Layón) podrá destinar el “predio arrendado” a “otros tipo (de) usos, destinos o actividades en el futuro”.

Así lo hizo Pepe.

Cerró las dos agencias de automóviles y levantó una plaza comercial.

Es ahí cuando se apersonó Tony Gali junior para exigir que el contrato fuese respetado.

Según él —y seguramente también para su padre—, Layón había violado las cláusulas.

Pronto se fueron a un pleito legal.

Las semanas corrieron.

(Las semanas siempre corren. Los días también. Los años).

Junior —como le dicen al hijo mayor del ex micro gobernador Gali— se volvió a apersonar con Pepe Layón para soltarle —escupirle, mejor dicho— una frase que se hizo famosa desde el primer momento:

“¡Acuérdate que mi papá aprieta botones!”.

Una muy buena fuente me compartió la frase completa, misma que pongo en los ojos del hipócrita lector: “¡Acuérdate de que mi papá aprieta botones para que sucedan las cosas!”.

Ufff.

Esta versión original supera en mucho la primera.

Digamos que la dota de mucho más incertidumbre y rudeza.

Si quien aprieta botones hace que, con ese acto, sucedan cosas, es un brutal apretador de botones.

Todo un experto.

Pregunta de respuesta obvia: ¿Quién es el papá?

Quien fue un gran amigo de Pepe Layón, el recipendiario de esa emblemática amenaza.

¡Terrible, señores!

¡Bebamos!

 

Nota Bene. El metro cuadrado en esa zona de guerra anda entre los 20 mil y 30 mil pesos.

Y gracias a la fuerza del mercado —que es una fuerza brutal—, todos los días aumenta.

 

 

El debate sobre la microgubernatura. Tony Gali nunca le perdonó a Rafael Moreno Valle que en lugar de darle la gubernatura de 4 años y fracción le diera la de un año y pico.

La primera le daba la oportunidad de brincar la elección de 2018, fatal en muchos sentidos para el PRIAN.

Y algo más: le permitiría independizarse de quien siempre fue su mentor.

Moreno Valle lo hizo de principio a fin.

Lo convirtió de un día a otro —para enojo de los morenovallistas de cepa— en secretario de Infraestructura, alcalde de Puebla y gobernador.

Y aunque el núcleo duro del morenovallismo no cedió a la pretensión de Gali, éste corrió la micro gubernatura a más de doscientos kilómetros por hora.

Pese al breve espacio, Gali se enfrentó a Moreno Valle al final, una vez que no aceptó sus órdenes en un tema menor: incrementar el pasaje del transporte público antes de dejar Casa Puebla.

Eso le confirmó a los duros del morenovallismo que Gali traicionaría a Moreno Valle.

Un gobernador de cuatro años y fracción hubiese sido letal para su creador.

Pero es la historia de la vida.

El monstruo de Frankenstein se rebeló ante su padre científico.

El Gólem le dio la espalda al rabino que lo creó.

Zedillo traicionó a Salinas.

¿Qué hubiera sido de Puebla con un Gali obsesionado gobernando hasta buena parte de 2021?

La respuesta la tiene el hipócrita lector.

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